Cómo salir de la burbuja, esa coraza que nos protege y encarcela a la vez

Nos sentimos segures mientras estamos con nuestros pares. Pero la vida así es imposible: en algún momento debemos enfrentar a quien no sólo no piensa como nosotres, sino que ni siquiera nos respeta. Pero igual hay que animarse

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¿A quién no le gustaba explotar burbujas de chiquite? Usar el burbujero era un planazo estuviéramos donde estuviéramos; la plaza, la playa, el living de nuestras casas, un cumpleaños. Para nosotres era súper divertido y, para les padres, una tranquilidad. ¿Qué daño podría hacerle a un niñe una simple burbuja indefensa e insulsa? Lo peor que podía pasar era que te entrase en el ojo, un shot de detergente o quién sabe qué fórmula te invadía las retinas por algunos segundos, un poco de ardor y listo, no big deal.

Es interesante cómo el concepto de burbuja ha ido virando hacia otro lugar mucho menos inocente. Cómo algo que antes nos generaba alegría porque era un espacio lúdico, hoy se ha transformado en algo casi analítico y fastidioso. ¿Qué es una burbuja para ustedes hoy?

Para mí una burbuja ya no es una esfera que hacemos con la saliva, ni es esos circulitos de jabón que perseguíamos hasta explotar para reírnos sin motivo. Hoy, una burbuja, me lleva a pensar en el encierro, hasta me animaría a decir que me lleva a pensar en una cárcel.

Hace unos días fuimos a la plaza a ranchear con amigas. Entre birras y charlas, cae el chongo de una de ellas con dos amigos más. A ellos nunca los habíamos visto antes y por lo que mi amiga nos había contado, éramos de ambientes muy diferentes. Al llegar, se presentaron muy amablemente y se sentaron con nosotras. Luego del saludo incómodo general, seguimos charlando de lo mucho que añorábamos salir a bailar, ir a recitales y a partidos de fútbol. A lo que uno de ellos, casi como si estuviera en una máquina del tiempo, absolutamente desconectado de la actualidad y, por sobre todo, el ambiente en el que estaba, le preguntó a mi amiga que había hablado del fútbol: “¿Extrañás ir a la cancha, vos?”. Todas nos quedamos mudas, boquiabiertas. Fue tal la sorpresa de ese comentario que, al principio, no entendíamos si lo preguntaba en serio o para jodernos. El típico chiste (para nada gracioso) rompehielos-grietas entre feministas y no feministas. Mi amiga se rió nerviosa, pude notar en su mirada las ganas que tenía de salir corriendo, meterse en su cama, taparse con las sábanas y no volver a despertar hasta el día siguiente.

–Sí, extraño ir a la cancha… ¿Acaso no puedo? –dijo mi amiga.

–Pero si en la cancha no hay shopping… Ah, debés extrañar ir a comprar el merchandising. –respondió él.

Una cancha de fútbol, también
Una cancha de fútbol, también territorio de mujeres. (Reuters)

WHAT THE FUCKING FUCK? Todas lo miramos fijo, éramos serpientes a punto de hacer bailar nuestras lenguas y cambiar de piel. Mi amiga, la que chongueaba con el amigo del señor fútbol, respiró hondo y dijo: “¿No te parece un poco desubicado tu comentario?”. A lo que él respondió: “Uy, bueno, cuánta susceptibilidad por acá”. Luego de eso… para qué contarles. Se armó una pelea para nada placentera. Una discusión que a fin de cuentas terminó en el principio: entendimiento y empatía cero. Dos fuerzas opuestas que en vez de atraerse se alejaban cada vez más y más.

A veces nos olvidamos de que el mundo es mucho más grande que nuestro rancho con amigues y eso descoloca. Hasta las redes sociales nos evitan ir por caminos que no son los recurrentes. Todo y todes nos llevan a meternos en esa burbuja que nos protege de lo diferente, porque lo que hay por fuera puede ser traumático y eso nos da fobia, terror. Y a veces eso está bien porque es necesario; cuidarnos de lo que sentimos que nos hace mal, de lo que disiente de nuestros valores. Pero el problema es cuando eso se convierte en nuestra cotidianidad y entonces nos volvemos ciegos. Si nunca salimos de esa burbuja, es muy difícil saber cómo es el mundo verdaderamente. Une cree que accede a la realidad, pero es una realidad que está filtrada. Nuestra idea del mundo es sesgada, limitada. ¿Pero qué pasa cuando nos topamos con esa otra burbuja? Explotamos.

Y entonces deja de haber un punto de unión. Esa explosión de desencuentro derrumba todos los puentes y canales, destruye el diálogo. Y a la vez me pregunto, ¿cómo charlar con una fuerza que quiere tu destrucción? ¿Cómo charlar con un tipo que cree que, porque sos mujer, no puede gustarte el fútbol? Es hasta antiguo seguir debatiendo estas cuestiones.... seguir teniendo que explicarlas… ¡Es agotador, mi gente! Si bien es aterrador salir de la burbuja, es necesario. La burbuja nos protege, sí, pero también nos encarcela.

Por eso, es que las movilizaciones masivas son tan importantes. Son la contracara del desencuentro con lo diferente, es ese abrazo cálido en una noche helada, la estufa en la cola. Ver que tantas otras personas luchan por lo mismo que lucha une, da calma. Ver cómo de pronto todas esas burbujas se convierten en la espuma de una ola que avanza es la esperanza de construir un mundo mejor. El abrazo de Messi y Neymar, dos ídolos del “fútbol” que, para el chico con el que me crucé, deberían odiarse, es la esperanza de un mundo mejor.

La amistad de Messi y
La amistad de Messi y Neymar, dos ídolos que según los cánones del fútbol deberían odiarse, es la esperanza de un mundo mejor. REUTERS/Ricardo Moraes

Tenemos que ser conscientes de lo que hay por fuera de nuestra burbuja, para darnos cuenta de todo lo que queda por hacer. Para no cantar victoria antes de tiempo porque, si bien hemos avanzado inconmensurablemente, aún queda mucho, muchísimo por cambiar. Salir de la burbuja nos ayudará a no bajar los brazos, a no dar por sentado que el otro piensa como yo. Como ese chico, hay muchos otros que seguramente piensen que a las mujeres no pueden gustarles ciertas cosas o que no pueden dedicarse a algo, o que no pueden caminar por la calle con pollera y esperar no ser violadas o tantas otras afirmaciones erradas y machistas, solo por el hecho de ser mujeres. Como si eso debiera significar algo más que ser una persona, como cualquier otra.

La violencia no nos llevó a muchos lugares, más bien todo lo contrario. ¿Y si en vez de acusar, escuchamos? ¿Y si en vez de subestimar y vulnerar al que no es como nosotres, lo respetamos? No se trata de aceptación… nadie necesita la aceptación del otro, lo que hace falta es respeto. Y de eso sí que casi no hay stock. No soplemos la burbuja del otro. Pero estemos atentes de que esa otra burbuja no venga a soplarnos a nosotres porque cuando eso pase… más bien cuando eso pasa, tenemos que estar armades emocionalmente para que nadie nos explote. Ni por ser mujeres, ni por ser gays, lesbianas, trans… En fin, por ser un otre.

Si la burbuja es una porción de aire envuelta en una fina película de líquido que tiende a elevarse. Entonces cada une de nosotres es también una porción de pensamiento envueltes en un mismo mundo que tiende a cambiar. Y para cambiar hace falta que salgamos de nuestras burbujas para conocernos y comprendernos. Después de todo, cuando éramos niñes nada nos daba más placer que hacer estallar esas otras burbujas de jabón para ver cómo sus gotas se mezclaban entre nosotres y caían como una lluvia tenue y reconfortante de armonía.

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