“El remo tuerce la barca, manteniéndose derecho” (autor anónimo).
“Corrupción y pecado”
Así se titula un breve libro del ex arzobispo Jorge Mario Bergoglio publicado en Buenos Aires en el año 1992 que comentamos en esta columna en Bergoglio y la corrupción y en El Papa Francisco contra las mafias.
Ahí, el autor, explica por qué “la corrupción no es (tan sólo) un pecado, es un estado, un estado personal y social” y enseña, “puede haber pecado de corrupción en forma aislada, pero lo más grave es cuando el pecado se transforma en “estado”, cuando se vuelve un hábito”.
En los ocho años de su pontificado diariamente dio muestras de que aquella concepción lo acompaña y la aplica. En lo personal y en las medidas disciplinarias que viene tomando. En el ordenamiento de las jerarquías que hizo y en el tratamiento normativo que dictó para la Iglesia. Institucionalmente el objeto del tratamiento que comentamos implica profundas reformas a la Curia Romana, ente de gobierno jurídicamente regulado por la Constitución Apostólica “Pastor Bonus” con 438 años de vigencia y numerosas modificaciones.
La Curia es un cuerpo complejo y pasible de enfermar
Recordemos que el Papa en su discurso a la Curia del 22/12/2014 afirmó que la Curia es “… un cuerpo complejo, formado por muchos dicasterios, consejos, oficinas, tribunales, comisiones y numerosos elementos que no tienen todos ellos el mismo cometido, sino que están coordinados en vistas a un funcionamiento eficaz, edificante, disciplinado y ejemplar, pese a las diferencias culturales, lingüísticas y nacionalidades de sus miembros” y que este cuerpo es pasible de ser atacado por enfermedades cuyo “catálogo” enunció, una de las cuales -dijo -es “la avaricia y el apego desmedido a los bienes mundanos” (ver también nuestra nota titulada El papa Francisco y la codicia. Infobae, 30 de Marzo de 2019).
Algunas normas dictadas por el Papa Francisco
Profundizando en la normativa de persecución a la corrupción el año pasado, el 19 de mayo de 2020 el Santo Padre dictó un Motu propio dirigido a combatir la corrupción en las “contrataciones públicas y licitaciones” y este año uno complementario dirigido a los sujetos de la administración y control que va desde simples funcionarios a miembros del cardenalato, norma que comentamos oportunamente (”El Papa Francisco Francisco y la lucha contra la corrupción en la Iglesia – Infobae – 2/5/2021).
Más allá de las normas hay -como veremos -hechos concretos. Numerosas investigaciones y desplazamientos de prelados y funcionarios sospechados por manejos turbios en la administración del Vaticano y no pocas en causas derivadas de denuncias por abusos sexuales.
Enero de 2021
El Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano condenó el pasado 21 de enero, a Angelo Caloia expresidente del Instituto para Obras de Religión (IOR), y a Gabriele Liuzzo, abogado del instituto, a 8 años y 11 meses de prisión por delitos de malversación de fondos y lavado de dinero. Los acusados fueron hallados culpables de haber obtenido más de 70 millones de euros en forma ilícita a través de la venta de 29 edificios y transferencias realizadas por medio del IOR entre 2001 y 2008. En estas operaciones inmobiliarias estuvo involucrado también el exdirector general del IOR, Lelio Scaletti, fallecido en 2015, un año después de que comenzaran las investigaciones. La causa fue iniciada en el 2018 e incluye al hijo del abogado Liuzzo también condenado. Además de las penas de cárcel deberán indemnizar al IOR y a la sociedad inmobiliaria del Vaticano con 23 millones de euros.
El poderoso Cardenal Angelo Becciu quien fuera prefecto para la Congregación para las causas de los Santos después de diversas investigaciones fue acusado de malversación, abuso de poder y soborno además de ejercer presiones sobre el obispo Perlasca que fuera su colaborador para que se desdijera de su declaración sobre algunos hechos. Probados estos el Cardenal fue destituido, le fueron suprimidos todos los privilegios y condenado por el Santo Padre.
Un lavado de pies del Papa Francisco cargado de sentido
Como sabemos el Santo Padre que en sus tiempos de Arzobispo de Buenos Aires convocaba en alguna Villa, Hospital público o cárcel a jóvenes residentes, enfermos o presos para ir y lavarles los pies. Este acto imita el gesto de Jesús lavando los pies de sus discípulos. Este cronista asistió a varias de aquellas ceremonias en la parroquia de la Villa 23, en el Hospital y en la cárcel del Hospital Borda. Siendo Papa instauró una costumbre para el Jueves Santo: lavar los pies de los presidiarios y así lo hizo hasta la llegada de la pandemia. Este año como consecuencia del rebrote aquella visita volvió a desestimarse. Sin embargo Francisco decidió celebrar la “Cena del Señor” con el destituido y condenado por él por hechos de malversación en su lugar de detención y ahí se dirigió y estuvo con él.
Varias interpretaciones rodearon este acto inédito. En el Vaticano se preguntan ¿un gesto de petición de perdón de Francisco a Becciu por su dureza y la cesantía, o por la manera en la que se produjo? ¿O es un gesto de redención del Pontífice a un purpurado pecador al que el Buen Pastor sigue acogiendo como uno más de su rebaño? (ver nota en Rev.Vida Nueva). Lo cierto es que el último jueves Santo, Francisco y Becciu, compartieron esa lectura del Evangelio de Juan. Un Papa que se define a sí mismo como pecador y que llama a perdonar a acoger al pecador, pero que es implacable con el corrupto. Ese Obispo de Roma que sabe que el verdadero poder es el servicio y no duda ponerse a los pies de un reo sea un preso común en el Centro Penitenciario de Velletri, Roma o sea Giovanni Angelo Becciú, un poderoso ex Cardenal del Sagrado Colegio Cardenalicio de la Curia Romana. Amar hasta el extremo. Misericordiar sin límite. Sea cual sea la caída, el pecado o la traición.
La piedra del escándalo
Dice la Rev. Vida Nueva a quien seguimos que “según los informes, la Secretaría de Estado del Vaticano en una operación conducida por Becciú invirtió en 2014 alrededor de 200 millones de dólares en la compra y reforma de un edificio en el distrito londinense de Chelsea”, uno de los barrios más distinguidos de Londres donde residiera Margaret Thacher, donde viven Polansky, Eclestone y muchos otros mundialmente ricos. El propósito era convertir la propiedad en apartamentos lujosísimos. Se adquirió con fondos destinados a obras para los pobres.
La trama del negocio fue destapado en 2014 por el Cardenal G. Pell, figura intachable de la Curia romana. Tres años después Pell amigo de Francisco fue acusado por la Policía del Estado australiano de Victoria de delitos de abuso sexual presuntamente cometido en su juventud. Becciú no habría sido ajeno al armado de la causa. Francisco separó del cargo Pell para que fuera juzgado por la justicia australiana en cuyo proceso sufrió 404 días de prisión.
La limpieza de los establos
“El Santo Padre fue elegido para limpiar las finanzas vaticanas. Juega un partido largo y es de agradecer y felicitar por los recientes acontecimientos. Espero que la limpieza de los establos continúe tanto en el Vaticano como en Victoria”. Le dijo en un mensaje el ex Cardenal australiano al Papa tras el apartamiento de Becciú. Pell Prefecto de la Economía nombrado por Francisco había iniciado una recta gestión intachable de saneamiento de las finanzas vaticanas al tiempo de su denuncia contra Becciú y previamente a ser denunciado. “Muero contento, hemos batido al enemigo” dijo el paisano Cabral.
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