Comenzó la economía electoral

Cuando no hay opciones que puedan seguir emparchando la realidad, la única opción que queda es simplemente la radicalización de las acciones de gobierno y el enfurecimiento contra los enemigos

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Los tiempos electorales van de la mano de un dólar en relativa paz motivada por un estricto control por parte del gobierno a través del Banco Central (Archivo - Colprensa)
Los tiempos electorales van de la mano de un dólar en relativa paz motivada por un estricto control por parte del gobierno a través del Banco Central (Archivo - Colprensa)

Los años electorales son todos similares en materia económica, comienzan con promesas vacías y buenos augurios mientras el gobierno de turno se convence de la mejor de las falacias: que incentivando el consumo se dinamizará la economía logrando con esto que los distraídos voten en consecuencia.

Históricamente estos tiempos electorales van de la mano de un dólar en relativa paz motivada por un estricto control por parte del gobierno a través del Banco Central o de cualquier otra herramienta que esté al alcance del Tesoro de la Nación. Además esta política cambiaria suele acompañarse por medidas que logren empañar (al menos por un tiempo) la dinámica inflacionaria: el congelamiento de tarifas de servicios, el precio del transporte y combustibles, y hasta esquemas de precios controlados como lo son actualmente el plan “Precios Cuidados” o el flamante plan de precios “Súper Cerca”, nombres que incluso denotan un intento de esfuerzo por utilizar estrategias de marketing algo primarias (al menos para una buena parte de la sociedad que ya no cree en ninguna bondad pública).

Paula Español, secretaria de Comercio, la funcionaria detrás de programas como “Precios Cuidados” y el flamante “Súper Cerca”
Paula Español, secretaria de Comercio, la funcionaria detrás de programas como “Precios Cuidados” y el flamante “Súper Cerca”

El plan económico electoral no solo se limita a intervenir en los diferentes precios de la economía sino que además del otro lado del mostrador y casi como buscando un efecto con resultados mágicos, el gobierno intenta ensanchar los bolsillos de los electores con pesos y más pesos (esos que hasta hace dos décadas equivalían cada uno a un dólar mientras que hoy 100 de ellos apenas equivalen a 60 centavos del billete verde, casi una pérdida total del valor). En este intento que hipotecará aún más el valor de lo que queda de nuestra moneda, nos encontramos con múltiples oportunidades: aumento de planes sociales (la herramienta electoral por excelencia) en número y montos, ilusiones impositivas (como la devolución del Impuesto a las Ganancias para empleados en relación de dependencia, devolución ésta que incluso han tenido la deferencia de hacerla en cómodas cuotas para que cada mes que transcurra hasta el día de las elecciones recuerdes el “beneficio” que te ha brindado el gobierno), el guiño oficial para que las paritarias revienten por donde cada sindicato quiera, sin importar metas ni deseos de ninguna índole y por supuesto todo esto acompañado de innumerables promesas de que todo irá bien, mucho más que bien.

Las mentiras de hoy, las estaremos pagando antes de lo que creemos

Si algo de todo esto sale mal (y por desgracia así será) habrá que tener poder de reacción, mucho más cuando uno sabe que las consecuencias más tarde o más temprano, llegarán. El agravante que conlleva este proceso electoral (a diferencia de muchos otros que han precedido) es que esta vez el margen de maniobra es ínfimo: la economía se encuentra completamente estancada, la presión impositiva no da respiro ni oportunidad, no se crean empleos (por el contrario, se destruyen día a día), los que tienen alguna ilusión en otra parte del planeta se están yendo para intentar encontrarse con ella, la justicia no funciona y la delincuencia e inseguridad no nos aseguran que mañana podamos seguir escribiendo o leyendo estas breves líneas. Por desgracia cuando no hay opciones que puedan seguir emparchando la realidad, la única opción que queda es simplemente la radicalización de las acciones de gobierno y el enfurecimiento contra los enemigos, esos que necesariamente se crearán mientras se transite el camino de la degradación, y esta será la vía de escape que intentará dar solución a todo lo que no funciona: el culpable es el otro.

El agravante que conlleva este proceso electoral (a diferencia de muchos otros que han precedido) es que esta vez el margen de maniobra es ínfimo

Nunca nada es gratis: siempre hay alguien que paga la cuenta. Esta vez, la inflación contenida, el poco incentivo a exportar por la brecha cambiaria y las complicaciones para importar por la reticencia del gobierno a perder los pocos dólares que logra robarle a los exportadores, la destrucción de empleo y la emisión monetaria sin control harán de esta Argentina un país mucho más invivible del que conocemos hoy, donde los males están entre nosotros pero aún no se han terminado de despertar. Hasta que no comprendamos que las soluciones mágicas y de corto plazo a problemas estructurales no son aplicables, comprenderemos el camino que debe tomar el país para alejarse de décadas de decadencia económica y social que nos han enquistado a base de mentiras y populismo empobrecedor. Las mentiras de hoy, las estaremos pagando antes de lo que creemos.

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