Hace tan solo 6 años se dijo: “A lo largo de los dos mandatos de Cristina, diversos actores políticos, económicos y sociales, medios de comunicación, gremialistas y la totalidad de la oposición, fueron acusados, en alguna o varias oportunidades de “destituyentes”. Esta acusación global de querer instalar un ‘clima destituyente’ le permitió a Cristina colocar a su gobierno y a su propia persona como encarnación o símbolo de la democracia. Cualquier acción de cierta envergadura en contra del Gobierno podría calificarse como ataque destituyente y ser sospechado de responder a un plan orquestado para deslegitimarla hasta hacerla caer”. (Cristina versus Cristina, Vilma Ibarra, pág. 177)
El “mecanismo” populista de perpetuación electoral es un patrón de conducta que se extiende como una telaraña a lo largo y a la ancho de nuestro entramado social. Se teje día tras día pacientemente por la araña, una trabajadora incansable y astuta que sabe manejar sus redes para que todo pase por ella. Es la propietaria del mecanismo, del poder de los votos, del inquilino del sillón de Rivadavia y por cierto también de la “palabra”. Es la voz principal del relato oficialista, de allí la importancia de sus silencios. Sabe que las elecciones se ganan con la heladera llena, y para quienes no tengan, con planes que le garanticen al menos comer una vez al día. Tan penoso y artero como real. Nada dice de la creciente pobreza nacional y popular, tampoco que, en su bastión, la Provincia de Buenos Aires, de cada cuatro criaturas solo una come a diario.
Las preocupaciones parecieran ser otras. Para el “mecanismo” resulta esencial el manejo de la caja del Estado, la ubicación de la tropa en puestos claves, que, a su vez permiten la subcontratación de más y más seguidores, algunos pocos por convicción, y otros muchos por necesidad, pero que, en resumidas cuentas, terminan conformando el inmenso séquito que compone el mecanismo populista que se termina extendiendo por todos los rincones el Estado inflamado y mal administrado que supimos conseguir entre todos y todas, pero que solo es mantenido por un puñado desgastado de contribuyentes.
La virtud de quienes manejan el “mecanismo” es que han logrado extenderlo por todas partes, atraviesa transversalmente nuestra sociedad, principalmente desde el Estado Nacional, Provincial y Municipal, pero también en las zonas periféricas más necesitadas de la asistencia del Estado, y, por cierto, cuenta para amplificar el relato con la orquesta desafinada de Los Relatores del Relato, émulos de la Wallace Hartley Band del Titanic, en que se han convertido los medios cooptados por la coalición de gobierno, ahora también devenidos en formadores de listas negras. La “palabra” debe ser amplificada y el “enemigo” denostado. Es el ABC básico del mecanismo.
Para que el “mecanismo populista” funcione, la araña tiene la necesidad de sostener toda su red funcionando, como sea, atada con alambre si fuera necesario, y para eso la caja y la maquinita de imprimir billetes son elementos de primera necesidad. La araña sabe que poner dinero en los bolsillos de los votantes resulta indispensable para cambiar el humor social, pero al mismo tiempo le es útil para crear la ilusión de un poder adquisitivo mejor. El cual por cierto no pasa por el precio de los vinos de alta gama, sino por el de la yerba y los fideos, que son los productos que consume una franja importante de sus votantes. Por eso uno de los objetivos fundamentales del plan “votos por vacunas y planes” es poner dinero en los bolsillos de los trabajadores. Pasada la elección, la inflación hará su trabajo, como siempre, depredando el bolsillo de los trabajadores. Cada voto importa “ahora”. Mucho más que el futuro de la Nación.
En el “mecanismo” de perpetuación populista la grieta es también un elemento de primera necesidad. Tanto que no sería posible atribuir las culpas propias a otro, sino se tuviera un “enemigo” con el cual confrontar, a quien achacarle todos y cada uno de los males, olvidándose de las calamidades propias, que en el imaginario de la araña no existen, para concentrarse en los desaciertos de los habitantes del otro lado de la grieta. Las culpas siempre son ajenas y los aciertos propios.
En la estrategia “votos por vacunas y planes” el aumento a los trabajadores del Congreso no es un error de cálculo. Fue una jugada de ajedrez, a partir de la cual se montarán las nuevas paritarias para incrementar el dinero en los bolsillos de los trabajadores. Una movida tan hábil como acertada en los tiempos, si solo se tienen en cuenta el único objetivo del mecanismo populista: ganar las elecciones de noviembre, y obtener la mayoría en las dos cámaras del Congreso, lo que le permitirá sacar todo tipo de leyes para gobernar a gusto y piacere, incluida la “Yihad” contra el Poder Judicial, la anunciada cooptación del sistema de salud argentino, y la meca generadora de agro dólares: el campo, con el plan “tierra para todas y todos”, bendecido desde el cielo en un errónea interpretación que se hacen de las palabras del Santo Padre que solo muestra el desconocimiento supino sobre la doctrina social de la Iglesia.
La fórmula es conocida y habitual en los gobiernos de tinte populista, ya que saben de antemano que la receta dará resultado en el corto plazo. Las paritarias, los planes, el control de precios, el fin del ajuste “Guzmán”, el freno a los aumentos de los servicios públicos, son todas medidas que tienen un solo objetivo: ganar, a como dé lugar y por la mayor cantidad de votos posibles las próximas elecciones de noviembre. Si hay algo que debemos reconocer es que para quienes pretenden la perpetuación en el poder el manejo de los tiempos es el eje central de la estrategia. En esa línea, el ajuste feroz que se realizó bajo la égida del Ministro Martín Guzmán, ha resultado exitoso. Y cómo ajuste a los jubilados uno de los mayores de la historia, sino el mayor.
Para el mecanismo de perpetuación populista también tiene importancia estratégica la Provincia de Buenos Aires, en la cual una elección triunfal le permitirá al economista devenido en Gobernador de la Provincia con mayor cantidad de pobres y miseria de nuestra nación, mejorar sus bancas en el Senado provincial donde actualmente cuenta con 20 de las 46 bancas totales. La importancia de la performance electoral en la provincia podría garantizarle al gobernador, además de subir un peldaño en el sueño presidencialista, entre otras cosas, la ocupación de los cargos vacantes en la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, y el reemplazo, entre otros, del procurador Julio Conte Grand, jurista de una gran labor, pero del signo político incorrecto a ojos del mandatario provincial.
Nuestro país, a consecuencia de la malograda gestión de la lucha contra la pandemia, no logra sacarse el barbijo. En ese contexto, la dueña de la voz del pueblo sabe que las vacunas son votos. El “mecanismo” en tiempos de pandemia tiene nuevas reglas, debe reinventarse, motivo por el cual más allá de la paupérrima y demorada gestión de las vacunas, éstas terminarán llegando a raudales, no porque hayamos sido exitosos, sino porque el mundo civilizado ya vacunó a una franja mayoritaria de su población y para seguir funcionando sabe que hay que vacunar al resto de los países pobres. De junio a noviembre se incrementará exponencialmente el arribo de las vacunas, es previsible que la vacunación de todos y todas deje de ser un problema, si bien una solución tardía que dejó miles de muertos en el camino, es una solución al fin, y de cara a una elección, qué mejor argumento que la vacuna para todas y todos. El “mecanismo” te cuida y te vakuna.
Para los ejecutores del mecanismo sacarle punta al lápiz que cuenta los votos es también prioritario. Todo lo que se haga tiene y tendrá un claro contenido electoralista. Desde la suspensión del voto por correspondencia de los argentinos residentes en el exterior, pasando por la ampliación del padrón electoral a los ciudadanos extranjeros que habitan en nuestra nación, donde se calcula, tan solo en el conurbano bonaerense más de 800.000 votantes, hasta la reanudación de las clases presenciales en la Provincia de Buenos Aires, que no puede quedar rezagada en relación con lo que suceda en CABA. Todo tendrá su razón de ser en cambiar la indignación social a consecuencia del pésimo manejo de la pandemia, la intolerablemente extensa cuarentena a que nos vimos sometidos, y la caída en picada de los indicadores económicos que arrojaron millones de argentinos a las garras de la pobreza extrema.
Como escuchamos decir en la campaña presidencial de 2019, vinieron para ser mejores, y claramente lo están logrando, pese a la pandemia, las vacunas VIP, el avión de Messi, la crisis económica, el intendente que se apropia de un respirador para su uso personal y a todas las trabas que la impericia y torpeza de los propios, cual fuego amigo, les ocasiona. Vinieron para ser mejores, y se van a quedar con la república entera, que ya no será una república, sino una autocracia más. Hacia ese objetivo apuntan todos los cañones del “mecanismo” y su tropa está dispuesta a avanzar con firmeza.
La grieta de la vacuna es también otro elemento del “mecanismo” de perpetuación populista que utiliza la araña para tejer su red. Por un lado, se dice desde el atril que no hay que hacer política con la vacuna, y por el otro, tan solo tres horas después, el titular del Poder Ejecutivo Nacional, el Jefe de Gabinete de Ministros y la Ministra de Salud son los actores principales en la recepción de un nuevo cargamento de vacunas, donde se filma, además, un spot publicitario que sale prácticamente en tiempo real. Si predicar con el ejemplo es una regla de vida, para el mecanismo populista no aplica. En los días que siguen veremos muchas más publicidades donde se hará política con la vacuna.
No se trata de inocular odio, como pretende hacernos creer la araña en su elaborada telaraña del odio por el que piensa diferente, sino de hacer las cosas bien, en tiempo y forma. El juego de la democracia es precisamente tener voz, y decir lo que se tenga para decir, y no anclarse en la irracionalidad cuando se piensa diferente. Estamos todos de acuerdo que hay ciertas cuestiones que no deben ser discutidas, como por ejemplo la necesidad de vacunarse. Para dejar la vacuna y la pandemia afuera de la disputa política, el gobierno tiene que ser el primero en dar el ejemplo. Sí han llegado un poco más de 20 millones de vacunas, aunque sea tarde, y producto de las desigualdades mundiales, eso no es óbice para que no se asuman las responsabilidades de las propias torpezas en la gestión de las vacunas. La campaña de vacunación si bien no es todo lo que tendría que ser a la fecha, es importante que avance y con el apoyo de todos. Pararse frente a un auditorio de aplaudidores seriales para decir que no hay que hacer política con la vacuna, es hacer política con la vacuna. Se debe predicar con el ejemplo y no con el relato.
Cuando la voz del pueblo dice en público que con la vacuna vamos a salir, se está haciendo nada más y nada menos que política. Pararse a dar un discurso de tanto en tanto para ocupar la escena pública es un acto tan demagogo como egoísta. La irracionalidad y la locura que se ha apropiado, grieta mediante, de nuestra sociedad, no tienen parangón alguno en toda nuestra historia. La hipocresía del relato populista hace de la grieta un negocio electoralista que tiene un objetivo primario, ganar las próximas elecciones, y uno secundario, pero no menos importante, perpetuarse en el poder.
La República Argentina está en modo barbijo. La crisis se evidencia a lo largo y a la ancho de toda la nación. La educación pasó a ser una muestra más de las desigualdades que genera el propio mecanismo populista: mientras se cerraron las escuelas, los padres que pudieron, hicieron asistir a sus hijos por maestros particulares. La educación “blue” es una realidad más de nuestros días a consecuencia de los desatinos en el manejo de la pandemia y la estúpida disputa entre CABA y la Provincia de Buenos Aires que terminó en la Corte con un ejemplar fallo.
El mecanismo populista tiene -desde hace tiempo- al sistema de salud en la mira, sin entender que el sistema privado de salud emergió a consecuencia de que el sistema de salud pública estatal fracasó hace tiempo. El estado de los Hospitales Públicos habla por sí mismo, no hace falta mucho más que detenerse a verlos. Los particulares que eligieron el sistema de salud privado y lo pagan de su propio bolsillo vienen aportando hace largos años, con lo cual ahora corren el peligro de quedar a la deriva frente a un nuevo arrebato de tinte populista y electoralista. ¿Quién en su sano juicio va a invertir en comprar un tomógrafo en nuestro país? ¿Ni que hablar de hacer nuevos centros de salud privados? Con la paradojal situación de que quienes pretenden la colonización del sistema privado de salud son los mismos que se atienden junto a sus familias en esos centros “privados” bien lejos de los hospitales públicos.
Nuevamente debo preguntarme: ¿Qué nos está pasando?
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