Traeme la Pfizer: una sociedad que ignora la crisis económica y los factores que la producen está condenada a seguir padeciéndola

La Argentina modelo populista se ha convertido en el “país de los cepos” que renuncia al futuro a cambio de un presente perecedero

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Presidencia
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El mecanismo populista versión 2021 nos ha convertido en el país de los cepos al dólar, a las importaciones, a los viajes. Tenemos hasta un cepo a las vacunas. Al mismo tiempo nos tapan de impuestos imposibles de pagar para sostener una pléyade de funcionarios y legisladores que se aumentan sus dietas en lugar de donar sus ingresos a los carenciados, mientras todos juntos cantan a coro: “Traeme la Pfizer”.

Al mismo tiempo las libertadas ciudadanas se ven permanentemente avasalladas por un gobierno ocupado en ganar una elección, en lugar de sanar un país roto. La forma de ejercer el poder y gobernar es una reedición de viejas recetas agravadas por la pandemia y la falta actual de recursos de un país quebrado. Que nos rebajaran a la categoría de “standalone” demuestra el fracaso de un gobierno renuente a reconocer sus propios errores al mismo tiempo que los profundiza y tararean “Traeme la Pfizer”.

La actualidad nacional y popular es como ver la película del Titanic pero en cámara lenta, mientras la calidad de vida de toda la población es permanentemente degradada. Cada día estamos un poco peor en el país del mañana mejor que nunca llega. Son tiempos electorales donde nos prometen todo a cambio de un voto. Pasada la elección las promesas caerán nuevamente en el cajón de las deudas impagas. Nos mienten en la cara, y al mismo tiempo que nos retan (como a los turistas varados en el extranjero a quienes solo faltó decirles “jódanse”).

¿Cómo es posible que sigamos sosteniendo un sistema anacrónico que ha probado su ineficacia cada vez que se intentó? ¿Cómo nos olvidamos de que vamos a votar a muchos que se “saltaron” la fila de la vacuna? ¿Cómo sucede que sigamos hundiéndonos con cada elección un poco más en el fondo del océano llamado fracaso? Padecemos una anomia moral endémica que da sustento a que se voten por igual corruptos o ineptos, en un país donde la corrección y la ética ciudadana no paga electoralmente.

Existe un neologismo que puede definir una parte importante de esto que nos pasa: posverdad, declarada palabra del año por el Diccionario Oxford en 2016. La posverdad importa que los hechos objetivos tienen un menor significado o valoración en la conformación de la opinión pública que la emoción o la creencia personal o de un sector por encima de hechos concretos y verificables. Posverdad y relato son las dos caras de una misma moneda: el populismo.

Cristina Kirchner en Lomas de Zamora
Cristina Kirchner en Lomas de Zamora

En el mecanismo populista la posverdad es una palabra oscura porque detrás de ella se encuentra la mentira. La verdad es la verdad, pero en nuestra sociedad resulta muy difícil identificarla. La posverdad pretende legitimar la mentira. Lo que es verdad queda rezagado por el relato: “Traeme la Pfizer”. La posverdad termina siendo un eufemismo para justificar los relatos salvajes fundados en mentiras. Y, en esto la dueña del poder y de los votos se sabe manejar con maestría, convirtiendo medias verdades en relatos dignos de una epopeya festejada por los aplaudidores con contrato pago por las arcas del Estado.

Las consideraciones en torno a la posverdad suelen relacionarse con cierta miopía y opacidad de la clase dirigente donde la discusión de las ideas políticas ha dejado paso a la disputa por los “intereses” de la política, sobrepasando cualquier esperanza de racionalidad y visión de futuro, ya que, en el corto plazo, el apuro por ganar una elección cada dos años se termina imponiendo en el diseño, implementación y ejecución de las políticas públicas.

“Traeme la Pfizer” es la burla del relato populista por la desesperación ajena, el miedo a la muerte y el desprecio a los fallecidos. “Tráeme la Pfizer” es un dogma del relato que se vuelve el credo de un sector importante de nuestra sociedad. Lo curioso es que ahora sí quieren traer la Pfizer, tarde y mal. Lo grave e imperdonable son los miles de muertos que se podrían haber evitado. ¿Quién se hace responsable? Copani seguramente no, pero los funcionarios tienen mucho que explicarnos, sobre todo a los deudos.

La posverdad es un arma mortal para la democracia, y su uso indiscriminado una plaga que se ha extendido de manera incontrolable. La manipulación de la verdad y de los hechos (siempre sagrados) son una derivación del maniqueísmo que sufrimos como sociedad. La posverdad, a la vez que explica las virtudes del pobrismo, oculta sus horrores (como la ya olvidada niña M y tantos chicos más en situación de calle). Ese “mecanismo” es útil para evadir las discusiones más importantes, como, por ejemplo, la que nos ha convertido en una exitosa fábrica de pobres, nos aleja de las inversiones extranjeras y nos coloca al lado de los países peor calificados del mundo.

En este contexto de grieta infame como sustento del negocio de la política, surgen de todas partes sectores fanáticos, con discursos kamikaze, que usualmente con mensajes de odio ensucian el descalabrado debate público. Según los soldados kamikaze, que no son el “viento divino”, sino todo lo contrario, para que prevalezca su formato de nación el de “enfrente” debe ser aniquilado mientras la orquesta desafinada de los relatores del relato canta “Traeme la Pfizer” a modo de burla.

La historia reciente nos enseña que cada nueva gestión tiene la rara habilidad de empeorar lo heredado. Con la posverdad como punta de lanza, el mecanismo populista (para algunos, como Pilar Rahola, se trata sencillamente de fascismo), se ha convertido en un nuevo escollo para la democracia. Del mismo modo que en su momento el comunismo construyó la utopía de la igualdad hasta implosionar en sus propias circunstancias.

Los errores se pagan y los sacrificios necesarios para corregirlos tienen un gran costo para la sociedad. Las políticas populistas, tarde o temprano, terminan perjudicando a quienes declamaban proteger al mismo tiempo que hunden a la nación en la miseria. No por nada Argentina es hoy uno de los primeros 10 países en el ranking de naciones con mayor miseria. El populismo termina siendo una política del fracaso que solo se sustenta en mentiras y falsas promesas de un futuro mejor que nunca llega. “Traeme la Pfizer” es el nuevo himno del populismo servil y decadente. Esa simple frase resume tanto el horror del relato como el desprecio por los que sufren.

El populismo solo garantiza un futuro peor sustentando en posverdades basadas en relatos falaces que toman una verdad a medias, la distorsionan y manipulan para moldearla al discurso de turno (como la historia del trapero L-Gante). Son relatos infames que nos colocan en la Avenida del Fracaso a 200 kms por hora y sin frenos mientras suena en la radio “Traeme la Pfizer”, amplificada por la orquesta desafinada de los relatores del relato la “Wallace Hartley Band” (del Titanic).

El pobrismo argentino termina siendo una expresión del manejo político de los sectores carenciados de la población en pos de sostener un modelo de país que dé sustento electoral al populismo. El Estado emite más y más pesos, generando mayor cantidad de pobres al mismo tiempo. Cada plan que da el Estado es una demostración de su fracaso e impotencia para crear trabajo digno, y eso precisamente es el nudo borromeo del populismo prostituido que se disfraza de progresismo para salir a la calle y ganar elecciones.

El populista termina convirtiéndose en un demócrata promiscuo -pour la galerie- que mezcla sus ideales de forma tal que se convence a sí mismo de que la mentira es lo real. El populismo, analizado en su devenir contemporáneo, no ha conseguido resolver los problemas que prometió solucionar a sus votantes, al mismo tiempo que solo consiguió agravar los problemas de toda la sociedad. Llegamos así a una maquinación populista donde se termina jugando con la vida y la muerta de la población a la vez que se hunde a la nación en el abismo de ese océano llamado tercer mundo.

Las elecciones legislativas que se avecinan pueden ser el yunque que nos termine de arrastrar a las profundidades del pobrismo, o la hélice que nos aleje de él. Todo depende de nosotros en una kermés donde los puestos son las coaliciones que se “rejuntan” de manera desesperada y desordenada y los “puesteros”, los políticos. Solo que cada vez pagamos la entrada más cara.

¿”Traeme la Pfizer” será el jingle electoral de la ocasión?

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