Una frase muy utilizada para enfrentar los desafíos tecnológicos es el “no se puede”, que en el 99,9% de los casos queda destrozada por los logros tecno-científicos.
Otra frase que se suma, en forma subterránea, interesada y en defensa del status quo, es el “no se quiere”, como barrera al avance de las soluciones de diversas temáticas actuales, que atentan contra el interés ilegítimo de algunos sectores, contra la comodidad de la informalidad, contra la “siesta reparadora”, contra los controles fiscales, es decir contra la sustentabilidad social, ambiental y económica de un mercado (país, región, provincia, etc.).
En el agro chaqueño, no se termina de asumir la responsabilidad de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), por acción del “disfraz” anteriormente descripto. Todos hablan de las ellas, pero pocos la implementan a conciencia y van un paso más: la certifican. Así como está hoy la situación, esto último no sirve, es como arrojar un granito de arena en el medio del océano.
En los cultivos extensivos, se habla y se promete mucho, pero hay pocas nueces. Los pocos campos certificados lo hacen en forma voluntaria por responsabilidad social empresarial, no hay monetarización por ese esfuerzo de pensar diferente
Leyes nacionales y provinciales, existen, son modernas y totalmente aplicables. Organismos de fiscalización existen, pero atrasados en estructura y tecnología de control. Pueden abordar la problemática sólo ante un “hecho consumado” de destrucción de cultivos (por derivas) y/o afectación de la salud de población urbana y/o rural.
¿Qué falta, cómo lo podemos solucionar? Son las preguntas clásicas sin resolver, si la miramos con la “lente analógica” pasada hoy tenemos avances kilométricos en TICs que nos arriman herramientas poderosas para saber qué hacemos, por qué lo hacemos, dónde lo hacemos y cómo lo hacemos. Síntesis apretada de lo que se certifica en una BPA.
Existen sectores interesados que se disfrazan de “no se puede” y en realidad es porque “no se quiere”. El caso de la aplicación y certificación de Buenas Prácticas de Aplicación de Agroquímicos es patético. Todavía se pone sobre la mesa del “no se puede” como el malo de la película a las “condiciones climáticas imperantes” en la región subtropical (altas temperaturas y humedades relativas bajas, en momentos de aplicación), para esconder debajo del mantel el “no se quiere”: trabajar en forma precisa, con mayor volumen de agua, a menores velocidades, cambio de boquillas y/o presión según zonas perimetrales a cultivos sensibles, técnicas verde sobre verde, “perder” tiempo parando la máquina, “ganar” tiempo con aplicaciones aéreas no autorizadas, usar recetas agronómicas, pagar supervisión técnica profesional, trabajar bajo formalidad, pagar por el uso de variedades bajo licencia y regalías (soja y algodón), la trazabilidad visible, entre otras razones.
Cuando mencionamos las certificaciones como un potente ordenador del sistema agrícola, es porque es una herramienta voluntaria
Cuando nos preguntamos por qué existe una grieta entre el campo y la ciudad, nos vamos a encontrar con que una respuesta podría ser: las Malas Prácticas Agrícolas; entendiéndose por tales el avasallamiento del “no se quiere” sobre las BPA y la Agricultura Sustentable.
El “no se puede”, se modifica con tecnologías, capacitación y certificación, el “no se quiere” tiene raigambres más profundas, encubre intereses sectoriales, prebendas u otras formas de dominación social.
Cuando mencionamos las certificaciones como un potente ordenador del sistema agrícola, es porque es una herramienta voluntaria, requerida por mercados exigentes en sustentabilidad productiva, que deberá potenciarse con la monetización de su aplicación y mantenimiento. El productor que aplique y certifique (con protocolo internacional) una BPA bajo diversas modalidades como; RTRS, Global GAP, BCI, ISOs, etc., debe acceder a un mercado paralelo de sustentabilidad, el cual tiene que ser atractivo, para que cuando se le agregue el ingreso por producción y/o calidad (toneladas, litros, etc.), el resultado sea positivo siempre.
Cuando comparemos el costo de no monetizar las BPAs con el costo de la Salud Pública y el Ambiente, veremos que el balance será siempre para el lado de las Buenas Prácticas Agrícola
¿Cómo fundamentamos lo anterior? La salud poblacional tiene un costo de Salud Pública, la contaminación de los recursos naturales (agua, suelo, vegetación y aire) impactan en la alimentación y posterior estado de salud, todo estos factores se denominan “externalidades negativas” de la agricultura sobre el ambiente y se puede monetizar sin problemas.
Cuando comparemos el costo de no monetizar las BPAs con el costo de la Salud Pública y el Ambiente, veremos que el balance será siempre para el lado de las Buenas Prácticas Agrícolas.
¿Quién debe pagar por las BPAs? Es bastante simple de responder, siempre y cuando no aparezca el “no se quiere” disfrazado de “no se puede”, el sistema comercial. Los consumidores están exigiendo productos y servicios bajo producción sustentable y el campo se los puede dar. Los pobladores están exigiendo calidad de aire y salud pública, el campo se lo puede dar, a través de la producción sustentable de alimentos, botánica farmacológica y energía.
Este modelo ya existe, funciona en Argentina, no es un invento, lo logró el mercado europeo a través de un protocolo exigente en BPA (antiguamente conocido como Eurep-GAP hoy GLOBAL-GAP) para la exportación de frutas de pepita (peras y manzanas) a Europa y Japón.
Los consumidores están exigiendo productos y servicios bajo producción sustentable y el campo se los puede dar
En los cultivos extensivos, se habla y se promete mucho, pero hay pocas nueces. Los pocos campos certificados lo hacen en forma voluntaria por responsabilidad social empresarial, no hay monetarización por ese esfuerzo de pensar diferente.
Este agregado de valor ambiental, deberá pagarse por el carbono que fijamos al suelo con estas BPAs y por las toneladas de granos y/o fibra que extraemos en forma sustentable (balance de carbono neutro).
“Los productores agrícolas bajo el nombre peyorativo del campo, están muy acostumbrados a competir con sus pares por los rendimientos que produce en su lote y está siempre en una mejora continua en esa competencia, ahora deberá comenzar a competir por la cantidad de carbono que ha fijado en ese proceso extractivo”. Esta frase de cierre está adaptada de un concepto desarrollado por el Ing. Carlos Becco.
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