El vecinalismo como nuevo paradigma social y político

Como el avance tecnológico y el desgaste producido por la concentración de poder dio lugar a un nuevo fenómeno social y político. ¿El vecinalismo llegó para quedarse y transformar la política?

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(AP)
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Desde la vuelta a la democracia, surgieron alternativas políticas por fuera de los partidos tradicionales, orientadas al bien común local de cada distrito, la defensa de los intereses de los vecinos y en reclamo de una mayor participación de los municipios en el quehacer cotidiano.

Con la crisis política, económica e institucional del año 2001, muchos nuevos espacios de corte vecinalista surgieron, nuevamente, para tratar de captar el electorado “cansado” y descreído respecto de la clase política tradicional, luego del “que se vayan todos”. Históricamente se trataron a los partidos vecinales, o a los vecinalismos, como una expresión extraña de la política, llamada quizás a surgir en momentos de crisis y sin base real “ideológica”.

Partidos grandes, de izquierda, derecha y centro, los ningunearon sistemáticamente y trataron de cooptar, para licuar su participación, siendo absorbidos las más de las veces, por las estructuras tradicionales.

Los vecinalistas cuentan con grandes problemas para lograr una permanencia en el tiempo: La falta de financiamiento político, ya que no se encuentran comprendidos en la ley de financiamientos políticos de Nación, y en provincia de Buenos Aires no existe ley alguna al respecto. El costo que significa una campaña electoral, con boletas electorales sábanas muy costosas. Falta de asignación de espacio publicitario. Y la eterna lucha de una boleta “corta” contra las listas sábanas de partidos grandes, con su efecto arrastre incluido, son algunas de las más importantes problemáticas.

Es por esto, que suelen aparecer y en unos años desintegrarse, reformularse o ser absorbidos por otras estructuras que sí cuentan con todos esos recursos electorales. Sumado a esto, esta el tema ideológico. Al parecer la política tradicional, encasilla u obliga a estos vecinalismos y a los electores a tratar de definir sus posturas de acuerdo a tres grandes opciones: izquierda, derecha o centro. En esa inteligencia, muchas personas y electores tratan de pasar por ese filtro a las agrupaciones vecinales. Y ahí esta otro de los problemas, que quizás sea la solución también.

La mayoría de los vecinalismos son espacios políticos muy democráticos. Transversales ideológicamente. Espacios de diálogo y debate, donde confluyen personas con distintos pensamientos. Solo los guía un gran ideal: mejorar la vida del vecino de su distrito. Como a veces se dice, “hacen política de abajo hacia arriba”. Se quitan las camisetas partidarias y se ponen en los hombros la bandera del bien común, del pragmatismo a ultranza y de luchar no desde lo discursivo sino de lo propositivo. Ellos detectan problemas que la política tradicional parecería no ver, y tratan de formular alternativa de solución, desde la visión particular de su distrito.

Esto los lleva a que a veces los tilden de faltos de ideología. También los fortalece en interpretar la democracia de la forma más pura: respeto de las ideas diferentes, consenso, critica constructiva y propuestas concretas.

La realidad de la provincia de Buenos Aires indica que está conformada por 135 municipios, muchos de los cuales son iguales o más grandes en población que provincias enteras de nuestro país. Con problemáticas muy particulares, dependiendo su idiosincrasia local, su estructura institucional, sus servicios públicos y su presupuesto (muchas veces supeditado a la voluntad política del gobernador de turno).

La política tradicional, no solo en Buenos Aires, sino también en el país y en el mundo, se encuentra en crisis. Uno de los ejes fundamentales es la falta de representatividad y confianza con que cuentan los políticos respecto de la gente común no politizada. Más de la mitad de la población no cree en los dirigentes políticos o entiende que no dan respuesta a sus problemas cotidianos y urgentes.

Otro de los motivos es la falta de democracia interna partidaria, en donde muchos dirigentes se ven limitados en la expresión de sus parecer e ideas y donde se prioriza la voluntad del “bloque”.

Estos motivos, sumados a la violencia dialéctica, la confrontación permanente por el solo hecho de pensar diferente, y la falta de autocrítica hace que la política tradicional se encuentre inmersa en una crisis profunda, de la que quizás no salga, tal como la conocíamos hasta hoy.

La pandemia de Covid-19, el aislamiento social, la crisis económica y social que se está viviendo, sumado al cada vez más accesible contacto en internet (no por precio sino por disponibilidad, ya sea por una PC o notebook o tan solo a través del plan de datos del celular) hace que muchas más personas puedan tener acceso a información casi en tiempo real. Y que puedan conocer nuevas formas de hacer política y de vincularse con los problemas de la gente.

Es quizás esta situación la más propicia para el fortalecimiento de los espacios vecinales. Su virtud de tolerancia y transversalidad, su clara visión de cercanía, tanto presencial como en redes sociales, el conocimiento de la gente, del electorado, de quienes son sus integrantes -el vecino, el comerciante, el abogado, el doctor- y la realidad de un mundo intercomunicado en donde las redes sociales e internet se convirtieron en un medio de comunicación permanente entre las personas, hace pensar que, quizás, en esta oportunidad, los vecinalismos llegaron para quedarse.

Si pueden fortalecer su espíritu democrático y colaboracionista, sumando nuevas voluntades y juntándose con otros espacios vecinales, manejando correctamente las redes sociales y reclamando fuertemente, a los gritos, y con la ayuda de la gente su equiparación con las grandes estructuras en cuando a la participación de los fondos políticos para boletas y campañas, la modificación del sistema electoral y la instauración de la Boleta Única Papel, para terminar con el arrastre de las listas sábanas, quizás con esto, llegaron para quedarse. Y con ello, lograr constituirse como una alternativa real, democrática, local, multipartidaria, o mejor dicho inter ideológica, en donde el vecino pueda participar activamente y donde los intereses de los políticos confluyan en el mismo sentido que las necesidades de la gente.

Como escuché una vez, la salud, la seguridad y la educación, no tienen ideología. El bien común de los vecinos y sus necesidades concretas tampoco. Es hora de que los vecinalismos se queden en la política y empujen el cambio de las instituciones desgastadas y descreídas. Necesitamos avanzar a una política acorde a las realidades sociales actuales.

Como sociedad, necesitamos que nuestra clase política debata civilizadamente, de cara a las reales necesidades de la sociedad, escuchando todas las voces. Cada persona cuenta.

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