El Gobierno venía barriendo debajo de la alfombra los problemas que se le van acumulando en los frentes fiscal, monetario, comercial y cambiario, con la clara intención de tratar de llegar a las elecciones, primero a las PASO, en septiembre; y luego las legislativas de medio término, en noviembre.
Al estirar el plazo sin tomar medidas de fondo para estabilizar la economía el Poder Ejecutivo consigue más tiempo para vacunar a más gente contra el covid-19 y con ello cree que podrá mejorar el humor social, pero al mismo tiempo asume el riesgo de que toda “la basura” que está barriendo debajo de la alfombra le empiece a salir por los costados.
Hay al menos dos datos ciertos que el mercado sabe y que, más tarde o más temprano, van a generar un salto de precios relativos:
Al estirar el plazo sin tomar medidas de fondo para estabilizar la economía el Poder Ejecutivo consigue más tiempo para vacunar a más gente contra el covid-19 y con ello cree que podrá mejorar el humor social
1) el del atraso de las tarifas de los servicios públicos para llegar a las elecciones con valores artificialmente bajos. Ese atraso tiene que ser compensado con subsidios económicos que pegan sobre el nivel de gasto público y generan, entre otros factores, un déficit fiscal que requiere de emisión monetaria para financiarlo, produciendo potenciales presiones inflacionarias. Es que el gasto en subsidios económicos para mantener esa política aumentó 50% en los primeros 5 meses de 2021 respecto de igual período del año previo, unos $121.000 millones adicionales;
2) el atraso del tipo de cambio oficial, habida cuenta de que durante todo el primer semestre se movió muy por debajo de la tasa de inflación.
Como refleja el gráfico, a partir de febrero el BCRA viene ajustando el tipo de cambio oficial muy por debajo de la inflación. Para el cálculo de aumento del tipo de cambio oficial se toma el promedio mensual y el IPC de junio es la estimación del Relevamiento de Expectativas de Mercado que hace la entidad monetaria.
Si bien el ministro de Economía, Martín Guzmán, afirmó que luego de las elecciones no habrá devaluación, el mercado sabe que cuando se dicen estas cosas siempre repican en la mente aquellas frases desafortunadas de otros ex ministros, a principios de 1980: “el que apuesta al dólar pierde” -Lorenzo Sigaut-, o en 1989, en plena hiperfinflación: “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo” - Juan Carlos Pugliese-; y ya en los 2000: “el que depositó dólares, recibirá dólares” -Eduardo Duhalde-, pero recibió pesos a una paridad artificial muy por debajo del valor libre, por citar solo algunos ejemplos.
Historias que se repiten
Hay probadas evidencias de que cuántas más presiones se acumulen sobre el tipo de cambio, el ajuste futuro será inevitable y más intenso. Por eso los agentes económicos se adelantan.
Martín Guzmán, afirmó que luego de las elecciones no habrá devaluación, el mercado sabe que cuando se dicen estas cosas siempre repican en la mente aquellas frases desafortunadas de otros ex ministros
Justamente, la decisión del BCRA y de la CNV de cambiar las reglas de juego sobre el contado con liquidez, un sábado a la noche, en la previa de la final de la Copa Sudamericana de fútbol, fue un movimiento burdo por la medida en sí y por el momento que se eligió para emitir la circulares.
La medida en sí muestra a un BCRA desesperado por frenar la huida del peso y el refugio en el dólar. Pero más grosero fue tratar de hacerlo pasar desapercibido en el medio de un sábado a la noche en pleno partido de fútbol con la gente pendiente del resultado de la final. Hacerlo ese día y en ese momento genera más desconfianza que si se hubiese hecho un día de semana, porque muestra a la entidad monetaria tratando de sorprender a un mercado que por su naturaleza no sólo siempre se anticipa, sino que además reacciona con más rapidez.
El gráfico muestra la evolución de la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el blue en los últimos 50 años y medio. Los picos más altos están en 1975 con el rodrigazo, en la hiperinflación y otros momentos de crisis cambiaria como a fines de 1983. Lo concreto es que, una vez más, se repite la vieja historia de un Banco Central que produce una moneda de muy mala calidad y pretende que los agentes económicos, empresas y trabajadores, igual la quieran mantener. Esto es como si uno de los pizzeros del barrio hiciera pizzas horribles y utilizara la fuerza armada contra sus vecinos para que no les compren a sus competidores y obligarlos a comer un producto de pésima calidad y caro.
Los picos más altos de brecha cambiaria se produjeron en 1975 con el rodrigazo, en la hiperinflación y otros momentos de crisis cambiaria como a fines de 1983
La moneda, aun siendo confiable, es una mercadería como cualquier otro bien o servicio, cuya demanda depende de su calidad y precio. Y, la verdad, es que la calidad del peso es malísima porque se derrite como una barra de hielo en el medio del desierto, es decir, pierde valor adquisitivo a paso acelerado como consecuencia del proceso inflacionario que genera el despilfarro de gasto público.
No solo se trata del déficit fiscal pasado, presente y futuro que se presentan con los anuncios populistas de cara a las elecciones lo que hace huir a los agentes económicos de una moneda ya destruida, además, el BCRA sigue acumulando una deuda impagable vía Leliq y operaciones de Pases que ya superan los $3,7 billones y genera un gasto cuasifiscal de $1,7 billones por año, el cual supera, incluso, al déficit fiscal previsto en el Presupuesto 2021 de la Administración Central.
De ahí que son varias los serios problemas que el Gobierno sigue escondiendo bajo la alfombra y los agentes económicos lo saben. Así que, lo sorprendente no es que suba abruptamente el tipo de cambio libre. Lo sorprendente es que se haya mantenido tranquilo durante varios meses.
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