Argentina se encamina a una de las elecciones más importantes desde el regreso de la democracia. Como en ningún otro comicio está en juego el sistema de gobierno. Además, estarán marcados por la tragedia planetaria de la pandemia con sus consecuencias devastadoras en lo sanitario y lo económico. En su resultado también delinearán los liderazgos de cara a las próximas presidenciales en un tiempo de descreimiento y desesperanza de la sociedad argentina.
Las primarias mostraran en su firmamento el choque protagónico de dos coaliciones. La coalición gobernante, bajo el signo predominante del kirchnerismo, que no presentará competencias internas, y la coalición opositora, que ensaya un sello más centrista no sin tensión, y ofrece dos ofertas competitivas en territorio porteño y bonaerense que marcarán su equilibrio de poder futuro.
Del lado del gobierno, que carga con una baja considerable en la confianza pública por la grave crisis económica y los desmanejos de la pandemia, no parece generosidad haberle dejado la elección de los candidatos principales al Presidente. También deberá cargar con los resultados. El cristinismo aparentemente replegado buscará mantener bancas y, mientras se resguarda del pase de facturas de un electorado descontento, buscará sus chances para sumar más control aún en los engranajes del Gobierno.
En la oposición parece librarse una batalla entre halcones y palomas. El liderazgo de soft power de Horacio Rodríguez Larreta no convence a los sectores más duros. No los enamora. Pero logró imponer sus opciones en los distritos más importantes. El jefe de gobierno porteño piensa menos en los votos seguros del núcleo duro que en los independientes e incluso peronistas desencantados que huirían despavoridos si la oferta fuera explícitamente anti peronista. La jugada de llevar a María Eugenia Vidal a la Ciudad puede terminar siendo un boomerang para las pretensiones presidenciales de ella si el bulldog López Murphy concita un creciente interés en los porteños que desinfle el arrastre de la ex gobernadora, a quien internamente muchos le cobran haber quitado el cuerpo a la crucial batalla bonaerense. En provincia, Diego Santilli se muestra más peronista que los “K”. Al final, Larreta es elegante pero letal.
El centrismo de la oposición atenúa el juego de la grieta que el Gobierno busca magnificar usando su ataque a Mauricio Macri, como cuando Macri usaba a Cristina y terminó saliéndole al revés.
Como los partidos de fútbol, las elecciones no se ganan de antemano ni con estadísticas. Desde 2005, el kirchnerismo no vence en comicios de medio término siendo gobierno. Si en este caso triunfara, más allá de lo simbólico, lo que puede cambiar la historia y no para bien, sería un triunfo holgado. No son ocultas las ambiciones de hacer reformas profundas al sistema para convertir a la Justicia en un apéndice del Poder Ejecutivo, atenuar los derechos de propiedad y avanzar con la intervención del Estado en todos los ámbitos. Para eso, necesitarían contar con quorum propio. “Estamos a 7 bancas de ser Venezuela”, advierten desde la oposición. Gane o pierda, el cristinismo optará por una vía radicalizada: para hacer reformas, si gana, o para tomar del todo los resortes del gobierno y utilizar a favor de la Jefa lo que quede de tiempo, ante un horizonte donde recrudecerá el frente judicial. Como la Casa Blanca dice de China, al kirchnerismo “le importa menos la coexistencia que la dominación”.
La oposición, por su lado, atraviesa una crisis de identidad. Su núcleo duro le reclama ser contundente en las banderas republicanas y Larreta les ofrece política descremada para la tribuna. Lograr imponer su línea en estas elecciones no le allanará, sin embargo, el camino para la contienda por la candidatura presidencial donde lo espera Patricia Bullrich, que en esa interna corporiza más fielmente el sentir del 41%, aunque es refractaria para el radicalismo. El partido centenario también salió a jugar fuerte y se anticipa a 2023 con la salida a escena de Facundo Manes. Horacio, Facundo y Patricia. Si ese año hay dos ofertas moderadas, podrían terminar canibalizándose entre ellas. Patricia espera subida al caballo.
Pero el futuro es ciencia ficción. El electorado es el mismo de siempre y, sin embargo, no lo es. Los argentinos padecen una pandemia de desesperanza y nadie sabe cómo actuarán los efectos del encierro en los votantes. Lo cierto es que a la mayoría lo preocupa más la economía que el COVID y probablemente voten muy enojados. Descorazona llegar a unas elecciones con tanto padecimiento. La pobreza podría llegar a 50% a fin de año. Si el primer objetivo de quienes aprecian la vida en democracia es acorazar y proteger al imperio de la ley y la Constitución, eso no disminuye la impostergable necesidad de acuerdos y un plan claro para dejar atrás de una vez lo que el politólogo Natalio Botana llama con crudeza “las políticas de la decadencia” que nos alejan del progreso y del futuro. Las elecciones más importantes desde el regreso de la democracia.
*Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” - Radio Mitre
SEGUIR LEYENDO: