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Hace décadas que cada tanto aparecen noticias o referencia a alguna negociación con el Club de París. Ahora vuelve a suceder porque hubo un vencimiento por USD 2.400 millones que no se pagó el pasado 31 de mayo.
El Club de París no es un organismo internacional, no presta dinero ni se ocupa de cobrarlo. Nada romántico ocurre allí y la belleza de París que se ve desde las orillas del Sena en la Rue de Bercy, donde funciona, se pierde de vista una vez que se ingresa a la sala de reuniones en donde se discuten los asuntos que lo ocupan.
En rigor, es un ámbito de encuentro entre países acreedores y deudores. La Dirección del Tesoro francés que lo preside, oficia de buen componedor, pone a disposición de las partes sus instalaciones y una secretaria que se comunica con ellas, prepara y organiza sus reuniones.
¿Por qué unos países son acreedores de otros? Fundamentalmente porque otorgan garantías a sus empresas para que realicen inversiones y exportaciones de bienes de capital a otros países. De ese modo las agencias que otorgan seguros de crédito a la exportación les pagan a quienes exportan dichos bienes y se convierten en acreedores del deudor, en nuestro caso, la República Argentina. A su vez, muchas veces nuestro país otorgó avales o garantías a quienes realizaron inversiones y ante la falta de pago del deudor principal, se hizo cargo de la deuda.
Las inversiones o importaciones pueden haber sido públicas o privadas. Por ejemplo, gasoductos, cementeras, equipamiento civil o militar, etc.
En el caso actual, se trata de deudas de título o causa anterior al 10 de diciembre de 1983, cuando se restableció la vigencia de la Constitución Nacional. Se habían acumulado deudas con varios países que se propuso renegociar en ese ámbito que funciona desde 1956. En nuestro caso los acreedores son Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, España, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Israel, Italia, Japón, Suecia y Suiza.
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Desde entonces, hubo cinco rondas de negociación: en 1985, 1987, 1989, 1991 y 1992. En la última, luego de haber establecido la Convertibilidad, renegociado la deuda con los bancos privados en el marco del Plan Brady y acordado con el FMI un programa de facilidades extendidas, se encaró una negociación más ambiciosa que las anteriores.
En París se negocia un acuerdo marco general cuyas condiciones se aplican en los acuerdos bilaterales que se trata con cada acreedor en los que se discuten las causas de las deudas, su monto y las tasas de interés aplicables.
Recuerdo cuando viajé a visitar a los principales países acreedores para explicarles individualmente lo que les pediríamos cuando nos reuniéramos en París. En Holanda, su entonces secretaria de Hacienda me dijo algo que me impactó: “Sr. Liendo, nosotros somos un país pobre, no le podemos regalar USD 1.000 millones a la Argentina”. Eran fondos que habían invertido a fines de los años setenta en el gasoducto centro oeste, que les debíamos en 1992 y que, en parte, seguimos debiéndoles 29 años después.
La relación con el Fondo
Muchas veces se pregunta ¿por qué es condición previa para acordar con el Club de París tener un acuerdo con el FMI? La respuesta es simple, como los países son soberanos y, por lo tanto, están en un pie de igualdad, no puede admitirse que la revisión de las cuentas del deudor sea hecha individualmente por cada acreedor. Es evidente que no sería razonable, por ejemplo, que vinieran los alemanes, belgas, canadienses, americanos, etc. a revisar nuestras cuentas para constatar si estamos o no en condiciones de pagarles o si realmente necesitamos las facilidades que les pedimos.
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En cuanto a las condiciones de pago, en la quinta ronda se acordó una refinanciación a 16 años de plazo con 4 años de gracia en el pago del capital, con un esquema de amortización muy conveniente para nosotros: en 1996, venció solamente el 0,5%, en 1997, el 1%, en 1998, el 1,5%, en 1999, el 1,8%, en 2000, el 2,5%, en 2001, el 2,8%, y así sucesivamente. Estaba previsto que el 15 de noviembre de 2008 se terminara de pagar todo.
Continuamos en mora durante varios años hasta que, en 2014, durante su gestión en el Ministerio de Economía Axel Kicillof acordó pagar el total de lo adeudado en un plazo de cinco años. Hubo un primer pago en 2015 de USD 1.150 millones y el siguiente fue acordado para mayo de 2016. Pero como no teníamos un acuerdo vigente con el FMI ni quiso hacerse, no se trató de una nueva ronda sino simplemente del pago de lo adeudado en cinco cuotas anuales con todos los intereses (como expliqué, los intereses no se acuerdan en el Club de París sino en los convenios bilaterales con cada país).
Este año se adeudaba el último pago acordado, que no se hizo.
Ciertamente no podemos quejarnos de la paciencia que los países acreedores nos han tenido. Recordemos que se trata de deudas anteriores al 10 de diciembre de 1983. Tuvimos buenos y malos momentos en estos casi 40 años, pero es evidente que pudimos haber honrado nuestros compromisos.
Pero, además, a poco que repasamos la lista de nuestros acreedores, advertimos que están allí quienes en conjunto tienen una gran influencia en el control del FMI, organismo al que le debemos más de USD 44.000 millones y con quien debemos negociar.
¿No hubiera resultado más conveniente pagarles esa última cuota a los países acreedores del Club de París y de ese modo ganarnos su apoyo para acordar una negociación más conveniente con el FMI, a quien le debemos mucho más por una deuda más reciente? En lugar de eso, incumplimos nuestros compromisos con Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, España, Italia, Holanda, etc. que nos hará más difícil obtener el apoyo de quienes decidirán sobre una deuda mayor.
Duros de entendimiento
No aprendimos, parece, que quien es diligente en lo poco será recompensado en lo mucho, pero quien es malo y negligente en lo poco, aún eso se le quitará, como enseña la parábola de los talentos (Mt. 25: 14-30).
¿Podríamos suponer que las autoridades no saben algo tan obvio? Pienso que no.
Entonces, ¿cuál podría ser el motivo de una conducta que nos daña más que a nuestros acreedores? Una conducta que mantiene y profundiza la depresión económica y afecta a decenas de miles de pequeñas y medianas empresas y a millones de trabajadores y sus familias por falta de crédito, de mercado interno y acceso al externo, y les impone cepos, congelamientos, controles de precios y prohibiciones de todo tipo.

En un artículo muy interesante en otro medio, Néstor Scibona (China, el salvavidas para la falta de crédito externo) nos da una pista. Si bien es cierto que la falta de un acuerdo con el Club de París y el FMI nos cierra el acceso a los grandes oferentes del mundo provenientes de los países acreedores (basta repasar la lista para advertir su importancia) y al crédito internacional que tiene los costos más bajos en muchas décadas, ello deja a la Argentina a merced de proveedores de otro país: China, con quien el gobierno podría estar interesado en reactivar la asociación estratégica que pergeñó Néstor Kirchner en 2004 y amplió Cristina Fernández de Kirchner en 2014.
Describe Scibona en su nota muchos proyectos muy importantes tales como el 5G en materia de telecomunicaciones, el gasoducto Vaca Muerta (Neuquén)-San Jerónimo (Santa Fe), el ferrocarril Bahía Blanca-Vaca Muerta, la cuarta central nuclear (Atucha), la hidrovía, entre muchos otros, que suman miles de millones de dólares que podrían ser realizados por proveedores e inversionistas chinos sin competencia alguna, a precios seguramente mayores que los del mercado mundial y con márgenes suficientes para reconocer comisiones desacostumbradas en el mundo libre.
En definitiva, no los supongamos negligentes, torpes, inútiles o ignorantes de las consecuencias de lo que hacen con nuestro crédito. Pensemos por qué lo hacen.
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