A todo o nada: arrancó el segundo semestre

El Gobierno solo piensa en el hoy, combatiendo todos los males con planes sociales y asistencialismo, con estatizaciones y con un fuerte hostigamiento al sector privado

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El ministro de Economía, Martín Guzmán
El ministro de Economía, Martín Guzmán

A todos los gobiernos de alguna u otra manera les llega su “segundo semestre”. Esta administración tendrá el suyo y es aquel que acaba de empezar. Se avecinan tiempos electorales cargados de desafíos, muchos de los cuales se han perdido de antemano.

La inflación crónica que lejos de mermar se acelera, el exceso de gasto público que vendrá de la mano de una fuerte emisión monetaria, vencimientos de deuda, paritarias que presionan para romper la barrera de la inflación esperada y tiempos electorales hacen de estos meses el escenario donde se definirá el rumbo de Argentina.

No hay año electoral sin expansión desmesurada del gasto por parte del Estado. Esto siempre ha sido así y esta vez no será la excepción. Incrementos en planes sociales, promesas de congelamiento en tarifas y servicios de toda índole, beneficios impositivos como devolución del Impuesto a las Ganancias de los empleados en relación de dependencia (a realizarse en cuotas, para que todos los meses recordemos las bondades del gobierno) y cualquier otro mecanismo que implique hacerle creer a parte de esta sociedad adormecida, que todo está mejor gracias al “Estado presente” representado por un gobierno que le hace todos los honores.

A ciencia cierta el semestre comienza con grandes dificultades. Los compromisos de deuda en pesos son descomunales: de aquí a fin de año hay vencimientos de títulos públicos por un total de 1,8 billones de pesos. Solo en el trimestre julio–agosto–septiembre (previo a las elecciones primarias) los compromisos suman un total de 1,27 billones de pesos. De todo este abultado monto cerca de la mitad se encuentra en manos del Estado (como Anses y otros organismos) por lo que no habría inconveniente en que pueda refinanciarse. El peligro radica en el otro 50% (unos 900.000 millones de pesos), ya que parte de esos títulos se encuentran en manos de tenedores extranjeros quiénes probablemente quieran dolarizar sus tenencias (el sinsabor del segundo semestre de 2019 en materia financiera no se olvida tan fácilmente). Eso equivale a 5.450 millones de dólares, un monto descomunal para las empobrecidas arcas de nuestro empobrecido Banco Central.

Solo en el trimestre julio–agosto–septiembre (previo a las elecciones primarias) los compromisos suman un total de 1,27 billones de pesos

El tema financiero del segundo semestre lejos está de limitarse a esos 1,8 billones de pesos. A ese cumulo de pesos hay que añadirle los vencimientos en moneda extranjera, que totalizan unos 7.320 millones de dólares (entre los vencimientos que operarán para organismos internacionales y para tenedores de bonos privados). Ciertamente, buena parte de estos dólares no estarían comprometidos de haberse logrado acordar con el FMI en tiempo y forma, promesa que se había impuesto el propio Martín Guzmán y que se no se cumplió: el tiempo y la necesidad electoral del núcleo más duro del Gobierno fueron más crueles de lo necesario. En este punto la apuesta oficial se concentra en los famosos DEG, un monto de dinero que el FMI destinará a sus países miembros y que en el caso de Argentina equivalen a 4.300 millones de dólares que ingresaran a nuestras fronteras promediando el semestre. Estos apetecibles dólares hoy tienen un destino incierto: ¿pagaremos nuestros vencimientos con el Fondo Monetario o los dilapidaremos en menesteres de ocasión? La pregunta estará abierta algún tiempo mas.

Todo se encuentra inmerso dentro de un solo objetivo: llegar con cierta tranquilidad a las elecciones, primero a las PASO y luego a las elecciones generales

Como si esto fuera poco, aún queda ver dónde conseguirá el Gobierno los 500.000 millones de pesos adicionales que va a requerir toda esta desprolijidad: ese será el dinero que se estima requerirán las arcas públicas por encima de lo que pueda recaudar: ya lo había anticipado el Ministro de Economía cuando describió que en el segundo semestre (él lo llamó en realidad “tercer y cuarto trimestre” para que no se lo relacione con el famoso segundo semestre de Mauricio Macri, aquél que el ex Presidente anunció como inicio de la prosperidad y que por supuesto nunca llegó) serían tiempos de abultados déficit fiscales. Esto se resolverá muy probablemente con emisión monetaria, la que se encargará de comprometer aún más los exorbitantes niveles de inflación.

Todo se encuentra inmerso dentro de un solo objetivo: llegar con cierta tranquilidad a las elecciones, primero a las PASO y luego a las elecciones generales. Lo relevante es que ante este escenario (donde los pesos de la economía entre el circulante, los Pases, las Leliqs y los depósitos divididos la cantidad de reservas netas que hoy descansan en el Banco Central, nos arroja un tipo de cambio cercano a los $900), todos están pensando en cómo lograr la resistencia hasta el cada acto electoral pero nadie piensa en que vamos a hacer inmediatamente después.

El no tener un plan económico claro para lo que tiempos que vienen por delante solo significa que la falta de creación de empleo, el éxodo de empresas, la inflación que no da respiro, la pobreza, el nivel educativo que no deja de empeorar, el nivel de desocupación y la falta de moneda sumado a que el Gobierno solo piensa en el hoy, combatiendo todos los males con planes sociales y asistencialismo, con estatizaciones y con un fuerte hostigamiento al sector privado, harán que en el futuro próximo tengamos nuevamente un cimbronazo que nos dejará aún más alejados del mundo, si es que eso aún es todavía posible.

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