La Argentina necesita de todos. La pandemia obligó a reescribir nuestro presente y futuro. En este contexto cruel y contradictorio, hay también una oportunidad. Una situación excepcional a nivel mundial exige templanza y un timón seguro. Nos han hecho creer que el camino es suspender derechos y libertades mientras el gobierno esquiva sus obligaciones y se hunde en peleas internas que dejan al ciudadano a la intemperie.
El jefe del bloque oficialista de Diputados, Máximo Kirchner, puso sobre la mesa los motivos reales detrás del fracaso de la negociación con el laboratorio Pfizer. “Tenemos que tener más autoestima como país ¿o acaso siempre vamos a buscar la validación afuera y no en nuestra propia experiencia? (...) No quiero un país que sea juguete de las circunstancias o que tenga que ceder a los caprichos de laboratorios extranjeros que, con muchísima mezquindad, buscan siempre doblarle el brazo al Gobierno”. Para el hijo de la Vicepresidenta hay aquí una cuestión de orgullo nacional machacado que se esconde tras la falsa premisa de que “no hay que buscar validación afuera” para sacar pecho y arreglarnos con lo nuestro. Egoísmo puro porque para muchas familias lo que en verdad estaba en juego era la posibilidad de acceder a una herramienta que les evite caminar sobre la línea entre la vida y la muerte.
A 24 horas del discurso del jefe de La Cámpora, el Presidente que junto a la Secretaria Legal y Técnica Vilma Ibarra había elaborado el DNU para destrabar la llegada de vacunas de los laboratorios norteamericanos, también se sintió tocado en su autoestima y en su ser nacional y salió a responderle: “No esperen de mí que firme algo que arruine la vida del pueblo Argentino. Si alguien espera que yo claudique ante los acreedores o ante un laboratorio se equivoca”. El acto en Tucuman por el festejo de nuestra independencia sirvió de escenario.
El nacionalismo adolescente busca generar en los ciudadanos un sentimiento de pertenencia desmedido demonizando a las otras sociedades sin reconocer sus méritos y sus avances. ”Lo nuestro” es lo único que tiene valor épico y lleva a la exaltación del grupo invitándolo a hacer realidad los sueños propios siempre merecidos y que todos nos han negado. El precio que hay que pagar para llegar al objetivo es siempre un mal menor.
Sin embargo, el costo de no haber alcanzado un acuerdo en tiempo y forma con los laboratorios Pfizer, Johnson y Moderna se mide radicalmente en vidas que se han perdido. Por esa decisión que el ex ministro Ginés González García y la ministra Carla Vizzotti deben explicar, nuestro país se vio privado de la llegada de 3 millones de vacunas de Pfizer al 31 de marzo y de 5 millones más al 30 de junio. El contexto temporal es determinante porque hacia fines del mes de marzo Argentina sólo había vacunado a 700 mil personas con 1 sola dosis y a 200 personas con el esquema completo.
De haber aceptado el acuerdo se hubieran podido inocular 3 millones de compatriotas con 1 dosis ó 1,5 millones con ambas dosis. Muchas de las personas que no pudieron acceder a esas vacunas, hoy integran el lamentable número de fallecidos o pelean por su vida en una cama de terapia intensiva.
¿El nacionalismo egoísta tampoco le permitió a Máximo Kirchner pensar en los más de cien mil niños y adolescentes entre 12 y 18 años que padecen comorbilidades? Hasta el momento la vacuna de Pfizer es la única formalmente autorizada para estos grupos de riesgo y la única recomendada para embarazadas.
La respuesta es no. Un “no” rotundo porque la decisión de no comprarle a Pfizer ya estaba tomada mucho antes que la ley de vacunas se aprobara en el Congreso. Era un mandato y un ĺimite ideológico que emanaba desde las entrañas del Instituto Patria.
Pfizer había ofrecido al gobierno Argentino un contrato por 13, 2 millones de vacunas.
La primera propuesta la acercó el 25 de julio de 2020. La segunda el 1° de Octubre de ese año. En su texto formal ya estaban determinadas y explicitadas las condiciones legales que el laboratorio estadounidense necesitaba para llevar adelante la venta. Sin embargo, en la ley que votó el Congreso no se consideraron esas condiciones. La novela que se montó sobre la inclusión de la palabra “negligencia” que reducía el paraguas legal solicitado por Pfizer en caso de fallas o problemas derivados de la utilización del inóculo, fue una cortina de humo más para hacer fracasar la negociación. Desde un primer momento se me acusó de pedir la inclusión del vocablo en el texto de la ley, haciendo circular una mentira que se terminó de desarticular con los registros en video de la reunión de la Comisión de Acción Social y Salud del 30 de septiembre del 2020. Del encuentro virtual participó Mauricio Monsalvo, Secretario de Gestión Administrativa del Ministerio de Salud, quien se reunía con los laboratorios para cerrar los contratos para la provisión de vacunas. Exactamente a las 17:55 hs la diputada del Frente de Todos Cecilia Moreau preguntó a Monsalvo: “¿Las cláusulas propuestas en cuanto a la indemnidad incluyen indemnidad en cuanto a la ‘negligencia’ de los desarrolladores?”. La respuesta de Monsalvo fue negativa y más tarde el vocablo se introdujo en el texto final. Ambos sabían lo que hacían. La jugada se había consumado. De esta manera el contrato no pudo prosperar y el gobierno allanó el camino para abocarse a cerrar su negocio con Astrazeneca.
Nacionalismo para algunos y capitalismo de amigos para otros. Siempre se puede acomodar el relato kirchnerista dependiendo del interlocutor. Lo cierto es que, el resultado dejó una marca imborrable para miles de familias que necesitaban esa y otras vacunas. El país se encamina irremediablemente a superar los 100 mil muertos por Covid 19. Negocios y vacunados VIP nos recuerdan que en la Argentina hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Mientras tanto los responsables de estas inequidades no muestran el más mínimo remordimiento.
Que Dios y la Patria se lo demanden.