Qué placer para mí recibirlos en este espacio, al que llamaremos “Cuando mis hijos tengan mi edad” con la ambición de hacerlos pensar en oportunidades de desarrollo que mejoren nuestra calidad de vida.
Empiezo por contarles algo que ustedes seguro ya saben: ninguno de nosotros va a poder modificar el pasado, pero sí podemos cambiar nuestras actitudes presentes para direccionar nuestro futuro a un lugar mejor, o al menos intentarlo.
Hace 30 años no tenía celular, hoy no me imagino vivir un día sin él. Hace 20 años no tenía Google, hoy no me imagino obtener información rápida sin él. Hace 10 años no tenía WhatsApp, hoy no me imagino otra manera de hablar con toda mi familia o mi grupo de trabajo a la vez.
Por eso, el objetivo de este espacio es preguntarnos qué está naciendo hoy y será un gran negocio para cuando mis hijos tengan mi edad.
Luego de 30 años de mercados, aprendí:
A) A respetar las tendencias
B) A que la mejor sombra para descansar la da un árbol que fue plantado hace 20 años como decía Warren Buffett
C) Como buen marplatense también aprendí a que, si vas a surfear una ola, nunca te apures. Si te anticipás demasiado, vas a perder el impulso. Pero tampoco llegues tarde porque la caída dura más de lo que podes disfrutar la cresta de la ola. Cuando ya tiene forma, cuando ya comenzó es el mejor momento.
Mis hijos nacieron en la época que clonaban a la oveja Dolly, y era todo un acontecimiento (el nacimiento de mis hijos, obvio).
En mayo del 2002, mientras nosotros debatíamos si Crespo y Batistuta podían jugar juntos el mundial, debutaba en Bolsa Netflix. Si hubiese invertido 1.000 dólares ese día, hoy tendría 450.000 dólares y no estaría aquí escribiendo esta nota.
En julio del 2004, mientras festejábamos la final de dos argentinos en Roland Garros, Gaudio y Coria, nacía en la Bolsa Google. Si hubiese invertido 1000 dólares ese día, hoy tendría 51.000 dólares. Julio del 2007 fue histórico, ya que nevó en Capital Federal y además debutaba en Bolsa Mercado libre. Si hubiese invertido 1.000 dólares ese día, hoy tendría 50.000 dólares.
En el 2010 (mundial de Sudáfrica), nacía Tesla bursátilmente. Si hubiese invertido 1.000 dólares ese día, hoy tendría 155.000 dólares.
WhatsApp nació hace algo más de diez años, y hoy es esencial hasta para trabajar y generar flujos de venta. No existía el iPad ni los teléfonos inteligentes, nunca me imaginé que iba a pagar mis cuentas o la comida con código QR desde mi celular. No existía música en streaming.
Spotify se lanzó en Suecia y 10 años después la plataforma cuenta con más de 155 millones de usuarios en el mundo que pagan 3 dólares cada uno, con lo cual factura por año casi lo que vale nuestra YPF. Claro ejemplo de que la riqueza ya no es solo tener recursos naturales.
El Bitcoin se convirtió en la criptomoneda con mayor valoración en el mundo, se lanzó en el año 2009 junto con la tecnología Blockchain, que hace posible la descentralización de la información.
Airbnb y Uber surgieron en los últimos diez años y ambas aplicaciones revolucionaron la economía colaborativa. En definitiva, la tecnología nos pone al alcance un mundo más placentero, pero también nos muestra, en una imagen, qué lejos estamos de lograrlo, y eso genera mucha frustración y una gran presión para acelerar los cambios.
Vamos a lo nuestro, a buscar ideas para cuando mis hijos tengan mi edad. El biohacking se refiere a personas que “piratean” o hackean sus cuerpos para lograr una salud óptima.
Un biohacker puede ser alguien que “simplemente” implanta un chip diminuto en su cuerpo para facilitar su vida diaria, prevenir o curar las llamadas “enfermedades de la civilización”.
Epicenter, un complejo de oficinas de alta tecnología en Suecia, está marcando el comienzo de una revolución tecnológica. Parte de su personal tiene un pequeño chip de identificación por radiofrecuencia (RFID) implantado justo debajo de la piel de la mano. Ese pequeño cuadrado invisible facilita la vida diaria de los empleados. Para imprimir, por ejemplo, todo lo que tienen que hacer es tocar la impresora o mover una mano para abrir una puerta.
Sin chapas, códigos, tarjetas, llaves, ha llegado el momento del humano aumentado, que pronto podrá comprar un café en esta empresa con un simple toque de la mano.
El chip está conectado a un teléfono inteligente, en el que se pueden encontrar todos los datos de contacto profesionales.
En total, 3.000 suecos han decidido recientemente implantarse un microchip debajo de la piel. Quien está ganando dinero: el que fabrica esos chips. Uso médico: medir el nivel de colesterol o el número de glóbulos rojos; detectar un cáncer incipiente o establecido; y detectar si está infectado por el coronavirus en menos de 10 minutos, pronto será posible. La tecnología “Labon- a-chip” (laboratorio-en-un-chip) permite realizar análisis biológicos o químicos de forma muy rápida, sin tener que recurrir a un laboratorio central.
Estos microsistemas integrados abren nuevas vías para la investigación genética, médica y farmacéutica, y tienen un gran potencial para otros campos, como el control de la salud, la protección del medio ambiente y la medicina forense.
¿Cuáles son las tecnologías utilizadas? Las empresas más grandes son: ST Microeletronics, Texas Instrument, Broadcom Corporation, Inside Secure, NXP Semiconductors.
Se espera que el mercado mundial de biohacking alcance los 53.000 millones de dólares en 2027.
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