El pensamiento progresista sesgado hacia la izquierda ha adornado al delito con ropaje de irredentismo social contribuyendo a generar un clima de aceptación y reivindicación con sabor contestatario.
Es que la revolución se acabó y con ella el sujeto portador del nuevo mundo que el comunismo imaginaba: el proletariado, que anda en otras cosas y además no tiene la densidad de antaño. Frente a esta ausencia, a este hueco social, hay que encontrar nuevos sujetos de la historia capaces de entrarle al capitalismo y hacerle daño. Los delincuentes ofrecen ese perfil. Como decía Bertolt Bretch: peor que robar un banco es fundarlo. Bajo este principio los delincuentes constituyen un ariete sobre lo “peor del capitalismo”.
Conductas marginales pésimamente vistas antaño, hoy, por el esfuerzo de cierta intelectualidad confundida, directores de cine, músicos, actores, guionistas, periodistas y panelistas pasan a formar parte de la normalidad cotidiana, peor aún, son reivindicadas, por suponer que cierto halo romántico de rebeldía primitiva calma la angustia de las almas bellas.
El delito genera una cultura y esa cultura embellece el delito. Pongo algunos ejemplos. Hubo en los tiempos del kirchnerato y aún continúan, incluso grabaron nuevos programas, miniseries como Okupas, El puntero, El marginal, Tumberos, Un gallo para Esculapio, y al parecer Adrián Suar estaría grabando una nueva miniserie que se llamaría algo así como 1-5-18, por no ponerle 1-11-14.
Entonces, uno se pregunta: ¿cuál es el afán de que la marginalidad sea la musa inspiradora de series y películas? ¿Por qué el territorio de la villa, con sus peores exponentes sociales, conforma el paisaje televisivo? Habría que preguntarle al Padre Pepe, que de esto sabe y mucho, no toca de oído, si esos mensajes pintan honestamente el alma de ese conglomerado sufriente que vive indignamente.
¿Acaso esas miniseries o grupos de cumbia o rock describen positivamente esos ambientes, como ciertos tangos pintaban honestamente el alma del arrabal? Y acá me detengo con lo actual y me remito a la historia de nuestro país. Pero antes de meterme allí viene a cuento la nota que salió en su momento en Infobae sobre un hombre que hoy tiene 34 años, vive en Ciudad Evita y trabaja para Silicon Valley. De chico a la edad de 5 años se fue a vivir con su madre, a Ciudad Oculta, pasó las de Caín en la escuela, por ser villero. Bien vale una miniserie que aborde la vida de los que superan exitosamente la marginalidad con trabajo, mérito y esfuerzo. ¡Ese es un mensaje sano! Pero al progresismo esos valores parecieran no importarle. ¡Y no vengan con que eso no atrapa público o no da rating! Sólo se trata de saber hacerlo y apuntar al corazón y a la sensibilidad que aún queda en el espectador.
En el pasado, el único antecedente de abuenar a un delincuente lo hizo Eduardo Gutiérrez con Juan Moreira, un asesino a sueldo, hoy podría decirse un sicario, no de la droga, pero sí de ciertos políticos que lo contrataban para tareas non santas. Leonardo Favio no solo lo abuenó sino que lo hermoseó. El personaje de su famosísima película lo representó Rodolfo Bebán, galán mayúsculo de aquellos años, alto, delgado y de ojos verdes, cuando Moreira era bajo, regordete, aindiado y picado de viruela. A los objetivos de Favio era necesaria esta mentira, se trataba de una trampa visual para engatusar giles. Revisé en el Archivo Histórico de la Plata el expediente policial abierto contra Moreira: ¡da asco!, simplemente un asesino. En un almacén de campo y desde arriba de su caballo asesinó a una mujer, una paisana, con su revólver, porque ella le observó que estaba primera en la línea de espera para ser atendida.
Casi en el límite estuvo Martín Fierro, pero José Hernández supo verlo. Los crímenes cometidos por el personaje están enmarcados en una injusticia estatal pavorosa.
“Y atiendan la relación /que hace un gaucho perseguido/que padre y marido ha sido/empeñoso y diligente/y sin embargo la gente/lo tiene por un bandido.
Yo he conocido esta tierra/ ande el paisano vivía/ y su ranchito tenía/ y sus hijos y su mujer/ era una delicia ver como pasaban sus días.”
Fue un hombre de trabajo agredido por el Estado.
He hablado del tango y alguna pequeña cosa debo decir. Nació en la marginalidad, sin embargo sus letras, la inmensa mayoría de ellas, no se regodean de ese ambiente, ni desafían a la sociedad con los valores del arrabal. Sus letras no trasuntan la defensa de un ambiente delictual sino su padecimiento. Siendo que algunos de sus cultores, como es el caso de Eduardo Arolas, signado policialmente como compadrito y canflinflero, no traslucen en su música la vida marginal. Esto es para otro artículo.
Veamos qué quiero decir con desafiar y amenazar a la sociedad con valores del mundo marginal, observemos cómo el kirchnerismo asume el delito como bandera libertaria y contestataria. El 25 de Mayo del 2013 conmemoró la fecha Patria, frente a la Casa Rosada con tema de un grupo uruguayo Agarrate Catalina, que es una deposición pública, muy difícil de tolerar. Con una estética violenta, asimilable al nazismo, reivindica a un maleante.
Y uno se pregunta qué tendrá que ver la Junta de Mayo y el minué con esta inmundicia.
Un cantante popular como León Gieco realizó un tema muy exitoso en su tiempo: Bandidos Rurales, indudablemente una reivindicación de esos malandras. Una frase de la canción ejemplifica lo que quiero decir. Cuenta que a las fuerzas del orden y a la ley se le hacía muy difícil atraparlos porque era “como alambrar estrellas en tierra de nadie”. Cuando la poesía adorna el delito estamos fritos.
¿Por qué hablo del DVD de Gieco? Porque su mensaje se escucha más que el nuestro. El progresismo ha ganado la inteligencia y el corazón de los profesionales del espectáculo y de cierta intelectualidad universitaria.
¿En qué tratado de sociología los maleantes son considerados sujetos de la historia, agentes del cambio, motores del proceso social con destino al bien común, la justicia, la igualdad y la equidad?
Todo esto explica porque un gobierno progresista, autodenominado nacional y popular ha creado una agrupación de delincuentes denominada Vatayón Militante o Hinchadas Unidas.
Lamentablemente la marginalidad crece amarrada a valores y virtudes lo que la hace potente y poderosa. Esto último puede observarse en la cumbia villera de dos importante grupos: Pibes Chorros y Damas Gratis.
Yo no miento, yo no engaño, fumo porro y meto caño
Tomando mucho vino y aburrido/ buscando algún autito que cortar/está todos los días el pibe tuerca en la esquina/ fumando y esperando su momento para actuar.
Dicen los Pibes Chorros frente a multitudes de jóvenes desocupados.
Damas Gratis, por su parte, la banda cuyo personaje central se llama Lescano y toca una pianola en cuyo teclado está pintada una ametralladora, nos enternece con:
La gorra me para y me gede
Kiere agarrarme y no puede
Estan resentidos porke su hija
Ella a mi me chupa la p….
yo no voy a kambiar
Con los fierros le voy a tirar
Yo ya no cambio mas
Pero claro, y ya fuera de la “música popular”, algunos intelectuales de inconcebible valoración “académica”, como el juez Raúl Zaffaroni, justifican y van por más: “Frente a la inseguridad creada en el mundo por el retroceso del Estado de Bienestar. ¿Cómo se compensa esta sensación? Mostrando que la principal amenaza que hay es el delito común” (sic). “Uno no va a excarcelar a un violador múltiple, a un homicida. Se excarcela a un chorrito. ¿Qué ganás con tenerlo adentro?”
Tampoco es cierto que no excarcelan violadores u homicidas múltiples. Lo hacen reiteradamente y luego los autores de esas barbaridades, de esa mala praxis de consecuencias letales, son defendidos por Zaffaroni en el Consejo de la Magistratura.
Hay toda una tarea por delante: es preciso y urgente desarmar una construcción cultural que hace del crimen, el delito, la marginalidad y la violación de la ley un grito desesperado de libertad y justicia.
El 1° de julio de 2021 la Vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner junto al gobernador de la Provincia de Buenos Aires recomendó escuchar al bailantero L Gante, un joven que en su música recrea los ambientes del mundo marginal, no como denuncia del mal vivir, sino como una reivindicación desafiante al statu quo del cual el kirchnerismo es responsable. El snobismo y la frivolidad de esta doctora de Recoleta no tienen límites.
Para ir concluyendo: en la historia de nuestro país, el delito y el abolicionismo han sido un problema quizás más grave que en la actualidad. En el siglo XIX, el delito se había transformado en un hecho gravísimo que incluso impedía el crecimiento económico nacional. Estaba asociado a espacios donde el Estado no ejercía control y se corría el riesgo de perderlo en manos de naciones extranjeras. Me refiero al problema del indio. Los malones, el robo de ganado y el secuestro de mujeres y niños. El tema es muy extenso y no voy a desarrollarlo aquí. Sólo decir que hubo dos miradas muy diferentes frente al problema: el proyecto de Alsina y el de Roca. El de Alsina era defensivo, el de Roca era ofensivo. Cuando Alsina le pidió opinión a Roca acerca de cómo observaba el asunto, Roca hizo pública dos cartas y en una le aconsejó al Ministro Alsina: “Vamos pues a disputarles sus propias guaridas, lo que no conseguiremos sino por medio de la fuerza. A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios es el de la guerra ofensiva. Hay que ir a buscarlos a sus guaridas y causarles un terror y un espanto indescriptibles.”
Finalmente el Parlamento aprobó por mayoría el proyecto presentado por el General Roca que resolvió el grave problema. Otros tiempos. Otros políticos.
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