Argentina se acerca cada día más al régimen totalitario de centralización de poder y limitación de las libertades. Muy a pesar de su pueblo, este gobierno conduce nuestra patria a la decadencia y el ostracismo. Defiende dictaduras, niega violaciones a los Derechos Humanos y pretende el poder absoluto por encima de la Constitución Nacional en medio de una dolida democracia. Manifiesta rechazo por bloqueos inexistentes y, como es habitual en los populismos, ve las causas de todas sus fallas en acciones exógenas.
Hay una evidente incapacidad de resolver problemas coyunturales en el ámbito económico y social, agravada por la soberbia más intransigente.
Quienes conducen el presente de nuestro país nos hunden cada día más en el encierro internacional y la decadencia moral. Ya no es siquiera una posibilidad, es una grave advertencia que no podemos desconocer.
Los niveles de creciente pobreza (10% más en un año), inflación (50%), con aumento insostenible de deuda pública, (más de 300 mil millones de dólares), y las innumerables limitaciones dispuestas a modo de cepo general, hacen previsible un futuro cada vez más parecido a los países que han sido durante décadas esclavos de altos niveles de corrupción, decadencia y privilegios de la elite gobernante.
Por ello, las excusas basadas en emergencias siempre fueron funcionales al totalitarismo, y la pandemia lo generalizó. Con la bandera de cuidar nuestra salud, se destruyó la economía y eliminó la educación. En ejercicio claramente abusivo del poder se invocaron razones extraordinarias que llevaron a gobernar por decreto conculcando derechos constitucionales de las personas, las sociedades y las propias provincias y sus autonomías.
Resulta denigrante ser testigos de justificaciones a evidentes violaciones a los Derechos Humanos resueltas con vergonzosas miradas de parcialidad. Cercenar las libertades individuales, destruir el sistema productivo, disimular los actos de corrupción pública y negar los derechos individuales con poderes absolutos y represores jamás pueden considerarse democracia.
Argentina se encamina progresivamente en esa dirección. Razón de mayor envergadura para tomar muy en serio las próximas elecciones legislativas, porque de ello depende que aún estemos a tiempo de tomar otro camino. El del equilibrio republicano con férrea defensa de la libertad como esencial acto individual y de respeto por las instituciones.
Los argentinos queremos construir otro futuro, el del trabajo y progreso genuino, con oportunidades y crecimiento, y lo vamos a demostrar en las urnas, en verdadera democracia.
No queremos ser Cuba ni Venezuela, y deseamos que los pueblos que han sido sometidos a privaciones y violentas represiones dejen de serlo, en el marco de respeto por su libertad de pensar, expresar y transcurrir en paz con posibilidad de tener un futuro. Aún estamos a tiempo y lo vamos a demostrar.
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