El volcán cubano entró en erupción

Las protestas que por estos días han sacudido la isla son resultado de la suma de muchas tristes historias, además de su lamentable presente

Los hermanos Raúl y Fidel Castro

Algunos argentinos, entre ellos varios de los que nos gobiernan, afirman sentir a la democracia como una religión, pero al mismo tiempo bendicen al régimen cubano.

En patológica contradicción, repudian cuantas dictaduras ha habido en la Argentina, pero a la vez enaltecen a la dictadura más autoritaria y prolongada de América Latina.

De hecho, en Resistencia, un barrio que lleva el nombre del piquetero “Emerenciano Sena” es una fiel reproducción ideológica de regímenes como el de Cuba.

Estamos hablando de un régimen que les negó a generaciones enteras de cubanos las cinco raíces fundamentales en que se asienta una democracia: libertad política, libertad de expresión, libertad de reunión, libertad de imprenta, y libertad de oportunidades.

Nada de eso hay ni se permite en Cuba.

Las cenizas de Castro, el hombre que hace 62 años instaló en Cuba ese régimen de terror que hasta hoy oprime a los cubanos, fueron puestas junto a las de José Martí.

A juzgar por lo que seguidamente recordaremos, esto último es un chiste de mal gusto.

El juramento de Fidel

El 9 de enero de 1959 (un día después de la entrada triunfal de “los barbudos” a La Habana), en el marco de la concentración más grande que hasta entonces se había visto en la isla, Fidel juró: “¡Nosotros jamás defraudaremos a nuestro pueblo!”.

Fue ese el día en que también prometió “libertad con pan, pan sin terror”, para todos los cubanos.

Días después, en visita a Washington (todavía era bien visto por los estadounidenses), afirmó: “No coincido con el comunismo. Somos una democracia y estamos contra todo tipo de dictaduras. Por eso nos oponemos al comunismo”.

El 1° de mayo de 1959 visitó Buenos Aires, donde reafirmó: “Declaramos el ideal democrático como el ideal que se ajusta a la idiosincrasia y a la aspiración de los pueblos de éste continente”.

Aseguró, incluso, que la única ideología que inspiraba a su gobierno revolucionario eran “los ideales de Martí”.

Con K de Kruschev

Pero luego se sacó la máscara e impuso en su isla un régimen idéntico al de Rusia. Pasó a ser denominada Kuba, con K, en alusión al apellido del líder soviético Nikita Kruschev.

De un día para otro, millones de cubanos quedaron atrapados en las mismas redes del régimen social comunista en que estaban atrapados los países del bloque soviético.

Castro despotricaba contra Norteamérica mientras Rusia imponía su ley en la isla a cambio de un millón de dólares diarios.

Su alianza con la URSS estuvo a pasos de provocar una guerra nuclear. Éste hecho y otros sucesos de la época llevaron al papa Juan XXIII a lanzar su encíclica “Pacem in terris”.

Ese episodio, conocido como “la crisis de los misiles”, ocurrió en octubre de 1962.

Fidel Castro entregó la isla a los soviéticos para que fuera usada como base de emplazamiento de más de cuarenta cohetes capaces de lanzar misiles atómicos sobre los Estados Unidos y sobre las principales ciudades del continente americano.

En otro orden, el régimen castrista, que iba desmantelando las instituciones, rehusó reponer la Constitución de 1940 que había creado un Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales.

Esa Carta Magna había sido suprimida por el anterior dictador, coronel Fulgencio Batista.

Siempre se negó a convocar a elecciones, de tal forma que para generaciones enteras de cubanos la urna es una entelequia: saben que existe, pero nunca la han visto.

Mandó a dirigentes políticos e inclusive a algunos de sus propios comandantes revolucionarios a las mazmorras del régimen; dividió a la familia, forzó al exilio a millones, y fusiló a centenares de sus prisioneros en la fortaleza colonial de La Cabaña.

Sobre tales fusilamientos el propio Che Guevara reveló: “Fusilamientos. Si, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Tienen que saber esos gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida por ellos”.

Tan terrible confesión, hecha en febrero de 1959 a través del Canal 26 de televisión, marca a fuego el cimiento de sangre sobre el que se construyó el castrismo.

La mayoría de esos asesinatos se realizaron en la antigua fortaleza española llamada La Cabaña, razón por la que el Che se ganó el triste mote de “El carnicero de La Cabaña”.

Se responsabilizó al régimen cubano de unos 3.120 casos documentados de fusilamientos extrajudiciales.

Igualmente, instaló en el país una copia del Archipiélago Gulag ruso: Guanahacabibes. En éste campo de trabajos forzados fueron enviados disidentes, homosexuales, sacerdotes, Testigos de Jehová y otras gentes que para el régimen era “pura escoria”.

Los que salieron de Cuba

“Cuando salí de Cuba” es una triste canción de Luís Aguilé que también fue interpretada con no menos tristeza por Celia Cruz, la gran cantante a la que Castro no le permitió venir al velatorio de su madre.

Dos millones de personas, según algunas fuentes, tres millones, según otras fuentes, salieron como pudieron de Cuba. Muchos de ellos, procurando huir, murieron en el intento.

El 27 de noviembre de 1999, un bote en el que catorce personas intentaban llegar a Miami, naufragó.

El único sobreviviente fue Elías González, un niño de sólo seis años. Aferrado a un neumático, flotó a la deriva por el Estrecho de Florida durante dos días, hasta ser rescatado por unos pescadores norteamericanos que andaban por la zona.

A finales de los años 60 y principios de los 70, Cuba fue refugio y aguantadero de cuantos terroristas latinoamericanos quisieran ir a refugiarse o a entrenarse militarmente allí.

Según Amnistía Internacional, en la década del 60 ese régimen tenía en sus cárceles unos 20.000 presos políticos; diez años después, 2.000; en 1980, 1.000, y en marzo de 2008, entre 58 a 200.

Por estos últimos presos políticos, la Iglesia católica cubana presentó un enérgico reclamo ante el comandante Raúl Castro, quien sucedió en el cargo a su hermano Fidel.

El volcán en erupción en que por estos días se ha convertido Cuba es la suma total de muchas tristes historias, además, obviamente, de su lamentable presente.

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