La pobreza no tiene freno ni da respiro. La mayoría de los chicos no se alimenta como debe, el conurbano se hunde en la miseria y la clase media se apaga entre la inflación crónica y el desesperante nivel de desempleo. La inseguridad creciente, el nivel educativo (el cuál por segundo año consecutivo preferimos no evaluar, luego de un año y medio donde prácticamente no existió la presencialidad en las aulas), los políticos incentivando la toma de tierras y la crisis sanitaria le dan todo el contenido a la foto de la realidad argentina.
Nadie entiende bien qué pasa. El Ministro de Economía de la Nación Martín Guzmán, nuestro argentino más próximo a las grandes construcciones de Manhattan y Wall Street que reimportamos para que este tercer mandato cristinista sea un rotundo éxito, pasa sus días solicitándole al Fondo Monetario Internacional una década de plazo adicional para hacer frente a nuestras deudas, sin poner más excusas que la de un jugador compulsivo que intenta refinanciar sus deudas de juego. Cada tanto se junta con empresarios y entre empanadas y agua mineral les esboza con total tranquilidad un gran desatino: “no es el modelo que viene el de achicar el Estado y el de bajar impuestos”, toda un empujón a la no inversión. El Presidente de la Nación Alberto Fernández, inmerso en una de las crisis más importantes de la historia argentina, jugando al populismo extremo: emitió una alerta a los oportunistas que pudiesen estar distraídos para que den paso enérgico hacia la toma de “tierras improductivas”.
La mayoría de los chicos no se alimenta como debe, el conurbano se hunde en la miseria y la clase media se apaga entre la inflación crónica y el desesperante nivel de desempleo
Luego le ha quedado algo de tiempo para darse el lujo de perder algunas horas valiosas almorzando con vaya a saber que artista de estos tiempos con la que se topó “casi por casualidad”, como si no pasaran cosas en este país que ameriten su urgente atención. Un Ministro de Educación de la Nación que defendió la no presencialidad en las aulas durante todo el año 2020, luego de unos días de reapertura aseveró que las clases presenciales es lo último que se debía suspender y doce horas después, aceptando cerrar todas las escuelas del país: hoy parece reconocer que el 70% de los chicos no accedió a las clases virtuales y que fueron tiempos perdidos. Sintetizando: no está claro qué es lo que realmente piensa.
En un mundo que se está redefiniendo geopolíticamente, también tomamos decisiones: estar siempre del lado equivocado. Esta vez nos abstuvimos de condenar la dictadura en Nicaragua ante la OEA, casi un voto cantado luego de declarar tiempo atrás que los problemas de los derechos humanos en Venezuela “estaban desapareciendo”. Además nuestro amor hacia Rusia y China es algo más que evidente de espaldas a un mundo que ya no nos valora como lo hacía en mejores tiempos.
El resto de los poderes del Estado son un caso de estudio. Los legisladores revoleando mantas en el Congreso Nacional, festejando y llamando al júbilo de todos los argentinos por haber aprobado con media sanción una ridícula ley titulada “zonas frías” que beneficia a algunos pero que por supuesto, perjudica a la gran mayoría de la gente. Nada que festejar en un país con más de 87.000 muertos por Covid y con un plan de vacunación que no sabe bien hacia donde se dirige.
El Presidente lo advirtió oportunamente: ni cree en el mérito, ni cree en los planes económicos, ni en los países civilizados
La justicia, ahí anda. Grandes tuiteros como Luis D’Elia o Alberto Samid, ambos con prisión domiciliaria denostando judíos y defendiendo a otros presidiarios condenados como Milagro Sala. También policías detenidos por usar sus armas ante delincuentes, esos qué están libres por algún lugar.
No hay que insistir. El Presidente lo advirtió oportunamente: ni cree en el mérito, ni cree en los planes económicos, ni en los países civilizados, esos que han logrado crecer y eliminar la pobreza y mejorando la calidad de vida de sus habitantes.
Quién pretenda que Argentina cambie, puede tener la plana seguridad de que aquello no ocurrirá por estos tiempos. No hay que ser un visionario ni poseer un sexto sentido: simplemente hay que prestar atención a lo que nos transmiten aquellos que nos están gobernando. Al campo (nuestro gran proveedor de divisas, progreso y producción) le prohíben exportar, lo amenazan con más retenciones e invitan abiertamente a quien lo crea apropiado, a ocupar ilegalmente sus terrenos. Los emprendedores, colapsados de impuestos y trabas burocráticas. El desarrollo de nuevas tecnologías y la industria del software que ven cada vez más atractivo del otro lado del Río de La Plata.
Muchos entendieron cómo será el futuro si no cambiamos, lo que los ha transportado al exterior en busca de ese futuro que no encuentran en Argentina. Las sociedades modernas solo pretenden dignidad, la dignidad se logra con trabajo, el trabajo con inversión y la inversión con menos Estado, más justicia y mejor educación, justamente lo contrario a lo que nuestros gobernantes hacen, pregonan y construyen.
Por último: no señora Vicepresidente de la Nación, no vamos a volver a ser felices por las razones que ha esgrimido usted. La felicidad está relacionada en forma directa con la libertad y hoy esa libertad es su principal enemigo, ya que atenta contra las cadenas populistas de la dádiva, el plan social y el cortoplacismo destructor de futuro.
El Gobierno no sabe a dónde ir, o tal vez lo tenga demasiado en claro. No entienden bien que es lo que pasa o tal vez, lo ha entendido todo.