José Ortega y Gasset, que es una de esas fuentes inagotables de descripciones apropiadas, proyecciones de futuros y consejos sobre los argentinos, dijo de nosotros que teníamos mucho de guarangos.
La definición de Ortega fue: “El guarango tiene apetito de ser admirable, superlativo, único”… “necesita creer en esa imagen”, y “como los demás no están dispuestos a reconocerlo tomará el hábito de aventajarse”. Por el hábito de “ventajita” sobreviene la identificación del guarango.
El abogado Carlos Zanini, procurador General del Tesoro, le dijo a Horacio Verbitsky: “No tenés que actuar con culpa porque vos tenés derecho a eso, sos una personalidad que necesita ser protegida por la sociedad”. Zanini, maoísta de joven y amante de las represas chinas después, no estaba hablando de Verbiysky -un intelectual que tiene una obra- sino de él, que ni vergüenza tiene.
Como nadie puede siquiera imaginar que él sea una persona “admirable, superlativa, única” tomó el hábito de aventajarse y lo hizo con la vacuna contra el Covid-19. Peor, Zanini no cree que saltó un lugar en la cola. Para el presidente Alberto Fernández “colarse en la fila” no es un “delito”. La Jueza M.A. Capuchetti -designada a instancias de Mauricio Macri en reemplazo del impresentable Norberto Oyarbide- acaba de ratificarlo, dictaminó que no es una figura expresa del Código Penal, pero acomodando el futuro, sólo mando la causa al archivo. Pero dijo que es una inmoralidad, una falla ética.
Aclaremos, en estos tiempos de la política light, “una falla ética” -para el gremio- se arregla con pegamento. Una pavada. No para Zanini. Peor. Él afirma que no cometió una falla ética. El dice ser “una personalidad” que todos debemos proteger. Es la definición de un guarango cañón.
La jueza, floja de voluntad, decidió ignorar otras figuras penales como las del incumplimiento de las obligaciones del funcionario público o la falsificación de un instrumento público. El maoista dijo que él y su señora, eran personal sanitario. Guarango y mentiroso.
No es el único de ese lado de la grieta. Pero sin duda hasta ahora el más guarango.
Del otro lado de la grieta, el Día de la Patria, fuimos testigos de la guarangada mayúscula propinada por la presidente del PRO, la Señora Patricia Bullrich. Se apareció a caballo, como para que nadie deje de verla, en medio de la manifestación que originariamente se realizó en defensa de los intereses del sector agropecuario en la benemérita ciudad de San Nicolás. Los organizadores habían señalado el no compromiso partidario de esas manifestaciones y por cierto ni por asomo la invitaron.
San Nicolás es una tierra símbolo de profundas raíces para la Argentina. La Bullrich, que tiene su origen en la militancia montonera, de molotov y bombas terroristas, pensamiento violento y antidemocrático de la misma matriz que Zanini, alegó haber sido invitada por una agrupación de jinetes. Y, dijo, como tiene, ahí no más en el ropero, las pilchas criollas para montar se la calzó y fue “disimuladamente” para confundirse con la multitud. Que caradura.
En el mismo ropero, ahora lo sabemos, tiene las ropas de presidiario con las que se presentó en otra tenida crítica. Para Bullrich, claramente, la política es carnaval. Y su ropero, los viejos recordarán, es como Casa La Mota para los disfraces. Disfraces. Sí.
Su trayectoria la ha hecho a base de disfraces de montonera a menemista, de la Alianza a militando con Lilita Carrió; y de ahí amarrada a Mauricio Macri quién la promueve como su pupila en los canales militantes de la oposición. Ventajita, “apetito de ser admirable, superlativo”, “como los demás no están dispuestos a reconocerlo tomará el hábito de aventajarse”. Básicamente, junto a Zanini forman la pareja destacada de los guarangos de la. política. Nada se puede esperar de ellos. Componen personajes.
Un extraordinario cuento de .Julio Cortázar narra la historia de una familia que se robaba “los muertos”. Ingresaban a los velorios y ocupaban, a base de llantos, el lugar de los deudos más próximos y hasta pronunciaban discursos en el Cementerio.
Julio Cortázar narra la historia de una familia que se robaba “los muertos”. Ingresaban a los velorios y ocupaban, a base de llantos, el lugar de los deudos más próximos y hasta pronunciaban discursos en el Cementerio
La Bullrich se robó la manifestación y la degradó, porque las cámaras, sorprendidas, le pusieron foco a la jineta -por otra parte, bastante torpe montada con las patas en V invertida- que acometió un show bastardeando las consignas originales. Guaranga y raptora de méritos ajenos.
Triste escenario de la democracia
En ese marco de guarangos de la política, que tiñen de tristeza y decepción el escenario democrático por ausencia de dignidad y grandeza, han aparecido nubes preocupantes. Los guarangos molestan. Pero algunos discursos preocupan.
Máximo Kirchner, el delfín heredero de sangre de Cristina, ha levantado el tono. Y ha clavado, en un solo discurso, dos banderillas al toro que corre en el rodeo desesperado ante la grita de la multitud por el agobio de problemas, y además tiene ante sí la amenaza del Torero de la realidad que es implacable. El heredero de sangre señaló, sin tapujos, que conceder lo que requieren los laboratorios, como Pfizer, es una suerte de “rendición”; y adelantó que lo mismo sería poner la firma en un acuerdo con el FMI.
Dicho después del DNU de Vilma Ibarra -la proveedora de las ideas para no perder respeto de los afectados- se podrá firmar, por ejemplo, con Moderna, dijo Santiago Cafiero. Y Máximo lo dijo estando Martín Guzmán en el G20 sentado al lado de Christine Lagarde, en la misma situación que alguna vez tuvo Nicolás Dujovne. Mala pata.
Sin las vacunas aplicables a los menores en riesgo, el riesgo del gobierno aumenta de manera vertiginosa a medida que se aproxima la cepa Delta. Entre la espada (Máximo) y la pared (la necesidad) el presidente Alberto Fernández no está cómodo con la cuestión vacunas.
Y mucho menos con la cuestión del FMI. Tendremos, seguro, mucho tiempo para cerrar un Acuerdo que – como es de costumbre – incumpliremos. Pero al firmarlo habremos manifestado una razonable voluntad de pertenecer y no autoproclamarse “diferentes”.
Nos proclamaremos diferentes si reconocemos que somos el mismo Estado, pero alegamos que siendo gobiernos diferentes, los compromisos de gobiernos anteriores “pretendemos” que no son nuestros compromisos. Es difícil que el resto del mundo comparta que por ser “otro gobierno” no somos el mismo Estado que se obligó.
Entre la espada (Máximo) y la pared (la necesidad) el presidente Alberto Fernández no está cómodo con la cuestión vacunas. Digamos que esta manera de entender las relaciones con el FMI es, otra vez, una manera de ser “guarangos”
Pasamos a ser guarangos a nivel internacional. Primero es imposible porque las consecuencias negativas superan cualquier ventajita, y segundo es el peor negocio: la vamos a pasar peor.
Pero Máximo Kirchner, tal vez sin tener mucha claridad acerca de esto, las consecuencias, dijo tenemos que producir más y exportar más. Obvio. De eso se trata aquí y ahora en el marco de este capitalismo rengo y manco, que es el que tenemos. Es ahora y con esto.
Argentinos a las cosas
Siguiendo a Ortega, aquí viene el remanido y nunca bien ejecutado “argentinos a las cosas”. A las cosas para salir de la decadencia. El primer paso es no ignorar el diagnóstico. Nos gusta ignorar.
Extraña cosa de los argentinos que, como dijo Jacinto Benavente, cambiando las letras de lugar “argentino” se convierte en “ignorante” y la peor ignorancia es la del diagnóstico.
En una de esas Máximo se entera y pone atención y en lugar de pelearse con lo que hay que solucionar, piensa en los métodos para producir y exportar más que es lo que no hacemos, porque las políticas que el diputado apoya son de las tantas que nos impiden las dos cosas.
Se habrá enterado que ganar mercados es difícil y perderlos es lo más fácil que hay. Su padre liquidó mercados y 10 millones de cabezas de ganado vacuno. Y ahora vamos por el mismo rumbo. Cuidado. Un poco de optimismo porque hace 46 años no fuimos ese país de m…… que señaló el Cafiero jóven.
Todos reconocemos que la Argentina atravesó dos períodos largos de crecimiento. Primero la expansión agropecuaria de fines de siglo XIX y la industrialización para sustituir importaciones desde 1930 hasta los 70. El colapso del primer modelo ocurrió con el desplazamiento del Imperio Británico que fue nuestro gran motor y la debacle de los 30 del SXX. El colapso del segundo modelo de industrialización fue también la consecuencia de hechos paradigmáticos. Primero el “rodrigazo” de 1975 y la profundización con la Dictadura Genocida de 1976.
Es cierto que la historia de ambos procesos no se explica sólo por “los hechos” (crisis del 30, rodrigazo, Dictadura) pero tampoco puede explicarse sin considerar las consecuencias de esos “hechos extraordinarios”.
El auge generado por el gobierno de la “oligarquía ganadera” fue extraordinario y admirable. Podrían haber hecho las cosas mejor, seguramente. Pero millones de nacidos en ese período, o millones de inmigrantes, le deben a esa gestión el haber vivido un país de prosperidad e inclusión.
Aquel progreso no empezó con los inmigrantes, ellos llegaron por el progreso alcanzado que constituyó un factor de atracción indiscutible. Tulio Halperín Donghi destaca la originalidad por las proporciones de este fenómeno inmigratorio de la Argentina.
Lo mismo puedo decir en materia de progreso e inclusión del período de expansión de la “burguesía” que empezó con el Partido Conservador y siguió hasta la exacta mitad de los 70, industrializando al país. Primero Buenos Aires, después Santa Fe y Córdoba, incluyendo ahora sí a la clase obrera urbana y a los migrantes del interior y de los países vecinos.
El peronismo, las dictaduras sucesivas, las elecciones en proscripción y hasta el tercer Perón, conjugaron los mismos objetivos de política económica: pleno empleo y crecimiento industrial. Podrían haber hecho las cosas mejor, pero millones de argentinos pasaron a conformar la clase media más grande de América Latina (Natalio Botana, dixit).
En ese tramo de la “industrialización” la tasa de crecimiento fue menor que la de otros países cercanos geográfica u organizacionalmente. Lo escribió hace años Guido Di Tella, la “lentitud” fue la consecuencia de un extraordinario proceso de inclusión, es decir, construir un Estado de Bienestar “temprano” fue caro en términos de crecimiento, pero -al menos para la inmensa mayoría- valió la pena.
La “lentitud” fue la consecuencia de un extraordinario proceso de inclusión, es decir, construir un Estado de Bienestar “temprano” fue caro en términos de crecimiento, pero -al menos para la inmensa mayoría- valió la pena (Di Tella)
Muchos economistas argentinos creen que en los 70, con fecha borrosa, la industrialización dejó de ser viable. La “industrialización protegida” dejó de ser viable. Muchos economistas creen en una suerte de “desgaste”, “infección”, “muerte natural” acaecida en la Argentina, en esos años. Es decir, piensan en un proceso que se detuvo de manera natural y no inducida.
Muchos colegas creen que ninguna protección en la Argentina era posible desde los 70. O que en la Argentina no era lógico, justo o conveniente, una protección ya que “la industria” no era lógica aquí, ni justo el cargo de sostenerla, ni conveniente.
Sostienen que en los 70 la continuidad o la profundización del proceso industrializador, se detuvo de manera natural y no cabía reanimarlo. Todos reconocen que la Argentina que rigió hasta los 70 desapareció y lo hizo también como la industria “de manera natural”: condenadas genéticamente.
Lo que muchos ven como consecuencia del ADN de la industria argentina, para mí y muchos otros, es la “decadencia argentina” provocada, seguro que involuntariamente, por decisiones clarísimas de política económica cuyos mandatos siguen hasta nuestros días. Insisto desde el 75 para acá sin solución de continuidad. El “rodrigazo”, la Dictadura Genocida, el menemismo acumulan las mismas ideas y los mismos personajes. Quien no quiera ver la continuidad no tendrá explicaciones. El mapa de los participantes de primer, segundo y tercer nivel señala la genética de la familia con toda claridad. La consecuencia de esa destrucción provocada es el 50% de pobreza.
Gran parte de los economistas que influyen a uno y otro lado de la grieta descartan de manera categórica que “la industrialización” pueda resolver el problema social del desempleo, el problema económico de la baja productividad enmascarado en el cuentapropismo, y la suma de “desconexiones productivas” que modulan la expansión de la pobreza y de la exclusión social. La diferencia es que unos quieren abrir y los otros emparchar.
Tenemos una bomba de tiempo
¿Quién puede dudar que tenemos una bomba de tiempo que se aproxima al punto de no retorno o estallido? ¿Por qué se niegan a reconocer que una nueva estrategia de industrialización es la única salida de la decadencia? ¿Qué ofrecen a cambio?
La mayoría de los kirchneristas y macristas, que han logrado encerrar a los peronistas y los radicales, piensan así “no se trata de producir, emplear y exportar”.
Los kirchneristas nunca siquiera han intentado una política industrial en ninguno de sus cuatro tiempos: no ha habido ni plan, ni incentivos, ni financiación.
¿Quién puede dudar que tenemos una bomba de tiempo que se aproxima al punto de no retorno o estallido? ¿Por qué se niegan a reconocer que una nueva estrategia de industrialización es la única salida de la decadencia?
Desde los 70 muchos países, tal vez la mayoría de los que han crecido, lo han hecho en base a industrialización sostenida por incentivos y financiamiento compatible con el período de maduración de las inversiones.
Brasil, con el que tenemos arancel cero hace años, desde 1957 desarrolla políticas de industrialización agresivas. El arancel cero entre dos países con políticas inversas - Argentina sin programa, ni política industrial, ni financiamieno; y Brasil con programa, política y financiamiento - hizo posible la migración de la industria “desprotegida” de la Argentina, al área protegida de Brasil.
En 1970 Argentina, como consecuencia de los incentivos, instaló la industria del aluminio que desde 1974 exporta a Japón o a Estados Unidos; en 1975, el abandono de la política industrial destruyó la industria electrónica en marcha, las calculadoras electrónicas que se exportaban y las radios que desarrolló Marcelo Diamand autor de la teoría de que ejecutó por primera vez Adalbert Krieger Vasena. Máximo debería leer a Diamand que dicen lee Cristina. Ejemplos:
En el “ocaso natural” de la industrialización argentina, con industria “protegida” crecieron Corea o China. Es que no era natural.
En 1974 se pensaba que Argentina se había adelantado a Corea: comenzamos a exportar industria (p.ej. los ventiladores Yelmo a los países del este europeo) o a prepararnos para ello.
A fines de 1974 todas las empresas internacionales automotrices aquí radicadas acordaron exportar autos terminados a toda América Latina luego de haber aprobado la calidad de las partes con la que se integraba el 90% de las unidades. Lentamente se estaba produciendo la anhelada apertura industrial exportadora.
No sólo la Argentina sufrió el aluvión ideológico de desplazar la industria. Pero como siempre lo nuestro fue desmesurado.
Francia está volviendo a desarrollar su política industrial ya que en 20 años se redujo a la mitad ese sector por ausencia de política, y Joe Biden, no Donald Trump, ha dicho que Estados Unidos debe producir las paletas de los molinos generadores que hoy importa.
La verdad es más simple. El diagnóstico ignorado: el industricidio argentino no fue obra de la naturaleza, sino una decisión política de los gobiernos desde el “rodrigazo” que, no es causalidad, fue un programa elaborado por las mismas personas que formaron el CEMA la matriz ideológica nacional que apuesta a la autoregulación de los mercados en una economía plenamente abierta.
El industricidio argentino no fue obra de la naturaleza, sino una decisión política de los gobiernos desde el “rodrigazo” que, no es causalidad
Más allá de las auto calificaciones, o como “uno se perciba”, hay que tener en cuenta que, como el personaje de Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière, muchas veces las personas “hablan en prosa sin saberlo”.
Es decir, el diagnóstico profundamente equivocado que comparten economistas, que se espantan si uno los llama neoliberales a la manera del Consenso de Washington, los hace hablar el mismo lenguaje que nos tiene de rodillas con todos los gobiernos peronistas, militares, radicales, kirchneristas y liberales de estos últimos 46 años. De rodillas porque no producimos ni exportamos. Estamos entre guarangos y de rodillas. A las cosas por favor.
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