Mi abuela Luisa siempre recordaba con qué ilusión escuchaba por la noche, en las viejas radios de entonces, las aventuras de unos muchachos que rezaban el rosario entre sus fusiles gastados. Sus corazones eran fuego vivo y querían terminar con un régimen corrupto y autoritario, avalado en parte por el establishment americano, con la famosa imagen de “país casino o prostíbulo”. Lo único que tenían por entregar era su juventud, y se jugaron la vida, como lo habían hecho antes en el cuartel de Moncada.
Se trataba de la aventura de Fidel Castro, su hermano Raúl, Camilo Cienfuegos, un médico asmático y aventurero a quien bautizaron “el Che”, y pocos más. Era la aventura de Sierra Maestra. Concitó el interés de la sociedad internacional y la entrada en La Habana el 1 de enero del 59 fue una gesta romántica y esperanzadora. ¿Hay algo más atractivo que una revolución que aspira a construir el hombre nuevo?
La novela que prometía libertad, justicia social, sociedad sin clases y paz, no fue tal. Fue en cambio un mosaico de tortura, hipocresía, autoritarismo, un régimen familiar autocrático que lavó el cerebro de un pueblo sumiso, un régimen que supuso que cuatro millones dejen la isla dividiendo familias enteras buscando la libertad. Fidel Castro le hizo el juego a la guerra fría, desde el lado de una Unión soviética inhumana formateada por el terror de Stalin y descripta de modo dramático en Archipiélago Gulag. La razón de este fracaso integral, que no fue neutral al vecindario, excede por mucho estas líneas. El fundamento antropológico errado, el régimen se volvió marxista y el marxismo se extendió en América Latina, porque Cuba lo había hecho posible. Se generó un sueño que no era utópico, estaba allí.
Convivió Cuba siempre con la pobreza, la cual se agravó con la disolución de la Unión Soviética. Siempre me llamó la atención el sobredimensionamiento de la salud pública y de la educación
El Che, tan admirado por la juventud latinoamericana, es un ejemplo de esta soberbia armada y de insensibilidad por los derechos humanos, con múltiples violaciones a estos derechos documentadas. Un líder de la cultura de la muerte, con el atractivo innegable de su entrega total por el pueblo por emancipar, a lo cual se sumó su muerte joven. La paradoja de un héroe con tanta crueldad seguirá enamorando. Qué bonita canción “Aprendimos a quererte comandante Che Guevara”. Señal de cómo arrastra “el Che”.
Como si fuera poco, el régimen se dedicó a exportar la revolución también a África, donde estuvo precisamente el Che. Fue una plataforma apoyada en lo financiero por Moscú (aliado de hierro desde los tiempos de los misiles de octubre hasta la caída del muro), ya que la realidad económica de Cuba siempre fue muy pobre, una isla sin innovación, sin creación de riqueza, una zona marginal con azúcar, turismo y poco más. Sin ningún futuro de prosperidad a excepción de lo recibido por los jerarcas militares de turno y de los ‘chupamedias del régimen’. Algo suena a Venezuela… ¿no?
¿Cómo pudo durar tanto este régimen de fracaso sistemático en el plano económico y social? Apoyo del comunismo ruso hasta 1990, falta de un grupo que genere una insurrección popular pacífica, relato único donde el Imperio (Estados Unidos) quiere destruir la pequeña isla. Nunca tuvieron un Nelson Mandela, un Vaclav Havel, un Manuel Belgrano, un Martin Luther King, un Domingo F. Sarmiento, un Gervasio Artigas. Faltó un núcleo opositor relevante con liderazgo.
Convivió Cuba siempre con la pobreza, la cual se agravó con la disolución de la Unión Soviética. Siempre me llamó la atención el sobredimensionamiento de la salud pública y de la educación: ¿qué aporta la educación si no hay libertad? ¿De qué me sirve saber trigonometría si soy un estudiante cubano? Si hay un vigilante por manzana para controlar la revolución con su causa de “patria o muerte”, como le gustaba cerrar sus discursos a Fidel, ¿de qué sirve la educación si se prohíbe internet y si no hay elecciones libres?
Sin embargo, la mística de un país pequeño que enfrentó a un Imperio a tan pocos kilómetros, recreó a David y Goliat. Cuba desafió la voracidad del capitalismo consumista y alienante. Fui a escuchar a Fidel a la Facultad de Derecho. Un ególatra seductor con ideas que atrasaban, llenas de revancha y conflicto.
¿Qué aporta la educación si no hay libertad? ¿De qué me sirve saber trigonometría si soy un estudiante cubano?
Ahora tenemos la protesta popular, aparentemente surgida de grupos de izquierda anti-régimen, y donde la cultura y la música rebeldes son parte de la historia, catalizada por las redes, como en la primavera árabe. Seguramente con poco efecto porque el régimen lo controla todo. Es muy complicado salir de esto. Más aún, cuando hay políticos que, a diferencia de Biden que es un demócrata de raza, son seducidos por la dictadura y no tienen agallas para denunciarla, como lo hiciera Hilda Molina, la médica neuróloga famosa con mucha presencia en los medios en Argentina. Lacalle Pou, como siempre directo y sin vueltas, denunció a Cuba como dictadura. Aire fresco.
En definitiva, romanticismo marxista de un experimento que no fue neutral. De esa inteligencia militar cubana salieron en parte los montoneros entrenados, en la isla se formaron en los dramáticos 60, la década donde se gestó todo. Fueron la soberbia armada, alentados por Perón, que siempre fue conservador y reaccionario, pero los supo usar para hacer la resistencia a la injusta dictadura de Onganía y Lanusse, para retomar el poder que había ocupado, en el golpe del 4 de junio del 43 con el GOU. Los usó y los tiró. Gran unidad de vida la del general herbívoro, “política” con mayúscula.
En Cuba se formó la elite de la revolución roja, que tantas muertes generó en Argentina de civiles y militares. Fueron reprimidos los terroristas, que no fueron héroes como dice Graciela Fernandez Meijide, ni juventud maravillosa, en el genocidio por parte de la Triple A y el proceso.
Sueño que los cantos de sirena del régimen marxista en su versión de socialismo del siglo 21 no enamoren a los políticos latinoamericanos, que tampoco deben defender a ciegas a Estados Unidos
La revolución cubana ha dado soporte a Venezuela, que supo ser un país rico y próspero con democracia, que se ha degradado en un país fallido. Mi amor por Cuba y Venezuela es intenso, como cuando se quiere a un hijo débil, frágil, que no se realiza en la vida. Sueño con que llegue la libertad a estos dos países, podríamos sumar a una Nicaragua autoritaria gobernada por otro revolucionario. Sueño que los cantos de sirena del régimen marxista en su versión de socialismo del siglo 21 no enamoren a los políticos latinoamericanos, que tampoco deben defender a ciegas a Estados Unidos. Muchos errores del imperio en estos años, pero quién duda que es una tierra de libertad y progreso, a pesar de sus lastres y violaciones de derechos humanos, como en el Guantánamo que el mismo Barack Obama no pudo cerrar.
Esperemos no haya guerra civil, esperemos no haya Tiananmen, hagamos fuerza para que la democracia y las instituciones lleguen más temprano que tarde a esta querida isla, que ocurra lo mismo que con el apartheid, presión internacional tremenda hasta aislar a Sudáfrica como un paria internacional. Que los sueños de mi abuela Luisa se puedan hacer realidad en una sociedad que no sea hipócrita, donde llegue una juventud maravillosa genuina, esta vez preocupada sinceramente por un hombre y mujer nuevos.
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