Siempre intentamos huir de la Argentina

Solo en el primer trimestre de este 2021 hubo 899 millones de dólares que se sumaron al “escape” a la política argentina

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Ilustración fotográfica que muestra un billete de un dólar. (REUTERS/Dado Ruvic)
Ilustración fotográfica que muestra un billete de un dólar. (REUTERS/Dado Ruvic)

Casi sin darnos cuenta nos hemos convertido en sobrevivientes. Sobrevivimos cada día, a cada hora. Incluso invertimos parte de nuestro tiempo en pensar como sobreviviremos mañana. Esta es la eterna misión de los argentinos de cada día desde hace décadas. Por momentos esa tarea es más intensa, por momentos algo más relajada, pero siempre atentos a lo que pueda depararnos la política argentina.

En nuestros recuerdos siempre quedarán grabados confiscaciones de depósitos, alguna devaluación (alguna más brusca que la que ocurre diariamente, claro está), algún saqueo y/o algún cepo cambiario que nos hace retroceder, para no volver a avanzar. Lo interesante es que absolutamente nadie cree que estas desavenencias de la reciente historia del país no volverán a suceder. El instinto desarrollado por los argentinos hace que la política se haya convertido en el peor enemigo de nuestro esfuerzo.

En nuestros recuerdos siempre quedarán grabados confiscaciones de depósitos, alguna devaluación (alguna más brusca que la que ocurre diariamente, claro está), algún saqueo y/o algún cepo cambiario que nos hace retroceder, para no volver a avanzar

Para de esto lo muestra el último informe del Indec, donde los activos en el exterior pertenecientes a argentinos (no necesariamente se refiere a que estén fuera del país, sino también a por ejemplo a aquellos dólares atesorados en cajas de seguridad o los que se encuentran “debajo de los colchones”). Solo en el primer trimestre de este 2021 hubo 899 millones de dólares que se sumaron al “escape” a la política argentina. En total, el sector privado (sin tener en cuenta a aquellas instituciones que captan depósitos) tiene fuera de las garras nacionales unos 347.875 millones de dólares (para tener dimensión, algo así como un 85% del PBI argentino).

Esta realidad (que por cierto, no es nueva sino que simplemente es la continuación de una tendencia que lleva décadas) indica que el real problema de la Argentina con los dólares no es su faltante o escases sino por el contrario, la confianza para que la abundancia que reina en moneda extranjera se vuelque a la economía local.

La razón por la que el Banco Central de la República Argentina se encuentra desde hace tiempo en sus arcas con escasas reservas líquidas, que no dispongamos de los suficientes dólares para poder importar normalmente y sin limitaciones (para que las industrias puedan renovar tecnología o insumos para producir) y que nadie pueda acceder a comprar un solo dólar en el mercado oficial se puede explicar simplemente contando que no existe persona alguna que en su sano juicio arriesgue un solo billete que hoy descansa en un lugar seguro, para movilizarlo hacia un gobierno que no brinda seguridad jurídica ni menos aún a quién los paga al valor que se le ocurre (el dólar libre cotiza a 170 pesos y el Estado los paga 95 pesos).

Sigamos describiendo la estafa: el Estado le saca el billete verde a quién lo tenga comprándolo a 95 pesos, luego los vende a los distraídos que quieran (y se les permita) a 95 pesos más el 30% del “Impuesto PAIS” más el 35% de percepción del “Impuesto a las Ganancias”. Un negocio donde el único que gana, es el Estado. Así uno quiera jugarse entero por esta tierra en un acto casi patriótico, uno podrá mal vender sus dólares pero, incluso teniendo la suerte de lograr ganar dinero con esa arriesgada inversión (entre recesión, sindicatos, juicios laborales y presión impositiva) es probable que jamás pueda retirar en dólares sus utilidades, convirtiéndose en un condenado a vivir en sus bolsillos con una moneda que no vale día a día un poco menos o claro, tener que recurrir a algún mercado más sofisticado y hasta porque no, a uno al margen de la ley.

Vista general de la fachada del edificio del Banco Central de la República de Argentina (EFE/Cristina Terceiro/Archivo)
Vista general de la fachada del edificio del Banco Central de la República de Argentina (EFE/Cristina Terceiro/Archivo)

Es imposible pretender que cualquier persona con un poco de experiencia en esta eterna supervivencia no quiera escapar de las decisiones políticas, de los inexistentes planes económicos y de la destrucción de la economía. Solo como dato, nuestra moneda ha perdido durante los últimos 20 años un 98% de su valor. En el año 2001 quién haya tenido un billete de $100 tenía dos alternativas: confiar en sus representantes y mantener el billete de Julio Argentino Roca en alguno de sus bolsillos, o entender que Argentina siempre hace todo lo posible por caerse del mundo y haber decidido cambiar aquel billete por uno de 100 USD (para los que son muy jóvenes es bueno recordar que en aquel momento 1 peso equivalía a 1 dólar). El que se quedó con el billete de 100 pesos con el cual en aquel momento podría haber comprado 30 kilos de asado, hoy con esos mismos 100 pesos podría hacerse de unos 150 gramos del mismo producto. Si hubiese sido más desconfiado y cambiaba esos 100 pesos al billete verde, hoy podría cambiarlos por 16.400 pesos y adquirir 23 kilos de asado y no 150 gramos. Claro está que en medio de este desaguisado monetario la inflación americana ha hecho su aporte. Simple resumen de la decadencia, donde el único respaldo de la moneda es la política: así estamos.

En tanto no tengamos en claro que la única manera de crecer es con inversión privada que genere empleo genuino en un marco de reglas claras, seguridad jurídica y un sólido plan económico (tanto en el plano fiscal como en el monetario), seguiremos siempre siendo eternos sobrevivientes.

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