“Los funcionarios no funcionan” dijo con razón Cristina Fernández de Kirchner. La Anmat deja en el puerto, durante meses, equipos donados para tratar enfermos de covid-19, a pesar de que decenas, tal vez cientos, de médicos, aquí y en el mundo utilizan, y ofrecen pruebas de éxito, tratamientos baratos con ivermectina; u otros aquí, utilizan ibuprofeno inhalable -producto que promueve y ofrece gratuitamente, la Fundación Respirar- la administración lo ignora.
La AFIP no sólo no detecta todas las maniobras de evasión, sino que por esa falta de “proactividad” pretende “justificar” el freno de las exportaciones de carne. Inconcebible.
No sólo eso. En el caso del Monotributo, la AFIP avanza y retrocede normativamente hasta el ridículo. ¿Es una agencia proactiva? La lista es interminable. No es de ahora.
El aparato del Estado, la burocracia entrenada necesaria, ha sido sepultada por las legiones de amigos de confianza que pueblan los ministerios en todos los niveles. La “inteligencia pública” se ha tornado escasa. Sin ella “el Estado” no está. No es de ahora.
El aparato del Estado, la burocracia entrenada necesaria, ha sido sepultada por las legiones de amigos de confianza que pueblan los ministerios en todos los niveles
Todo lo que se hace durante mucho tiempo brinda “maestría”. El abandono de la excelencia en la selección de funcionarios públicos lleva décadas. Hemos alcanzado “maestría” en la “no proactividad” y en los errores.
La ignorancia en la línea de carrera –que hace tiempo que no es tal– no puede contribuir a impedir que los que, por la ruleta de la vida, ocupan los lugares estrella hablen y “perturben”. No es de ahora.
En octubre de 1998, Teatro Coliseo, Umberto Eco presenta a la Universidad de Bolonia.
Carlos Ruckauf (vicepresidente de Carlos Menem) y Fernando de la Rúa, presidente, sucesivamente, presentaron a Eco como “Premio Nobel”. Eco sorprendido. Seguramente merecía un Nobel. Pero ni siquiera había sido candidato. La anécdota induce a interrogarnos ¿Qué necesidad de dar a entender que se conoce lo que no se conoce?
Hay políticos atraídos a campos desconocidos para “afirmar” dominio del terreno que les ha sido asignado. Una demostración de inseguridad que pega en el travesaño del ridículo.
¿Por qué no callar? ¿Por qué no poblar la Administración de funcionarios formados para evitar tontería y poder ser proactivos?
Cuanto más alta la investidura, más sabio es el arte de callar si no se tiene nada relevante para decir. Una suma de errores hace perder el respeto y eso es malo para todos, amigos y adversarios. Que una cosa es disentir y otra es ni siquiera considerar.
Cuanto más alta la investidura, más sabio es el arte de callar si no se tiene nada relevante para decir
La última semana, tras el paso fugaz del presidente de España, todos los medios se atrincheraron para lapidar la increíble afirmación de Alberto Fernández pronunciada al lado del invitado que representa a la que, hasta hace pocos años, llamábamos “la madre Patria”, divagó sobre salidas (saltos) y llegadas (desembarcos). Con cara del porteño canchero, que dice “mirá lo que te digo”, lanzó: “los mejicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva y nosotros los argentinos llegamos de los barcos”. Todo mal.
Origen imborrable
Para Fernández en el S. XIX aquí había sólo pueblos originarios y en el Siglo XX llegaron inmigrantes que, según él, “convivieron con pueblos originarios”.
¿Estamos cursando una pesadilla? Fernández “invisibilizó” a los pueblos originarios, agaces, araucanos, atacamas, cainguas, comechingones, chamaes, charrúas, chiriguanos, chorotes, guaraníes, huarpes, juries, lules, matacos, minuanes, mocoretas, omaguacas, puelches, querandíes, quilmes, sanavirones, tehuelches, timbués, tobas, tonocotes; y además, lo principal, a los criollos que hoy somos la mayoría y que fueron los que hicieron primero “la Colonia”, después la Patria y después el Estado de la Constitución.
Los criollos, hijos del mestizaje, son, somos, la mayoría de los que aquí habitamos.
En realidad, qué bueno sería que los nietos de los barcos, cuyos abuelos recibieron aquí una acogida generosa, den un paso más y avancen sobre el interior argentino lleno de posibilidades, aunque la política no ayude y entorpezca. Tienen que ayudar a cambiar el presente de un país tan generoso que acogió a los abuelos. No abandonar, comprometerse.
La del Presidente es una ofensa que deriva de la más redonda ignorancia. ¿No sabe que la mayoría absoluta de los argentinos tenemos un linaje parcial o totalmente indígena? Es que el 56% de los argentinos tenemos ese linaje que representa el fenomenal encuentro de culturas por la sangre, que dio lugar a la vocación, a las luchas y a la concreción de la Independencia.
El 56% de los argentinos tenemos ese linaje que representa el fenomenal encuentro de culturas por la sangre, que dio lugar a la vocación, a las luchas y a la concreción de la Independencia
Esa genética, la de los granaderos puntanos de San Martín o de los gauchos salteños de Güemes, es lo que determinó el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la UBA. El mestizaje españolísimo y originario del encuentro, de la conquista, de la colonia, lo que es la sangre criolla, hizo que el Acta de Independencia, declarada por el Congreso de las Provincias Unidas en Sud América, se redactara en español y en quichua. No era una tilinguería. Era una vivencia.
Y también ese mestizaje criollo es lo que hizo ese país pujante que, desde fines del S. XIX, atrajo a los millones que llegaron a esta Argentina de allende el mar. Descendieron de los barcos porque había trabajo, mejores salarios, mejores condiciones de vida y educación gratuita, que ya estaban hechas. Todo aquello que en Europa estaba escaso y a la mayor parte de los que llegaron, de dónde venían, se les negaba.
Sólo lo puedo entender al presidente Fernández si pienso en la afirmación atribuida a Anais Nin: “No vemos las cosas como son, vemos las cosas como somos”. Una pena.
No hemos logrado -en esta Argentina- hacer conciencia de la Nación a toda la dirigencia.
En 1925, Luis Olariaga, el economista amigo de José Ortega y Gasset, visitó el país y en una nota profunda, penetrante, en Revista de Occidente, advirtió sobre lo que -si bien no usó esa expresión- vendría a ser “el europeísmo” de algunos de los argentinos en aquellos tiempos. El predicaba que nos despertáramos a la realidad y que pensáramos “situados”. Que nos montáramos sobre la realidad y no escapáramos de ella.
Hay varias maneras de escapar de la realidad envueltos en consignas que se dibujan como luchas por los derechos, ampliación del humanismo escrito en las leyes y ausente en la realidad.
Hay varias maneras de escapar de la realidad envueltos en consignas que se dibujan como luchas por los derechos, ampliación del humanismo escrito en las leyes y ausente en la realidad
Estamos invadidos por esas lamentables consignas de minorías activas que distraen de lo necesario y adormecen lo principal mientras, como hemos visto, los que lideran hacen goles en contra uno tras otro.
Legisladores ocupados de cosas menores, funcionarios dejando aparatos en la Aduana, dando marcha atrás en continuado, por mega errores, como con el delirio del Monotributo; o desde la más alta magistratura ocupando la palabra en el vacío y´, además, lo que más consecuencias tiene, desaprovechando las oportunidades porque, y esto es lo más grave, no tenemos nada pensado y en consecuencia, la nave de la Nación marcha al garete.
Desaprovechar oportunidades porque nada tenemos pensado y porque la Administración del Estado está en manos de “amigos de confianza”. Veamos el último ejemplo verdaderamente pedagógico.
Inquieta no saber a dónde vamos
Se realizó el Foro Económico Internacional de San Petersburgo. Multitudinaria presencia de países, empresas, dirigentes. Diversidad de temas y de áreas de negocios. Más de 500 representantes de los Estados Unidos, el doble de China, 200 de Japón, 1.000 de la Unión Europea. Alberto Fernández hizo una breve exposición que apuntó al estado actual del sistema económico capitalista. No era “el tema”.
Alberto Fernández habló acerca del estado del capitalismo a personas que viven de y en ese sistema y que son testigos de sus problemas. Sufren las consecuencias de la pandemia de las que habló Alberto.
Nadie que se detenga, con mínima honestidad, en las estadísticas y los trabajos de investigación de todos los centros académicos, puede ignorar la creciente concentración de la riqueza y su anverso, la explosión de la desigualdad. Regresiones sociales que, comparadas con los resultados logrados en los “30 años gloriosos en Occidente post Segunda Guerra Mundial”, son escandalosas. Escándalo si comparamos los progresos sociales y económicos de la industrialización, ocurridos en los países en desarrollo durante esas tres décadas, particularmente en el nuestro, con lo que vivimos en el presente.
Escándalo si comparamos los progresos sociales y económicos de la industrialización, ocurridos en los países en desarrollo durante esas tres décadas, particularmente en el nuestro, con lo que vivimos en el presente
Fernández se refirió al presente que, sin duda y descontando el indiscutible progreso técnico acaecido, señala una regresión social que nadie puede ocultar.
La pobreza, no está sólo en nuestro país, si bien aquí es dramática e infame. Es un problema de dimensiones universales como lo es la inequidad social que, además, afecta al desarrollo de las fuerzas productivas. No está mal que Fernández haya señalado esos problemas.
Pero la función de la política no es “sólo señalar” sino ocuparse de resolver los problemas o de proponer las soluciones estando en el llano. No está de más recordar dónde estamos. Aunque lo que nos inquieta es saber dónde vamos. Y cómo hacemos para llegar.
Era una oportunidad para pasar nuestros avisos. Alberto Fernández habló de otra cosa. No aprovechó la oportunidad. Le erramos al viscachazo. ¿Nadie le preparó un informe?
La participación del Presidente en este Foro, ante miles de dirigentes, era una gran oportunidad para exponer que la Argentina es un país de posibilidades y de necesidades. Un país con hambre, escandalosamente atrasada de inversiones. Porque desde 1975 nunca tuvimos un plan de desarrollo con objetivos e instrumentos y normas e instituciones que alientan la inversión reproductiva. Nunca la mirada echada, desde el interior histórico y profundo, sobre toda la geografía.
Por eso hubiera sido estupendo escucharlo decir, a la manera de Vladimir Putin, que necesitamos un sistema ferroviario de 70.000 kilómetros y no el de 45.000 que detonó Carlos Menem; que necesitamos barcos de nuestra bandera para los fletes de una hidrovía que transporta millones de toneladas; que necesitamos una estrategia de riego para que el agua del Paraná no muera en el mar y que sí aumente la productividad agraria de la región; que necesitamos instalar las industrias que hacen al aprovechamiento del sol y del viento que conviertan, lo que hoy desperdiciamos, en la energía que el mundo reclama; que necesitamos con urgencia y desesperación, crear de millones de puestos de trabajo productivo para no desbarrancarnos en el tobogán de la decadencia.
El respeto es la otra cara de la confianza. No se tiene confianza a lo que no se respeta. En 1899 la mayoría aquí ya no eran “pueblos originarios”, eran criollos. La mayoría de lo que somos, lo hecho, las personas, no descendieron de los barcos. A toda América Latina, con distinta intensidad, le pasa lo mismo. No vale la pena discutirlo. Nada que inventar.
No se tiene confianza a lo que no se respeta
Como tampoco vale la pena “pensarnos europeístas” porque no tiene sentido. Y tampoco vale la pena gastar una ley, ¡una ley!, para promover el “frataslafa” del inclusivo. Es demasiado tonto y si de discriminación hablamos, la verdadera, importante, lacerante, es la pobreza. Y es injusto perder el tiempo en lo que no la resuelve. Los aparatos en la Aduana, las evasiones que terminan con trabar la exportación. Tiros en el pie.
¿Cuál es, ante nuestro decadente panorama, la primera misión de un Estado proactivo? Procurar la inversión. Que es lo que da trabajo e impuestos. Alberto Fernández no habló de eso al mundo porque los funcionarios que no funcionan no pueden pensar el futuro. Están atados al pasado. Por eso, a pesar de la juventud de su DNI, su ADN es de viejos, que es el ADN de quienes no miran al futuro. ¿Será posible?
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