Cuando hace poco más de 60 años los delegados argentinos se reunieron con sus pares de otros once países para negociar el Tratado Antártico, es probable que no hayan llegado a dimensionar por completo la relevancia y durabilidad del acuerdo cuya firma se estaba gestando en la ciudad de Washington. La tarea que se les presentaba a los delegados argentinos era ambiciosa, audaz y compleja y no estaba exenta de críticas de propios y extraños. Sin embargo, el Tratado Antártico se firmó el 1° de diciembre de 1959 y entró en vigor el 23 de junio de 1961, luego de su ratificación por los doce Estados que lo habían firmado, entre ellos la Argentina. Ha sido uno de los acuerdos más vanguardistas y exitosos del siglo XX.
Llegando a tiempos actuales, transcurre por estos días la 43ª Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA) y la 23ª Reunión del Comité de Protección Ambiental, organizada por Francia desde París, pero por primera vez en la historia en un formato virtual, que reúne a 450 delegados de 40 Estados, 6 organismos internacionales y 4 ONGs. En esta prolongada etapa de pandemia, que obligó inclusive a la cancelación de la RCTA en 2020, las comunicaciones y la informática moderna han permitido que estos delegados, separados por más de dieciséis husos horarios, puedan reunirse para tratar los temas relevantes de la agenda antártica internacional, y a través de la ciencia y la diplomacia, continuar forjando el futuro del continente blanco, con la protección de su medio ambiente y ecosistemas asociados como principal eje de las negociaciones.
A sus 60 años, el principal legado del Tratado Antártico ha sido pacificar todo un continente manteniéndolo libre de armas, explosiones nucleares y explotación minera. También logró colocar a la ciencia como principal foco de las actividades humanas en la Antártida y fomentar la creación de un sistema normativo institucional internacional, que incluye organismos como la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) creada en 1982 o el Comité sobre Protección del Medio Ambiente creado en 1991 por el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, que coincidentemente este año cumple 30 años. El Sistema del Tratado Antártico ha permitido durante todos estos años garantizar la paz, promover la cooperación y la investigación científica y sobre todo impulsar la protección del medio ambiente antártico, cada vez más afectado por fenómenos globales como el cambio climático y la creciente actividad humana en la región.
Para la Argentina celebrar la plena vigencia del Tratado Antártico es también de particular importancia ya que, en su artículo IV, salvaguarda nuestros derechos soberanos sobre el territorio antártico argentino. La formulación del Tratado fue muy sabia en tanto quedó asentado que su firma no implicaba ningún tipo de renuncia o menoscabo a los derechos de soberanía que se hubieran hecho valer precedentemente, como lo hizo nuestro país. Nuestra reivindicación territorial tampoco puede ser afectada por ningún acto posterior a la firma del Tratado. Vale decir que el Tratado se ha constituido en una garantía central a nuestra reivindicación territorial. Naturalmente esto se complementa con nuestra presencia permanente en la región desde hace más de 117 años y la destacable actividad científica que desde el Instituto Antártico Argentino se desarrolla en soporte de esa reivindicación y como aporte esencial a la comunidad antártica internacional.
La 43ª RCTA
Durante la presente reunión se han planteado varias cuestiones que preocupan a las Partes, pero dos temas atraviesan la agenda en la actualidad. Por un lado, la pandemia COVID-19, más coyuntural pero que ha impactado todas las actividades en la Antártida y el desarrollo de los foros antárticos. Además de obligar al mantenimiento de las reuniones en formato virtual, limitando en parte sus agendas, la pandemia afectó fuertemente la actividad de los programas antárticos nacionales, ya que obligó a implementar estrictos protocolos sanitarios para el desarrollo de la ciencia y su logística necesaria, limitando las actividades a las mínimas indispensables. Afectó también fuertemente al turismo antártico que en 2020 casi no tuvo lugar y ha generado algunas dificultades en la implementación de los mecanismos de control de la actividad pesquera en la región. El otro tema de gran preocupación es el del cambio climático y sus graves efectos en la Antártida, como el aumento de los deshielos, el aumento en el nivel de los océanos, la creciente acidificación de los mares australes y todos los peligros que conllevan para la preservación de los delicados ecosistemas antárticos terrestres. En este sentido, el Tratado Antártico ha comenzado a trabajar en los últimos años en la implementación de un plan que le permita considerar acciones para mitigar los efectos del cambio climático y las actividades humanas en el continente, a la vez que llama a las Partes a cumplir con sus compromisos asumidos en el Acuerdo de París surgido de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático.
Tal como lo hizo en 1959, la Argentina continúa manteniendo hoy un rol protagónico dentro del Sistema del Tratado Antártico, tanto desde lo científico, como desde lo político-diplomático, con una nutrida delegación participando en la reunión en curso. Además, en la actualidad, no sólo ha ejercido la Vicepresidencia del Comité de Protección Ambiental y de la CCRVMA, sino que también, desde 2004, es sede de la Secretaría del Tratado Antártico. La Secretaría es hoy una pieza clave en el funcionamiento del Tratado y en la valiosa asistencia que brinda a las Partes, lo que ha demostrado con eficacia durante esta RCTA desde París y desde Buenos Aires, para garantizar el normal desarrollo de las complejas sesiones virtuales.
Reunión de aniversario: la Declaración de París
¿Pero qué cabe esperar de esta RCTA de aniversario, que se desarrolla en tan complejas circunstancias y con difíciles escenarios en el horizonte? Algunos de los temas tratados, incluidas delicadas cuestiones como el abordaje de los efectos del cambio climático, no están logrando los avances que eran esperables en esta oportunidad. Pueden vislumbrarse algunos logros en materia de mecanismos de monitoreo del turismo antártico, cuyo ritmo de crecimiento se retomará una vez superados los efectos devastadores de la pandemia. Recordemos que todas las decisiones en el ámbito antártico se adoptan por consenso, lo que si bien presenta mayor dificultad por el incremento en el número de Partes, resulta a la vez una garantía de mayor solidez una vez alcanzadas las decisiones.
Creo importante destacar que en esta histórica sesión, en la que se conmemora el 60° Aniversario del Tratado y el 30° Aniversario de su Protocolo Ambiental, los 29 Estados Partes Consultivas han estado trabajando en una declaración conjunta que les permitirá, de común acuerdo, ratificar su compromiso con ambos instrumentos, así como con el mantenimiento de la paz en el continente; y confirmar su voluntad de seguir trabajando mancomunadamente para fortalecer el sistema de administración multilateral de la Antártida; procurando consensos para abordar los extraordinarios desafíos que tiene por delante la preservación del medio ambiente antártico para las próximas décadas, en particular debido al cambio climático.
Una declaración de gran relevancia que, a pesar de los múltiples desafíos actuales y de las voces que sugieren que el Sistema del Tratado se ve amenazado, permite demostrar en este 23 de junio, a 60 años de distancia, que el camino recorrido ha sido virtuoso y que, con el trabajo y compromiso de las Partes, podrá continuar siéndolo.
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