En tiempos electorales los números cuentan. Con las elecciones en el horizonte todo puede ser sujeto a una unidad de medida. Se manda a mensurar candidatos, razones y emociones. Se calculan con perspectiva estadística expectativas y también miedos y decepciones.
El escenario de la pandemia suma un conteo aterrador: el número de personas muertas en lo que va de esta tragedia. Es un dato insoslayable en la alquimia electoral. Suena feo, horrible. Es de todos modos inevitable.
Cruzar la barrera de los 100.000 decesos marcó la semana política. Es un número redondo y contundente que expresa el irremontable sufrimiento de miles de vidas, por la pérdida de seres queridos pero también el fracaso de una gestión.
Sobre el filo de los 100.000 casos irrumpió Mauricio Macri en la escena mediática. Desde su condición de varado hiper VIP, el ex presidente, arremetió vía Zoom desde la lejana Suiza. Implacable con el Gobierno le aplicó a Fernández los peores adjetivos de que dispone, no sin antes rememorar la fatídica frase con la que el mismísimo Alberto Fernández se autocondenó.
“Prefiero tener 10% más de pobres y no 100.000 muertos”, se lo escuchó decir en los dorados tiempos del Comandante Pandemia. Horrorosa profecía autocumplida. Cuidado con lo que soñás o temés porque puede concretarse.
Sin mencionar a Macri, Fernández replicó. “Hay quienes con estas muertes hacen su propio negocio, el negocio de dividirnos”.
Todo muy feo. Muy poco delicado. Andar carancheando en pleno duelo no le hace bien ni a unos ni a otros.
La recurrente estrategia de andar tirándose con los muertos atrasa y hace mal. En tal caso el necrológico contrapunto arroja una suma cero que sólo acelera el descrédito a una clase política que viene devaluándose más rápido que nuestra moneda.
En el análisis del escenario político julio 2021 presentado por Synopsis, que dirige el politólogo Lucas Romero, la imagen de la dirigencia política en general presenta números dramáticos. En 57,4% de los consultados dice tener una imagen política mala o muy mala y solo un 17,8% admite tener una evaluación muy buena o buena.
En relación al Gobierno de Alberto Fernández los datos son aún más contundentes. El 65,9% tiene una imagen negativa contra un 27,8% por la positiva.
La embestida de Mauricio Macri, desde el más allá virtual, viene a confirmar un nefasta tendencia: eso que algunas han dado en llamar “la radicalización de la polarización”.
La temeraria mimetización del Presidente con su Vice va en el mismo sentido. Ni Macri ni Cristina Kirchner se resignan a abandonar el centro de la escena.
No pudiendo presentar logros de gestión, ni en lo político ni en lo sanitario, la tentación de revolear el pasado parece un gesto irrefrenable.
Al reaparecer en escena, en una fecha tan precisa como desafortunada, Macri viene nuevamente a hablar del pasado y termina siendo absolutamente funcional a la estrategia electoral del oficialismo. Al ponerse nuevamente a tiro de los K vuelve a tensar una cuerda que ya asfixia a quienes quieren emerger de esta pesadilla.
Lo de Macri mete ruido también en la interna cambiemista. En el mismísimo momento en que Horacio Rodríguez Larreta comienza a perfilar su propio liderazgo, Macri sale a disputarle protagonismo mediático.
Mientras muchos de los suyos pretenden tomar distancia de un pasado que cuesta explicar tratando de diseñar una campaña que haga eje en el futuro y la moderación, Macri sale a embarrar la cancha redoblando la apuesta.
Queda claro que el pase de María Eugenia Vidal al territorio de la provincia lo descoloca a Macri. Marca un punto de inflexión y desdibuja su pretendido liderazgo.
La decisión de Jorge Macri, que a esta altura es mucho más que un primo, de ceder paso alineándose con la estrategia del Jefe de Gobierno de la Ciudad y anteponiendo la unidad a sus conveniencias, también debilita las posiciones de Mauricio.
El eje del poder se desplazó claramente en estos días. De Acassuso a Uspallata sin escalas.
A las pocas horas de la salida a escena de Macri, Cristina Fernández aparece ante la Justicia en una suerte de encendida cadena nacional en la que, en orden a alegar por la nulidad de la causa del memorándum con Irán, vuelve a arremeter contra el ex Presidente, jueces, fiscales y los medios hegemónicos a los que acusa de armar el lawfare que le quita el sueño.
Histriónica hasta la exasperación, sin abandonar el tono imperativo Cristina se coloca al borde de las lágrimas impulsada por la indignación que le causa la afrenta a la que dice haber sido sometida.
Esto ocurre casi en simultáneo con la conmemoración de un nuevo aniversario del atentado a la AMIA. A 27 años del ataque que se llevó la vida de 85 personas. Ella llora en Tribunales su condición de víctima. Los familiares lloran por sus muertos y la impunidad.
El sentido de la oportunidad y la empatía no es lo que destaca a nuestra dirigencia que irrumpe con sus preocupaciones narcisistas en los momentos menos adecuados desnudando el desbordante egoísmo que suele dominarlos.
Los números de la pandemia no ayudan y los de la economía tampoco.
El índice de inflación de junio alcanzó el 3.2%, llevando la suba al 50% en el último año. El 25,3% en el primer semestre. El 29% previsto por el ministro Guzmán en el presupuesto ya fue.
Si bien esta vez el índice de los alimentos se mantuvo en paridad con el promedio general, el incremento del precio de la carne escaló al 5.1%. Los lácteos, cereales y hierbas, productos absolutamente básicos marcaron todos por encima del 3.2. El incremento anual del precio de los alimentos es del 53.2%.
La única verdad es la realidad. Y la dura realidad del día a día se mide en las góndolas de los supermercados.
Según los últimos datos registrados por la Sinopsis, el 66% de los consultados pone en el primer lugar de sus preocupaciones la cuestión económica, contra un 31% que ubica el temor al avance de la pandemia. Según este estudio, el 63,9% considera que el Gobierno gestionó mal la pandemia, un dato que coincide de manera total con la evaluación de la gestión en general.
Los que consideran que puede montarse la campaña electoral sobre la cuestión sanitaria tendrán que repensar esa estrategia.
Está idea de que “vacunar es gobernar” deja paso a otro convencimiento. Sin la vacuna no se llega, con la vacuna no alcanza.
Según el politólogo Lucas Romero, la gente enmarca la tragedia del virus en un drama de fuerza mayor, y esto llevó a la mayoría a focalizarse en las urgencias cotidianas pre pandemia. En este escenario, es central el tema económico.
Cuando se consulta acerca de dónde pondría su empeño en el caso de ser Presidente, el 70,3% se expresa por poner en marcha la economía y solo el 12,6% a favor de controlar la pandemia.
Entre los que votaron al Frente de Todos se registra entre un 20 y un 25% de “desencantados”. Se trata de gente que no sabe dónde pondrá su voto en el caso de que se presente en el cuarto oscuro.
La dificultad para hacer pie en un discurso electoral que haga eje en las cuestiones de la economía también complica a la oposición. Se busca articular un relato que se concentre en la esperanza de futuro, que sea emocional, que eluda las cuentas pendientes del pasado reciente.
En este contexto la reaparición de Macri no ayuda. Con un radicalismo empoderado, muy especialmente en la región AMBA, la competencia en las PASO de la Provincia de Buenos Aires ya parece inevitable.
Mientras Horacio Rodríguez Larreta va de café en café componiendo acuerdos, la ambulancia de Manes pasa recogiendo heridos. En su acelerado trayecto la propuesta que encabeza el neurocientífico suma densidad política. Emilio Monzó y Joaquín de la Torre ya se subieron a ese colectivo.
Facundo Manes quiere ser Presidente. No le da demasiada vuelta a las cosas. Viene de afuera de la política pero no reniega de ella. La idea de medirse en las PASO lo entusiasma. La campaña está para él llena de desafíos pero es también una oportunidad para diferenciarse. Convocar a los desencantados demanda nuevas intensidades. Cualquiera que sea el resultado de la interna, Manes ya hace pie en el terreno. Tiene mucho más para ganar que para perder.
A pocos días del cierre de listas, quiénes integrarán la boleta del FdT en la Provincia es todavía un misterio. La composición final permitirá imaginar los años que se vienen. Llegar al medio término con un Presidente peligrosamente debilitado permite augurar que los cambios en el Gabinete no se harán esperar.
En cualquier caso, la realidad que impone la pandemia es demasiado dinámica. Algunos observadores políticos aseguran que debajo de la superficie se están produciendo fenómenos sociales muy fuertes. La gente se aleja de la política porque la política se aleja de la gente.
La pandemia pasa arrastrando liderazgos. En situaciones tan extremadamente críticas como las que nos toca vivir la gente se mueve entre el miedo y la esperanza. Quien logre imponer al menos un hilito de ilusión tendrá medio cielo ganado.
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