Desde la perspectiva pragmática de las teorías científicas suele sostenerse que, antes que proposiciones más o menos verdaderas, aquellas representan ficciones útiles. Más que por su valor de verdad valen por sus implicancias. Aplicada al análisis político, la aseveración anterior sugiere que la explicación del voto en términos de cierto purismo ideológico o partidario (v. g. “voto peronista”, “voto de derecha”, etc.) más que verdades fácticas de origen, constituyen prescripciones más o menos verosímiles que, a la larga, terminan auto confirmándose por los mismos hechos que engendran.
Subsidiaria del análisis político, la “razón encuestológica” suele indagar sobre la intención de voto para, a partir de los datos obtenidos, sentenciar apodícticamente que éstos reflejan tal o cual procedencia ideológico partidario.
Sin embargo, ese círculo epistemológico auto sostenido choca contra una serie de evidencias palmarias, a saber: cuando se bosqueja el mapa de la superposición del voto, se revela claramente que la realidad es mucho menos nítida que lo que el análisis político está dispuesto a admitir.
En 1965, el matemático Lofti A. Zadeh desarrolló la denominada teoría de los conjuntos difusos o borrosos. A diferencia de la lógica binaria, donde un elemento pertenece a no a un conjunto, la lógica difusa sostiene que cada elemento tiene determinada probabilidad de pertenecer o no al conjunto. En palabras de su fundador: “Los subconjuntos difusos fueron inventados para modelar la representación humana de nuestra ignorancia e imprecisión objetiva, para, así, mejorar los sistemas de decisión”.
Tal como se muestra en la tabla 1, un mapa de superposición de votos es un artificio simple (v. g. un cuadro de doble entrada) que cruza las respuestas de votabilidad o predisposición de voto (¿votaría o no a tal o cual candidato?) de una serie de candidatos. Como puede visualizarse en el ejemplo hipotético de la tabla 1, quienes reportan que podrían votar por un candidato de izquierda, mayoritariamente responden que también podrían hacerlo por otro del mismo signo político; pero solo muy excepcionalmente lo harían por uno de signo opuesto. Y viceversa.
No obstante, en el ejemplo real que se consigna en la tabla 2, las conclusiones se alejan de aquel caso puro. En efecto, ahora puede apreciarse lo siguiente:
1) En celeste se resaltan los coeficientes de superposición reales entre los candidatos del Frente de Todos. En general, puede visualizarse que, aunque los porcentajes de superposición resultan importantes, distan de ser perfectos. Así, solo un 62% de quienes votaría por Alberto Fernández (columna 1) lo harían también por Cristina Kirchner (aunque la recíproca -90,7%- resulte ostensiblemente mayor). Y apenas un 40%, lo haría también por Máximo Kirchner.
2) En naranja se destacan los coeficientes de superposición de los candidatos de Cambiemos. Nuevamente, a pesar de evidenciarse porcentajes de superposición importantes, también puede visualizarse que apenas un 42% de quienes manifiestan que podrían inclinarse por Horacio Rodríguez Larreta (columna 6), responde que también podría hacerlo por Mauricio Macri (aunque, nuevamente, la recíproca -87,1%- resulte ostensiblemente mayor).
3) En verde, aparecen las superposiciones entre candidatos de Cambiemos y los candidatos Liberales, cuyos guarismos, aunque alejados de lo perfecto, igual resultan atendibles.
4) En azul, se grafica la superposición entre José Luis Espert y Javier Milei: importante pero no absoluta.
En la tabla 3 se resaltan las superposiciones que contrarían la explicación fundada en el purismo ideológico-partidario. Representan co-ocurrencias anómalas que el análisis político tiende a desconsiderar. Concretamente, resaltados en rojo aparecen todos los coeficientes de superposición reales entre candidatos de diferentes signos políticos. Como puede apreciarse en una primera lectura general, aunque obviamente los porcentajes resultan evidentemente menores que los de la tabla anterior (asociaciones entre candidatos de similar signo), no se trata de casos aislados de magnitud nula sino, por el contrario, de un patrón recurrente de intensidades disímiles pero a la vez considerables. Concretamente, entre otras revelaciones, allí visualizarse algunas como las que siguen:
1) Entre quienes manifiestan que podrían votar a Alberto Fernández, un 25% sostiene que también podría hacerlo por Horacio Rodríguez Larreta. En este caso, además, resulta válida la recíproca, en la medida en que un 22,6% de quienes reportan poder llegar a votar a Alberto Fernández, a su vez sostiene que podrían hacerlo por Larreta.
2) Otras curiosidades significativas surgen al inspeccionar la columna 2 correspondientes a quienes sostienen que podrían votar a Cristina Kirchner. Allí se observa que un 18,1% de potenciales votantes de Cristina, también podría hacerlo por Horacio Rodríguez Larreta, un 7,8% por Javier Milei y un 6,2% por José Luis Espert.
3) Recíprocamente, al inspeccionar ahora la fila 2 correspondiente a quienes responden que podrían votar a Cristina Kirchner, se observa que un 11,1% también dice que podría hacerlo por Rodríguez Larreta y un 10.4% por Javier Milei.
4) Similares perplejidades ideológicas se revelan al inspeccionar la fila 1 correspondiente a quienes reportan que podrían votar a Alberto Fernández: a un 22,6% también le cabe hacerlo por Rodríguez Larreta, a un 13.9% por Mauricio Macri, a un 17,5% por José Luis Espert y un 16,1% por ¡Javier Milei!
Quizás las anteriores extrañezas queden en parte explicadas por otra no menos rara. En efecto, si se inspecciona la fila de los totales puede observarse que las sumas fluctúan alrededor de un 400%. Esto significa que, a la hora de responder si podrían o no votar a cada de unos de los 12 diferentes dirigentes indagados, ¡los respondientes reportan un promedio de cuatro candidatos!
Lo cual permite especular que, en épocas difíciles y de profundo descrédito hacia la política, antes que en el conocido apotegma “¡que se vayan todos!”, la incertidumbre ciudadana parece expresarse mejor en el otro: “Ante la duda sobre a quién elegir, ¡me caben varios (sino cualquiera)!”
Síntesis conclusiva
Desde cierto sitial presuntuoso del análisis político, se asiste a la remanida idea de un voto de alta pureza ideológico. No obstante, un simple análisis de superposición del voto probable revela con gran elocuencia que esa mentada pureza partidaria solo representa uno de los tantos mitos con que se pretende asir la compleja y esquiva realidad.
Nuestro arraigado hábito de forzar explicaciones simples para aprehender realidades complejas nos juega una mala pasada. En efecto, acaso siguiendo cierta tradición cartesiana, cuando analizamos el voto en términos de categorías político-ideológicas tendemos a pensar esas construcciones mentales como si fueran claras y distintas. Lo cual nos lleva a inadvertir que, en esencia, son categorías tan difusas como tantos aspectos de la vida misma.
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