Argentina: la urgencia de un cambio de conciencia

Es necesario colocar al país en la senda del crecimiento y el desarrollo, en un claro proceso de modernización inclusiva, que la saque del estancamiento y evite las tensiones distributivas que hoy sufren muchos de los países de la región

Felipe Solá y Alberto Fernández (Alejandro Rios)

Los cambios políticos y las crisis institucionales y socioeconómicas que hoy atraviesan países de la región latinoamericana, sumados al crecimiento y progreso que tuvieron algunos de ellos en las últimas décadas, conforman un telón de fondo sobre el que la Argentina tendrá que tomar decisiones -especialmente en el plano político- que determinarán su destino durante los próximos 30 años.

Las elecciones de México que llevaron a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, considerado por sus críticos como populista; el proceso de reforma constitucional en Chile, que otorgó mayoría en la Asamblea Constituyente a figuras independientes y por fuera de los partidos políticos, con numerosos nuevos constituyentes identificados con el ideario de izquierda; la crisis que atraviesa Colombia, con fuertes protestas sociales y reclamos de diversa índole; y la polarización extrema que caracteriza la segunda ronda de la elección presidencial en Perú, donde se confrontan una visión de izquierda refundadora que propone el líder indigenista, Pedro Castillo, versus la opción de derecha que encabeza Keiko Fujimori (hija del presidente autoritario Alberto Fujimori y acusada de corrupción); todas estas realidades muestran un significativo cambio de contexto en la región. Se suman la alteración del orden democrático y republicano en Centro América por parte de la izquierda, con Ortega en Nicaragua, y de la derecha en El Salvador, de la mano de Bukele.

Hay que agregar a lo anterior la incertidumbre política sobre el rumbo que seguirá Brasil, principal economía de América Latina. Igualmente, añadir a esta evaluación el freno que ha puesto la Argentina en el proceso integrador del Mercosur con el mundo.

En la Argentina, estos cambios del paradigma regional, así como la evolución de su propio acontecer político y económico, generan confusión y desorientación entre sus compatriotas, que se preguntan por el camino que se está siguiendo. Esto provoca una angustiante expectativa sobre el futuro.

En este momento, los argentinos se enfrentan al dilema de seguir apoyando un populismo cortoplacista y oportunista, o respaldar a las fuerzas políticas que proponen reformas de fondo en sus instituciones y estructuras productivas. Estas reformas llevan tiempo, y si logran permanecer en el mediano y largo plazo, podrían generar mejores condiciones de vida para todos los ciudadanos.

Bajo esta mirada, no se puede omitir que a pesar de haber experimentado un relevante crecimiento económico, Chile, Perú y Colombia, que multiplicaron aproximadamente 7 veces su PBI per cápita en los últimos 30 años, no lograron resolver los marcados niveles de desigualdad socioeconómica ni estructurar mecanismos de mayor inclusión y participación.

Este reclamo sobre la exclusión social y económica de grandes segmentos de la población está siendo aprovechado por el populismo y la izquierda radical para proponer nuevamente soluciones cortoplacistas. Aunque estas soluciones son tentadoras para el afligido votante, carecen de cualquier sustentabilidad porque no incluyen reformas necesarias en un plan de largo plazo, a fin de que países como la Argentina puedan transitar un camino de crecimiento sostenido.

El contexto mundial

Es imprescindible tener presente que estas alteraciones en el panorama regional se producen en un contexto de cambio global, vertiginoso, que ocurre en forma simultánea y que ahora se ha acelerado por la pandemia. Por lo tanto, se está trazando una nueva realidad que no tendrá vuelta atrás.

A principios de 2021, en el Foro Económico Mundial (WEF), los líderes mundiales discutieron como principal desafío global pasar de un capitalismo focalizado solo en el beneficio del capital hacia una nueva filosofía económica, que coloque en el centro a las personas y la sustentabilidad de los recursos naturales del planeta.

Esta transformación ya está ocurriendo en distintos planos, como el ambiental, en consecuencia del cambio climático. En el fondo, es una transformación de valores de la humanidad. No debe confundirse con las propuestas que hace el populismo o la izquierda que solo buscan permanecer en el poder para intervenir cada vez más la economía y reducir libertades de los ciudadanos.

Avances tecnológicos

Es notorio que mientras ocurren estos cambios políticos y continúa la crisis en la región, de todas formas siguen surgiendo en distintas partes de América Latina nuevas compañías de agrotecnología, banca digital, biotecnología y transformación digital, que crecen en valor constantemente, con una impronta emprendedora. Se sigue así la tendencia de lo que ocurre en los países desarrollados.

Estas compañías tecnológicas, junto con las compañías de la economía tradicional que están en proceso de transformación y adaptación, son las que pueden liderar la verdadera creación de empleo a futuro. Son las que buscarán entornos que mantengan los principios básicos del respeto a la propiedad privada, la estabilidad y claridad en las regulaciones, y la transparencia, con una inteligente intervención del Estado, una presión fiscal que permita su desarrollo productivo, educación y talento, creatividad y ecosistemas emprendedores. Estas compañías ya han asumido que el mundo ha cambiado y que sus negocios deben ser sostenibles en el largo plazo, en línea con la premisa de colocar a las personas y al planeta como preocupaciones centrales.

La inversión seguirá siendo el motor del crecimiento y la creación de empleo, y generará oportunidades reales para todos los ciudadanos. Los países de la región que en este contexto político tengan la capacidad de discernir entre propuestas cortoplacistas y estrategias para atraer inversión y evolucionar hacia una economía sostenible, serán los que podrán ofrecer mejores oportunidades a sus ciudadanos en los próximos 30 años.

La Argentina hoy

La Argentina se ha convertido en un país que expulsa la inversión y la creación y el mantenimiento del trabajo. Hay un éxodo de empresarios, talento y emprendedores que generan trabajo. Para estas personas, el futuro del país hoy es una gran incógnita.

En los últimos 30 años, la Argentina sólo duplicó su PBI per cápita, como resultado de las sucesivas crisis recurrentes. Esto incrementó la pobreza desde niveles del 20% a un 50% de la población.

Asimismo, fue una de las economías más afectadas en el 2020 por el impacto del COVID. Su PBI se ha derrumbado casi un 10%. El desempleo actual es del 13%, pero sería de casi del 28% si se incluyeran a las personas que dejaron de buscar trabajo por la pandemia.

El sector industrial argentino, particularmente el de las PyMEs que moviliza el 70% del empleo privado del país, tiene su capacidad productiva altamente condicionada por su creciente endeudamiento. Esto se produjo como consecuencia de la pandemia y por las medidas económicas que se alejan de lo necesario para lograr una mayor y mejor inserción al mundo. Las dificultades para la compra de insumos y el acceso al mercado cambiario, la falta de infraestructura logística competitiva, las altas presiones gremiales y la ausencia de acuerdos comerciales dificultan a estas empresas a dar el salto a la innovación, la tecnificación y el valor agregado, necesarios para su internacionalización.

La situación actual solo se mantiene a través de la emisión de moneda, el endeudamiento interno y externo, y la confiscación de recursos a través de impuestos distorsivos.

¿Cambio de conciencia?

Ante este escenario, cabe preguntarse si los argentinos seguirán sosteniendo un sistema donde quienes tienen recursos los destinan a otros países y aquellos (la gran mayoría) que no pueden hacerlo, hacen lo posible para que el Estado los mantenga a lo largo del tiempo, mediante una política creciente y sostenida de subsidios.

Surge entonces la reflexión si será posible generar un cambio de conciencia en nuestra sociedad, que nos permita conectarnos con el cambio que ocurre a nivel global.

Ante la incertidumbre que prevalece en América Latina, la mejor opción que se vislumbra para realizar este cambio es una mayor integración con la región latinoamericana y con el mundo.

El Acuerdo Mercosur – Unión Europea

En esta perspectiva, el Acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea, concluido en junio 2019 y luego abandonado a su propia suerte por la Argentina, es una herramienta de transformación para sumar al país al cambio que ocurre a nivel global.

La Unión Europea representa casi el 20% de la economía mundial y es el primer inversor global. Además, conforma el bloque de países que ha priorizado el objetivo de transformarse dentro de la actual revolución tecnológica, haciendo foco en las personas y la sustentabilidad ambiental.

Hay quienes se confunden y evalúan este Acuerdo sólo en función del mayor o menor comercio que se generaría entre ambos bloques, y se pierde de vista que tal entendimiento es, ante todo, una herramienta institucional. Una vez que se vote el Acuerdo en los Congresos de cada país, esto permitirá a Argentina trazar una hoja de ruta para realizar reformas estructurales que den lugar a un incremento sostenido de la competitividad ante el desafío que representa la transformación global en curso.

Hay ciertos sectores que ya están siguiendo las tendencias de transformación y actualización del mundo, y que funcionan como sostén del sistema institucional argentino, a pesar de sus falencias. Un ejemplo es el sector agroindustrial que, al estar atomizado a lo largo y ancho del país y ser el principal generador de divisas, actúa como columna vertebral en defensa de la institucionalidad. Otro ejemplo es la Justicia que, aún con sus falencias y cuestionada por el sector político, ha conseguido ser uno de los máximos resguardos en todos estos años de sucesivas crisis.

Conclusión

Los líderes que logren exponer con claridad a la sociedad que la Argentina actual, con estos históricos niveles de pobreza, indigencia y pobreza infantil, ya no es viable en el largo plazo, y puedan al mismo tiempo, motorizar el cambio de conciencia imprescindible, serán los que habrán de guiar al país en este nuevo período de grandes transformaciones que se plantean, con enormes posibilidades, en un mundo más interconectado de lo que hoy se puede imaginar. Es necesario colocar a la Argentina en la senda del crecimiento y el desarrollo, en un claro proceso de modernización inclusiva, que la saque de su proceso de estancamiento y evite las tensiones distributivas que hoy sufren muchos de los países de la región.