Confusiones en torno a las ideas del General

Gran conocedor de los regímenes y culturas europeos, estaba muy al tanto de los riesgos que la cuestión social y los conflictos cargados de violencia podían traer a nuestra joven República

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Una bandera argentina flamea sobre la Casa Rosada (REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)
Una bandera argentina flamea sobre la Casa Rosada (REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)

En un escrito presentado a la sociedad un 24 de julio, el hombre, hábil político y general, presentaba sus ideas de gobierno. Algo que bien podemos tomar como un plan para su futura gestión en la Presidencia de la Nación, lo que ocurriría pocos años después de dar a conocer dicho texto.

Hoy, en tiempos binarios y de extremistas estériles, algunos lo tratarían de moderado o de transitar por la avenida del medio. Conocedor de los clásicos griegos y latinos era esperable que el General buscara construir una tercera posición. Probablemente las crónicas del siglo XXI usarían la expresión la tercera vía para referirse a un general tan vinculado a la historia de los Ferrocarriles Argentinos.

Los lúcidos lectores de este portal tal vez sepan ya a quien me refiero; permítanme presentarlo más adelante y seguir con las principales ideas fuerza de su artículo.

Proponía destinar más recursos en la “instrucción pública” considerada en su propuesta como la mejor “garantía de libertad” y “estabilidad social”. Otro de sus puntos refería a la “División de la tierra”, buscando que nuestros trabajadores del campo alcancen la posibilidad de que” todos sean propietarios” de modo tal que “la tierra no sea solo patrimonio de unos cuantos señores feudales”. Su bosquejo incluía la idea de una “igualdad de las cargas personales” interviniendo así para dar “lo que se debe de justicia a los menos favorecidos por la fortuna”.

Por supuesto nos estamos refiriendo a alguien era gran conocedor (¿admirador tal vez?) de los regímenes y culturas europeos. Por lo tanto, estaba muy al tanto de los riesgos que la cuestión social y conflictos cargados de violencia podían traer a nuestra joven Republica, arrastrándola hasta el abismo tenebroso de la guerra civil, siempre la más cruenta de las guerras. Su temor a la anarquía y al caos, lo hacían partidario de una “repartición equitativa del impuesto”, para que los ricos, los propietarios y estancieros no sigan siendo “los que menos contribución pagan”.

Lógicamente, como buen político, para poder ejecutar estas propuestas y en coherencia total con todo lo anterior pedía y comprometía a los argentinos un apego a la “moralidad pública”, entendida esta como “conciencia de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto”.

Nuestro hombre está considerado por la mitad de la biblioteca como un prócer. Y aunque la otra mitad de la historiografía lo denigre y lo insulte, adelanto que a nuestro juicio fue, sin dudas, un patriota. Dicho esto, no podemos desconocer sus muchos desaciertos y que expresaba cierta desilusión frente a aquellos que profesaban “la exageración de la democracia y la igualdad”.

No era un materialista dialéctico o un marxista como le hubiera agradado al gobernador Axel Kicillof. Ya que para él los valores no derivaban de la creencia de la existencia de una superestructura que fuera el resultado de la posesión de los medios masivos de producción. Sin embargo, estaba convencido que “la generalización territorial de la propiedad” era positiva lo era porque contagiaría a los trabajadores con “sentimientos pacíficos y estabilidad social”. Por supuesto todo en su medida y armoniosamente. O sea cumpliendo con la ley y no favoreciendo tomas indiscriminadas, como tal vez postularía Juan Grabois en nuestros pandémicos días.

Su propuesta era fundamentalmente pragmática para enfrentar los desafíos de su tiempo. Así, podemos deducir que cuando postula la instrucción pública lo hace porque la ve como una garantía del orden, de la estabilidad sobre la cual construir integración y desarrollo. A su juicio el gran riesgo, el peligro de futuros estallidos sociales, se derivaba de no reducir inequidades, porque “mantener la desigualdad entre el pobre y el rico” significa “mantener el germen de una revolución futura”.

Al llegar hasta este párrafo algún miembro de La Cámpora podrán a esta altura estar cantando: ¡Perón, Perón, qué grande sos! Trato de imaginar su sorpresa cuando deba modificar el eslogan por el de MITRE Y PERÓN, UN SOLO CORAZON. El artículo que glosé fue publicado por el general Bartolomé Mitre el 24 de julio de 1857, en “Los Debates”, diario que fundó después de la batalla de Caseros, varios años antes de comprar “La Nación Argentina”.

Cuando escribió este artículo Mitre tenía 36 años, había nacido un día como hoy, 26 de junio de 1821. En el mismo texto sostenía que la libertad era para él la base del orden, y que “un partido conservador no puede existir sino a la sombre de las banderas de la libertad”. A comienzos del siglo XX muchos conservadores se alejaron de estas ideas de Don Bartolo y muchos mitristas también. Algo similar ocurre con Perón: muchos lo invocan sin conocerlo y otros lo critican sin haberlo leído. En el bicentenario de su nacimiento Mitre sigue provocando debates y no perdió vigencia su propuesta.

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