Los dos países en América Latina que registraban los mejores índices de progreso social han visto sacudir su sistema político. Primero fue Chile donde los resultados de las elecciones para convencionales y gobernadores mostraron el deterioro de las estructuras partidarias tradicionales, la emergencia de nuevas fuerzas que demandan una drástica corrección de las políticas económicas y un alto grado de abstención de los ciudadanos. Los partidos de derecha identificados en Vamos por Chile obtuvieron 37 bancas y los partidos de la Concertación con Lista del Apruebo ganaron 25 escaños; entre ambos representan el 40% del total de 155 convencionales. El 60% se distribuyó entre independientes y la izquierda radical del Frente Amplio.
Las elecciones en Perú mostraron una alta dispersión del voto entre 10 candidatos en la primera vuelta. El primero, Pedro Castillo, obtuvo 19% y la segunda, Keiko Fujimori, 13,5%. Los partidos tradicionales como el APRA y Acción Popular desaparecieron del escenario dando lugar a la emergencia de otras organizaciones. Perú Libre que llevó a Pedro Castillo a la victoria fue fundado por Vladimir Cerrón en Junín en 2007 y recién se constituyó a nivel nacional en 2012. Fuerza Popular nació en 2010 representando a los sectores identificados con el expresidente Alberto Fujimori que gobernara de 1990 a 2000.
Las estadísticas del Banco Mundial indican que Chile tuvo un crecimiento del PBI de 77.861 en al año 2000 a 282.318 millones en 2019; el ingreso per cápita pasó en el mismo período de 5.074 a 14.896 dólares. El PBI de Perú creció de 51.745 a 226.848 millones y el ingreso per cápita avanzó de 1955 a 6.977 dólares en las dos últimas décadas.
El informe del PNUD de 2019 señala que Perú fue el país de mayor progreso en la disminución de la pobreza multidimensional. El índice bajó al 12,7% en 2019 del 20% en 2006. Los datos de Chile son más llamativos: la pobreza total representa solo el 10,7%. Los gastos sociales en Chile en 2019 fueron el 17,1% y en Perú 11,1% del PBI en 2019. Brasil con 17,4% es el país con más alto nivel de gasto social
La grave crisis del COVID 19 explica en parte el deterioro de la situación en toda América Latina donde afloraron las fallas del sistema de salud, trabajo informal e incapacidad del Estado de reaccionar ante una situación inédita. La CEPAL sostiene que durante 2020 el número de pobres llegó a 209 millones con un aumento de 22 millones sobre el año anterior. La economía de Perú se desmoronó 12,9% y la de Chile 5,8%; el promedio para toda la región fue del 6,9%.
La desazón provocada por el COVID constituye un fenómeno que justificaría la búsqueda de nuevas alternativas políticas desechando las opciones tradicionales. Pero los modelos de desarrollo de Chile y Perú ya venían siendo cuestionados desde mucho antes como insuficientes, injustos y lentos; se utilizaron toda clase de argumentos y epítetos para descalificar el progreso utilizando la aparición del COVID como ejemplo del fracaso del sistema. El Papa Francisco I se convirtió en el principal crítico del modelo económico a través de sus Encíclicas, declaraciones y eventos con especialistas como Jospeh Stiglitz, Jeffrey Sachs y Mariana Mazzucatto que propugnan un mayor papel del Estado, rechazan la globalización y pretenden reemplazar la iniciativa individual por una burocracia dirigista con la esperanza de crear una sociedad solidaria e igualitaria.
El Papa Francisco sostiene que la crisis tiene su origen en el alejamiento de los valores religiosos y el predominio del individualismo acompañado por filosofías materialistas que deifican al ser humano e introducen valores materiales en lugar de principios supremos y trascendentales. El mensaje del Papa está dirigido a América Latina donde puede ser escuchado por sus raíces católicas y donde es posible que encuentre eco para ensayar nuevos modelos comunitarios alejados del liberalismo individual y secular que alguna vez la izquierda reformista o el centro pusieron en práctica durante sus gobiernos.
La demolición del modelo de desarrollo en Chile y Perú significará un desafío no solo para estos dos países sino también para América Latina que ha venido perdiendo posiciones en el escenario internacional. Los valores trascendentales y la solidaridad comunitaria podrán satisfacer los apetitos espirituales pero difícilmente den solución a las necesidades materiales de la población.
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