Esa Cuba, esta Cuba

Cuba se transformó en una forma de nostalgia. Pero muchos ya habíamos aprendido a mirar de frente al carruaje que se transformó en calabaza: el estado policial, la represión a los disidentes o críticos del régimen, la llegada del nuevo financista venezolano, la censura y la pobreza

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Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, Cuba, 1958 (Getty Images)
Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, Cuba, 1958 (Getty Images)

Crecí en un hogar de izquierda. De niño escuché hablar de Cuba en casa en reuniones de de mis padres con amigos. De esa Cuba se hablaba con admiración y respeto. La isla era mencionada como el Paraíso en la tierra. Cuba era todo lo que estaba bien en el mundo. Su galería de personajes era extraordinaria: Fidel, el Che, Camilo. La hazaña, la aventura. La comprobación material de que el sueño existe y es realidad.

En aquellos años 70 de mis primeros recuerdos Cuba producía orgullo en casa: había eliminado el analfabetismo y se hablaba de un sistema de salud de alta calidad gratuito  para todos los cubanos.

En un hogar de izquierda Cuba era la otra Patria. Sus visitantes gozaban de un prestigio adicional: habían pisado la Tierra Prometida, podían contar cómo eran las cosas allá, en el cielo. Podían hablar de los libros a precios ridículamente bajos, de los logros de la Revolución. Decían que la gente vivía bien y lo repetían con la certeza de quien ha sido testigo.

Por supuesto estaban las críticas. Pero junto a ellas estaba el antídoto: todas eran producto del Imperialismo y de los gusanos que habían emigrado. Que, por supuesto, querían destruir el paraíso a pocas millas de la Florida. Desde Bahía de Cochinos, claro. La gran humillación. Todo lo demás eran herramientas de la propaganda. ¿Quién iba a creer que en Cuba se fusilaba, se torturaba, se perseguía? Solo el imperio era capaz de tanta infamia. ¿Y la libertad? Bueno, la libertad la tenían los cubanos al haber derrocado a al tirano Fulgencio Batista. Y al haber iniciado su camino al socialismo. Cuba era un nombre del futuro. Esa Cuba.

Esa Cuba era también una Cuba en la que cabían todos: los peronistas se fascinaban, los nacionalistas de derecha la admiraban, los comunistas se demoraron un poco en entenderla, tanto como la Unión Soviética, pero la adoptaron como bandera. Esa Cuba era la primera señal de la llegada del nuevo Mesías: el Hombre Nuevo.

Cuando fui creciendo y ya era un adolescente, esa Cuba ya no se parecía a esa Cuba. Aún permanecían sus logros en el imaginario progresista. Con cierto grado de sumisión y complacencia, las críticas a Cuba se dejaban oír: ese “asunto” con los homosexuales, el Mariel, los negocios del General Ochoa y el narcotráfico. Cuba tenía sus pequeños y marginales defectos para los progres de entonces. Pero seguía siendo esa Cuba. Apenas un poco más sombría.

Y esa Cuba se abrió al turismo. Y miles de familias progresistas disfrutaron de todo lo que se podía hacer con un dólar en La Habana. El sexo barato, los hoteles lujosos, el Tropicana, los mojitos de Hemingway fueron el preámbulo de la transformación de esa Cuba en esta Cuba.

La policía detiene a un manifestante antigubernamental durante una protesta en La Habana, el domingo 11 de julio de 2021. Cientos de personas salieron a las calles en varias ciudades de Cuba para protestar contra la escasez de alimentos y los altos precios en medio de la crisis sanitaria por la pandemia de coronavirus (AP/Ramón Espinosa)
La policía detiene a un manifestante antigubernamental durante una protesta en La Habana, el domingo 11 de julio de 2021. Cientos de personas salieron a las calles en varias ciudades de Cuba para protestar contra la escasez de alimentos y los altos precios en medio de la crisis sanitaria por la pandemia de coronavirus (AP/Ramón Espinosa)

Desde hace ya algún tiempo sé que esta Cuba es la misma que esa Cuba. ¿Cambió la Revolución? ¿Cambié yo? La Revolución murió como idea y quedó relegada a una obsesión de fundamentalistas religiosos y de los otros. Se acabó la Unión Soviética, el gran financista del experimento. Y el carruaje comenzó a convertirse en calabaza de la noche a la mañana. De “Tu querida presencia, Comandante Che Guevara” al ritmo furioso de “Patria y Vida”.

Para algunos, Cuba se transformó en una forma de nostalgia. Pero muchos ya habíamos aprendido a mirar de frente a la calabaza: el estado policial, la represión a los disidentes o críticos del régimen, la llegada del nuevo financista venezolano, la censura. Y también la pobreza y la eterna espera de la remesa del pariente en Miami.

Esta Cuba obsoleta, totalitaria, reaccionaria, retrógrada, tal vez haya sido siempre esa misma Cuba. Tal vez no. En cualquier caso, esta Cuba es la peor de todas. Quizás haya sido siempre así. Quizás para otros fue un sueño que se volvió pesadilla.

Como sea, esa y esta Cuba han comenzado a despertarse. De su sueño, que fue el de tantos. Y de su pesadilla que padecieron cientos de miles. Patria y vida.

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