Cumbres del G7, la OTAN y bilateral entre EEUU y Rusia: su impacto para la diplomacia argentina

Significan el resurgimiento del rol de los estados como tales por encima de los instrumentos multilaterales que predominaron desde la segunda guerra mundial en adelante

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(Leon Neal/Pool vía REUTERS)
(Leon Neal/Pool vía REUTERS)

El escenario internacional durante la primera quincena de junio del corriente año estuvo monopolizado por tres eventos que debieran analizarse en forma correlacionada, ya sea por la importancia de sus actores, por su participación en la economía mundial, por sus respectivas influencias como modelos de país, por su participación -medida en términos globales- en sus respectivos presupuestos de defensa y sobre todo por su significado en términos del rol de los estados y de sus alianzas geopolíticas que seguramente influirán en el resto del mundo.

El análisis de las tres cumbres, del G7, OTAN y bilateral entre los jefes de estado de Estados Unidos y Rusia, llevan a identificar una tendencia común a todas ellas. Esto es el resurgimiento del rol de los estados como tales por encima de los instrumentos multilaterales que predominaron desde la segunda guerra mundial en adelante. Ello seguramente dará lugar a que desde el punto de vista teórico de las Relaciones Internacionales se recuerde la “paz” de Westfalia y el “orden” que surgió de ella, donde se estableció el rol de los estados definiendo su integridad territorial y sus alianzas relacionadas (aún en regiones que solamente se conformaron como estados definitivos dos y tres siglos después). Ahora bien, de ahí a que de ese proceso, limitado en ese entonces a Europa, haya resultado en generar la paz (en ese contexto era solo europea) es otra discusión. Lo que se intenta remarcar en estas líneas es que el actual contexto internacional va a estar marcado por el rol de los Estados y sus alianzas, por encima del enfoque “multilateral” o la utilización de los instrumentos multilaterales globales, ya sea para bloquear acciones de países o para –a partir de esos instrumentos- imponer o consensuar posiciones unilaterales.

Más allá del contenido de estas cumbres que han sido difundidas ampliamente a través de comunicados, fotos, artículos periodísticos, análisis, entrevistas y fotos muy demostrativas de los esquemas de poder que se ha pretendido demostrar, corresponde reflexionar acerca de cuál será su eventual impacto en la política exterior argentina y en sus procesos de decisión relacionados en materia de alianzas, las cuales como fin último debieran contribuir a que estas sean un instrumento clave para a la aplicación del Preámbulo de la Constitución Nacional cuando dice “...con el objeto de proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad…”, como así también la aplicación en política exterior e interna de los tratados internacionales con rango constitucional incluidos en ella.

Si se quisiera establecer una pauta común muy general entre esas tres cumbres, la lectura principal es el reconocimiento de la existencia de dos potencias principales, aunque una de ellas no haya participado “en persona” en ellas y de otras secundarias que –en función de sus propios intereses y modelos institucionales, económicos y sociales de país- se irán alineando entre sí. Estas alianzas entre estados podrán variar según los temas, la geografía, y la geopolítica, pero lo que sí queda claro es que el núcleo central de estos bloques estará basado en los modelos de “gobernabilidad” en todas sus dimensiones, de cada uno de ellos. Es así, que en el G7, no solo por los países que lo conforman, sino además por los cuatro países invitados (Australia, Corea del Sur, India y Sudáfrica) se delinea una proyección global de los modelos de gobernabilidad y objetivos geopolíticos determinados por sus áreas geográficas, además de los pesos específicos que tienen cada uno de esos países en sus respectivas regiones.

La cumbre de la OTAN, ha agregado específicamente el desafío ruso, con un cambio de tono de confrontación real desde la asunción del Presidente Biden, cuestión que también se ha visto reflejada en la cumbre bilateral. Otro indicador en este sentido son los discursos y mensajes hacia dentro de los propios EEUU, cuando el Presidente Biden menciona la política internacional a partir de la vigencia de los sistemas democráticos, de los derechos humanos y de todos sus valores relacionados como parte de la política interna estadounidense y del pueblo norteamericano, cuestión que la población de ese país, por sus propias características, no la considera -posiblemente desde la II Guerra Mundial- como tal. En síntesis, EEUU, en su carácter de ser actualmente la superpotencia principal se presenta como líder ante un nuevo Orden Mundial, genera alianzas (en todas las dimensiones) en función de ese “orden” con regímenes democráticos a la vez que reconoce la existencia otra potencia principal en ascenso, la Republica Popular China. En cuanto a las potencias secundarias, que tienen distintos grados de influencia y poder, Rusia obviamente es la que más le interesa focalizar en lo inmediato. Rusia tiene intereses globales y una importante capacidad militar. Sin embargo, ofrece flancos débiles en su capacidad económica y financiera. Las restantes (cuatro de ellas participaron como invitadas al G7 y otras son miembros) tienen intereses diversos que varían desde lo global a lo regional, lo cual no les impide mantener una política de coexistencia “competitiva” en todos los frentes –con la excepción del sector de la defensa donde si están alineados con la “visión atlantista”, aunque se trate océanos o cielos fuera del Atlántico Norte- con las dos principales (EEUU y la RPCh). En cuanto a otras potencias secundarias, que tienen influencia en sus respectivas regiones no incluidas en estos eventos, aún con intereses contrapuestos, tienen capacidad limitada para influir en los procesos de decisión globales por sí solas.

En síntesis, lo que surge de estas tres cumbres es que los países “westfalianos”, sus alianzas e instrumentos disponibles, incluyendo sus sistemas de defensa, prevén un escenario en la relación con Rusia que se agudizara cada vez más en términos de confrontación. Rusia, aún contando con cierta capacidad de poner presión a los países de Europa central, ya sea por la provisión de energía o por su poder militar, o por su capacidad de influir más allá de su influencia o alianzas actuales, será limitada. El balance militar y económico de EEUU, Reino Unido, de la NATO y aliados en el Pacifico, en combinación con el modelo de gobernabilidad que proponen los países de la OCDE, no les deja muchas posibilidades a Rusia de expandir su importancia a nivel global, más allá que la que ya cuenta en algunos países donde han tenido influencia históricamente u otros que coyunturalmente quieran apoyarse en ella para confrontar a los EEUU.

En cambio, en el caso de la RPCh, la disputa global tiene límites fijados por una suerte de competencia competitiva o de competencia “estratégicamente administrada”. Esta competencia existe en todos los sectores y es de largo plazo. Se dará en frentes muy diversos –debido a la interrelación (y a la vez de dependencia mutua) de su economía de los países de la OCDE-, ya sea en los sectores comerciales, tecnológicos, innovación e inteligencia artificial, patentes, infraestructura y en los instrumentos financieros. Ello no significa que esta disputa global no incluya áreas de confrontación que –determinadas por la geografía y el acceso a materias primas por parte de la RPCh- provoque confrontaciones y tensiones que tendrán impacto global además del regional específico.

En este contexto, ¿cuáles serán las implicancias para América Latina en general y para la Argentina en particular? En el caso argentino, por su peso relativo en la decisión de los temas globales y a la vez por la importancia de su soberanía y de su geografía continental, marítima, espacial y antártica, la toma de decisiones en función de sus propios intereses estratégicos (incluyendo su política como miembro pleno del MERCOSUR), la vigencia de sus valores e instituciones republicanas y la aplicación de los tratados internacionales incluidos en la CN, y por la correlación e interdependencia del contexto internacional con la agenda interna en lo político, militar, económico, sociales y ambiental, será clave para que con una política exterior prudente y con diplomacia eficaz y eficiente se forme parte de las alianzas específicas que se está generando con este nuevo orden mundial.

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