El auto eléctrico y las últimas tecnologías de almacenaje y entrega de energías piden litio y nosotros lo podemos producir. Unos USD 4.000 millones se proyectaban a principio del 2019 para llegar a nuestro país con ese fin, 9 proyectos y dos ampliaciones significaban subir al tercer peldaño de la producción mundial. La Puna Jujeña, Salteña y Catamarqueña vivió una verdadera revolución. Los compatriotas coyas ya pueden mandar a sus hijos a una universidad, acceder a uno de los mejores salarios del país, algunos incluso se convirtieron en empresarios, encarando nuevas producciones y ofreciendo servicios en la Argentina que está a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar.
Sin embargo, el nuestro, un país con riquezas minerales como pocos, continúa sin comprender. Nos seguimos preguntando por qué Australia o Canadá nos sacaron tantas ventajas, si en un tiempo estuvimos mejor. Nuevos hechiceros son escuchados con atención, en lugar de convocar a especialistas para comprender lo que hace falta, aprovechando una riqueza que el mundo necesita para mejorar. Otros profesionales ligados generalmente a las ciencias sociales, opinan sin saber, ideologizados, mostrando chapas académicas con las que tapan su desfachatez. Un escenario que rápidamente, abrazados al conocimiento deberíamos abandonar.
La gula intermediaria inventó lo del triángulo del litio, produciendo la confusión entre reservas y recursos, lo que está disponible ya y lo que puede llegar a estarlo. Bolivia es subida a una falsa oferta. Los salares de Uyuni y Coipasa contienen 10 veces más magnesio que litio, no hay allí reservas para mostrar. Oro blanco, OPEP del litio, recurso estratégico, empresa nacional para la producción de litio, en la boca de muchos dirigentes políticos son frases que hablan de una histórica incomprensión.
Para el 2026 se estima que el 70% del uso del litio se destinará a la producción de baterías, donde sólo un 5% de su costo final se debe al litio. El 95% restante son otros minerales y la tecnología necesaria para hacerlas funcionar con altísima eficiencia y seguridad. El premio Nobel de química 2019 se otorgó por esas consideraciones. Hoy las grandes factorías que las producen se reparten en China (61%), EEUU (22%), Corea del Sur (12 %) y Polonia (5%). Bienvenidas las posibilidades de producir baterías en Argentina, una actividad no impedida, promovida por el gobierno de Jujuy, que encaró un emprendimiento público-privado en asociación con una empresa italiana, a las que por convenio en el 2016 se les sumara Y-TEC.
Sepamos que la producción en el país de LCE (carbonato de litio equivalente) genera un enorme valor agregado, que no debemos desconocer. Desde la cosecha y disposición de la salmuera para su concentración vía evaporación en grandes piletas, el paso a una planta de proceso en la que debe separarse el litio del resto de los elementos que lo acompañan, fundamentalmente potasio, sodio y el indeseado magnesio, repitiendo el proceso de separaciones hasta obtener un producto con alta concentración de litio grado industrial, o grado batería. Valor que está también en otorgar seguridad jurídica y garantizar competitividad a inversiones del orden de los 400 a 600 millones de dólares necesarios para poner en marcha una mina de litio. Está en el muy buen salario de 300 puestos de trabajo directos cada 20.000 toneladas de LCE que se produzcan. Está en las 100 nuevas Pymes demandadas para abastecer con bienes y servicios cada día de producción. Está en el desarrollo de nuevas infraestructuras y también en un horizonte de trabajos por 30 años.
La burbuja inmobiliaria (adquisición de derechos) y de precios (tonelada de LCE) creada alrededor del litio tiene fecha de extinción. La entrada de nuevas producciones en Australia, Chile, Canadá, China, Portugal, EE.UU., Zimbabue, Brasil, México y en nuestros salares impulsará el precio a una nueva normalidad. La caída del valor del CLE durante la pandemia, ante la interrupción en la fabricación de nuevos vehículos eléctricos, nos adelantó lo que habrá de suceder.
El litio es tan abundante que sólo Argentina aspiraba a tener instalada una capacidad de producción en el 2023, similar a lo que el mundo consumió en el 2020. Mientras que para la demanda actual de distintos metales hay reservas de plomo, oro y zinc para los próximos 18 años, plata para 21, níquel por 35, cobre para 37 y hierro por 60; existen reservas de litio teniendo en uenta el consumo proyectado para el año 2025: por los próximos 400 años. ¿En qué cabeza puede caber el formar una empresa nacional de litio, declararlo estratégico, ponerles trabas a la inversión, la que si no se hace ya jamás se concretará, pues el litio en poco tiempo sobrará?
Livent, con una capacidad de producción instalada de 19.000 toneladas de LCE por año en Catamarca, acaba de retomar inversiones por USD 300 millones para duplicarlas. Eramine en diciembre del 2019, antes del COVID19, le transmitió al presidente Alberto Fernández en París que su inversión en el salar de Centenario Ratones, Salta, para producir 20.000 toneladas de LCE se detendría hasta que Argentina supere controles de cambio y otras incertidumbres financieras. Faltan invertir allí unos USD 450 millones, de los 600 que se requieren para empezar a producir.
En informe reciente el Banco Mundial proyectó la necesidad impresionante de tener que producir unos 3.000 millones de toneladas de distintos minerales y metales, necesarios para una nueva sustentabilidad energética y consolidar el tránsito hacia la electro movilidad. Litio, cobre, plata, aluminio, cobalto, molibdeno: verán multiplicada su demanda actual, frente al objetivo de mantener el aumento de temperatura global en menos de 2° Celsius para el 2050.
Un viejo adagio enseñaba que hay tres cosas que no vuelven atrás: la flecha lanzada, la palabra dada y la oportunidad perdida. Ya no alcanzaremos los desarrollos de Australia o Canadá, fruto de tantas oportunidades que hemos perdido. Debemos dejar atrás una clara falta de visión e ideologismos que dejaron subdesarrollado a una mitad de nuestro país y a quienes lo habitan.
No somos el único país que tiene litio, sólo hace falta comprender que competimos con más de 10 países que intentan proveerlo. Necesitamos similitudes macro económicas con nuestros competidores que garanticen competitividad al producirlo y abandonar abrazados al conocimiento los mitos que nos estancan. De lo contrario habremos perdido una nueva, y tal vez en el tema litio, dada su abundancia en el planeta, nuestra última oportunidad.
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