Lo que estamos viviendo hoy es un cambio radical de paradigma y, como emprendedores tecnológicos, nuestro rol va más allá de brindar servicios. Nuestro rol es ser profetas de la transformación digital y la innovación, cambiar culturas, brindar soluciones y esto no se logra sin empatía con el cliente y sin un equipo que respalde cada proyecto y piense más allá de su área de experiencia.
Dedicarse a la innovación y transformación digital implica acompañar con el equipo de expertos a cada una de las organizaciones para que puedan aprovechar las nuevas herramientas tecnológicas, optimizar procesos y generar su propio diferencial. En ese camino, se aprende la cultura de trabajar a medida y escuchar a cada cliente con sus necesidades. Es una habilidad “blanda” clave, es el diferencial. Es estar media hora antes, no después; ponerse del lado del otro y otorgar valor agregado a cada servicio.
Empezar el camino como emprendedor implica muchos obstáculos a sortear, pero la experiencia adquirida demuestra que la obsesión por el cliente, el trabajo a medida y la pasión en lo que se hace es la clave para seguir creciendo y expandiéndose, y es la recomendación para cada start up que nace en el país. En el caso de los emprendimientos tecnológicos, la labor es aún mayor porque tenemos que militar para que se conozcan las bondades que las soluciones tecnológicas nos ponen en la mano.
Cada una de las organizaciones debe romper la barrera cultural hacia el mundo tecnológico y, por eso, transitamos juntos ese proceso de cambio. Como emprendedores tenemos que escuchar las necesidades de nuestros clientes, siendo proactivos hacia ellos, estando predispuestos a colaborar y generar valor, y acompañándolos en sus desafíos. Las soluciones a medida permiten resolver necesidades que ni sabían que tenían o que surgen debido a la coyuntura. Nosotros los llamamos “dolor y cura”.
Pero para poder dar la mejor respuesta a cada cliente, en toda compañía la labor conjunta es fundamental: los grupos de personas sincronizadas, con un objetivo en común son aquellos que alcanzan los mejores resultados. Como profesional uno va recorriendo el trayecto y aprendiendo a formar un buen equipo y también a delegar. Un colaborador dentro de un gran equipo mira no hacia sí mismo sino además a los costados, trabajando en sistema con otras personas. Años de trabajo, esfuerzo, sueños nos demostraron que hay palabras que tienen mucho peso: transparencia, comunicación, confianza, compromiso, colaboración. Seguimos sosteniendo que formando grandes equipos hay posibilidades de crecimiento.
En nuestro país lamentablemente aún falta talento; es lo que más nos preocupa como emprendedores tecnológicos. Es importante continuar fomentando la creación de oportunidades y la capacitación en todo el país. Esta es una industria sin fronteras al interior y exterior que requiere crecientemente del recurso humano.
El emprendedor es una montaña rusa; en momentos está arriba con la bandera, y en otros abajo del mar. Es una mezcla de sensaciones que, cuando son sostenidas en el tiempo, sirven para armar una base, más simple de llevar los vaivenes. Las reglas del juego son cambiantes, pero el argentino tiene la capacidad de reinventarse. La idiosincrasia del emprendedor es caerse y levantarse, es decir, crecer a costa de aciertos y errores. Y, sobre todo los argentinos, tenemos el poder de resiliencia que nos permite salir adelante y asumir nuevos desafíos con gran motivación. Los contextos son cambiantes para los clientes. La clave está en ponernos en el lugar del otro y brindar soluciones que les permitan a ellos crecer, reinventarse constantemente y evolucionar.
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