En algunas plazas cubanas, el 12 de julio, el día después que en la isla se sucedieran protestas inéditas, suena los parlantes con música. La visión aparentemente de que no pasa nada es macabra. Y uno que nació y vivió allá buena parte de su vida, sabe que pasa de todo y que el todo hoy también es diferente.
La isla prácticamente tiene vetadas las comunicaciones. Tumbar internet en Cuba fue el intento de evitar que se supiera lo que estaba pasando. Sólo que ayer 11 de julio lo hicieron demasiado tarde. En las redes está la Patria plural, de occidente al oriente, algo que no se había visto antes con tanta fuerza, marchas y contra marchas, a favor y en contra, cánticos, golpes, dolor, cubano contra cubano.
Entender lo que pasa en Cuba no será nunca fácil. Dentro de la isla convive una población dividida entre los que todavía creen en el futuro de la Revolución, los que dejaron de creer y aquellos a los que no les importa y solo quieren vivir mejor. Unos y otros se conocen, conviven en un mismo espacio, comparten todo, incluso la ilegalidad de la vida diaria y puestos a escoger bandos en una hipotética guerra civil las consecuencias podrían ser terribles. A estos se suman los que se fueron del país y que ayudan con sus aportes de remesas a los que se quedaron y que al igual que los que están en Cuba sostienen las más diversas ideas políticas.
Dividir en buenos y malos a un país, harto de estar harto, no sirve. Salir desde el gobierno a decir que todos los que marcharon ayer en las calles de ciudades y pueblos son mercenarios, pagados por el imperialismo yanqui, vendepatria y tantos y tantos epítetos amasados durante más de 60 años de Revolución, no sirve ya y, además, es mentira. Eran demasiados. En esa masa que todos vimos por internet había de todo, claro está. Hay quienes fueron a pedir cambios urgentes y necesarios, otros sangre, el famoso ojo por ojo, otros, continuidad, pero todos, absolutamente todos, están cansados de crisis sucesivas y eternas, tienen hambre, están hartos de hacer colas, de apagones interminables, de la falta de medicinas en medio de una pandemia terrible que hace agonizar al mundo. Los que salieron de un bando y de otro y los que se quedaron en su casa esperando a ver qué pasaba, forman parte de un pueblo acostumbrado a la agonía que se merece algo mejor.
La folclorización de Cuba en el extranjero poco tiene que ver con lo que se vive adentro. El mundo imaginario de una isla digna y próspera quizás no se logre nunca. Insisto con esto porque la idea tan hermosa de que todos somos iguales, es sabido que nunca se cumplió en el mundo y menos en la isla que quiso ser faro del mundo. Tampoco la ingenuidad primitiva de la que hablaba Montaigne, un filósofo que Fidel Castro solía leer.
Los sucesos de ayer eran previsibles, aunque se suponía que fueran aislados como otras manifestaciones que han ocurrido recientemente y no que se sucedieran en buena parte del país como pasó. La situación hoy es más dura que nunca con una economía colapsada a extremos nunca antes vistos y la cifra en aumento de infestados y muertos por Covid. El país que ha creado vacunas efectivas en medio de la pandemia carece de medicinas de primera necesidad. La falta de alimentos y productos de aseo y comida provoca largas hileras en las tiendas habilitadas lo que hace que la acción de preservarse dentro de las casas sea una utopía, como otras tantas. Ciudades enteras como Matanzas y Cárdenas se han declarado en emergencia con hospitales colapsados. La decisión de recibir turistas para contribuir a la maltratada economía trajo consigo la infección con las variantes más terribles.
Al pedido de libertad, cambio de gobierno y otros que se escucharon ayer se unieron también los de corredores humanitarios, como respuesta inmediata. Más allá de la viabilidad de unos y otros, la realidad es que Cuba ha sido solidaria con muchos países en momentos de dificultad y la actual dirección del gobierno cubano puede activar los mecanismos de ayuda que se establecen entre países para aliviar la actual situación con respuestas concretas que preserven la salud y la vida del pueblo.
A su vez el sentido común debe primar sobre mezquindades varias y palabras repetidas que han perdido su valor. Culpar a Estados Unidos de todo lo malo que pasa en Cuba no es real aunque es verdad que mantiene un bloqueo económico que no tiene razón de ser. Pedir la intervención militar de otros países a la isla es improcedente, mantener posturas inmóviles en un mundo que cambia es nefasto y cruel, prometer dirigir un país hacia un mundo mejor durante años y años y no haber sabido o podido hacerlo, también y especialmente es indigno que el presidente de Cuba dé “una orden de combate” que significa un llamado a derramar sangre cubana en un escenario desigual.
¿Qué va a pasar en Cuba? es la pregunta que me hacen mientras escribo esto. Es la misma que me han hecho durante muchos años. No puedo saberlo. Lo que sí sé es que la respuesta la tienen los cubanos que viven en la isla. Unos y otros, esos que marchan a favor y en contra. Ellos, todos, solo quieren vivir en un mundo mejor.
La autora es una periodista y escritora cubana que vive en Argentina desde hace muchos años
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