“Ahora nos reclaman la segunda dosis del veneno”, dijo el presidente de la Nación con la voz escalando hasta el grito y la cara colorada y desencajada. Intentaba ironizar sobre una vieja pelea con la oposición. Seguramente allá por el año pasado fue apresurado e irresponsable por parte de la doctora Carrió hacer una denuncia por envenenamiento cuando el Gobierno había atado su suerte a la vacuna rusa sin los estudios internacionales que la validaran. Tampoco hay que olvidar eso.
Pero hoy, señor presidente, lo del veneno ya es una ironía gastada. Una ironía vencida, fuera de tiempo y usted debería darse cuenta. Hay gente que está desesperada por la segunda dosis ante la inminencia de nuevas variantes o cepas del virus. Y usted elige chicanear a la oposición en vez de darle respuestas a esas seis millones de personas que esperan su segunda Sputnik V. Algo sobre lo que una vez más su gobierno tiene que admitir que no pudo cumplir.
Eligiendo la chicana en este contexto le falta el respeto a la gente, presidente. Porque era su trabajo conseguir la vacuna, siempre lo fue. Y lo que pasa hoy es que se multiplica la magnitud de aquella negligencia y de aquel error de comprar vacunas en función de la ideología y no en función de garantizar el insumo suficiente que, en definitiva, evita las muertes por Covid y permite reestablecer la normalidad: la vacuna.
Por lo tanto, se suman los que murieron por no ser vacunados cuando no llegaron todas esas vacunas que usted prometió, pudiendo contar por ejemplo con millones de dosis de Pfizer. Se suman esos a los que ahora tampoco cuentan con la segunda dosis a tiempo. Cuando seguramente en pocos días estemos hablando de la presencia de variantes del coronavirus de mayor contagiosidad aquí en nuestro país.
Compraron vacunas por ideología y vuelve a pagarlo la gente con el retraso de la segunda dosis. La compra ideologizada y fallida es el pecado original. Pero la frivolidad de querer taparlo con polémicas baratas y electorales en medio de la preocupación de tantos y en medio de la urgencia no es menos imperdonable. Porque no son tiempos para frivolidad.
Fíjense, no podemos ni recibir las donaciones que hacen los Estados Unidos. Porque esas vacunas, las norteamericanas, ni siquiera intentaron hacerlas aprobar localmente. No son tiempos para la frivolidad. Aunque para evitar la frivolidad, habría que tener respuestas. Y la respuesta ayer vino de Rusia, que salió a decir que la prioridad es su necesidad interna.
¿Cuál fue la prioridad de Argentina? La verdad, no lo sabemos porque entender, no se entiende. Solo está claro que eligieron a los chinos, a los rusos y a los laboratorios amigos. Ahora el virus nos vuelve a correr el arco. Y más allá de que no puedan, queda horrible que quieran tapar el sol con la mano. Ya todos nos dimos cuenta.
*Editorial de Cristina Pérez en Confesiones en la noche por radio Mitre