Es que, les digo, Raffaella era uno de esos mensajeros de la alegría de vivir. Seres que llegan a esta colmena para traer la dicha o el olvido. Exorcizar la oscuridad y el miedo. Soltar la posibilidad de embellecer al pasarlo bien, con todo. Una conexión necesaria aunque todos conocemos el final. Nadie está spoileando.
Murió a los 78. Y ahí todo el mundo se quedó de hielo y de pena. Ella, tan inteligente, frágil en apariencia pero con potencia absoluta, gracia. Ella, tan sexy, tan salada. Al ver que había muerto se produjo una rabia asentada sobre una contradicción. Dijo por esos días -el lunes, nada, horas- un tuiteador que fue capaz de ponerlo en corto: “Raffaella Carrà era incompatible con la muerte”. Esa es la ofensa que sentimos ahora, en este momento. La muerte de Raffaella nos ha ofendido.
No cantaba como la enorme Mina, ni con la perfecta manera de cantar con la sensualidad como de cierva en celo propiedad de Ornella Vanoni. Grande, sí, era distinta. El tapón del champán, la noche feliz, el torbellino que lava la posibilidad de que no todo estaba vacío de sentido. 5353456. Y otra vez. Así. Ella llamaba sin parar y el teléfono. ¿Volver a llamar, sola, otra vez? 5353456. Las cabecitas sospechosas de los censores prohibieron un tiempo el canto y el número: la letra dice que el dedo se ha puesto colorado por la insistencia. Aquí, obligaron a cambiar “para hacer bien el amor hay que venir al sur” por “para enamorarse, etc.” Esta criatura delicada, con su energía imposible de resistir, cargaba significados que la gente pescaba de inmediato mientras bailaba su coreografía siempre perfecta, siempre sin el menor quantum de vulgaridad, ceñida al cuerpo como una piel sin que se viera ninguna -ombligo sí, nave insignia- como si bailara desnuda.
Raffaella. En cualquier momento pueden desmelenarse y gozar del instante niños alegres, señores desalmidonados por obra y magia, vitaminazados señoras y señores muy crecidos, con la mujer que murió al revivir. Nada es eterna, ni Roma, suele decirse -¡justo allá!- excepto Raffaella Carrà. El ataúd con su coche negro brillante -así lo había pedido- hizo un recorrido por barrios, monumentos, fuentes, escalinatas, inmortalidad. Así se despidan los buenos muertos, sin que los demás tengan que ir a despedirlos y molestarse.
Adopción.
La multiplicidad y genio en cada campo de Raffaella Carrà fueron adoptados de manera visceral en la Argentina. Bueno, en muchas partes pero a nosotros nos gusta adoptar. Locura absoluta. Ya en su momento fue llamada a Hollywood y participó con cartel importante junto a Frank Sinatra en la cumbre. Se dijo que el asombroso cantante -y muy buen actor- le propuso encuentros cercanos de la tercera fase. Cosas que suelen suceder y R.C. contó de propia mano: “Era aproximación conmigo, pero muy poco amistoso con los demás. No me gustaban sus amigos ni el sistema y manera de allá. A beber desde las cuatro de la tarde y todos y cada día hasta el amanecer. Te cuidan, te dan todo mientras te mantenés pleno de hermosura y tenés pocos años. Después de tiran y te reemplazan. Un juego cruel. ”Aquí, adopción sin vueltas. Apropiación amorosa. No lo olvidó. Fue amiga de Maradona, probablemente con derechos, en momentos en que el Nápoles había ganado el campeonato con aquello de la vieja humillación meridional. No es exagerado decir que Diego era uno de los hombres más poderosos del mundo, y el fin de Diego ahora fue respondida con una carta: ”Diego, amigo, amigo queridísimo. Fue demasiado temprano”. Sin dejar de acompañar cierta sonrisa dijo en una entrevista: “Maradona era un mascalzone (no hay que traducir nada), aunque generoso y especial”.
Siempre se supo su afiliación al Partido Comunista Italiano, el más grande de Occidente. Un romano de entonces, y de lo que queda de su fragmentación luego, podía ser sin problemas marxista y católico. Ir a una asamblea del Partido y almorzar con un cardenal amigo. A tal punto que el comunismo, el eurocomunismo encabezado por el aristócrata Enrico Berlinguer pudo gobernar si –una conjetura- no hubiera ocurrido el crimen del demócrata cristiano Aldo Moro a manos de las brigadas rojas y sus manos sucias. Algo para contar aparte.
Aparte también el apoyo e inclinación de la diversidad sexual ahora agrupada en las siglas LGTB. No ella entre las paredes de la casa en que salió el cortejo del lunes. No personalmente , que ejercía el modo clásico mamá – papá, sino , está claro, por comprensión y por libertad. Era así. Una lástima decir “era”. Enemiga de la gran enemiga, Raffaella dejó para cualquiera cantado que, de todos modos, en algún lugar hay una fiesta. Qué fantástica, fantástica esta fiesta.
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