Desde hace un tiempo, cada 8 de junio se conmemora el Día Mundial de los Océanos. Fue establecido por Naciones Unidas y para quienes dedicamos nuestras vidas a la conservación es una fecha muy importante porque nos ayuda a exponer en la agenda pública un tema grave y urgente: la degradación de los ecosistemas marinos, que son, ni más ni menos, quienes ocupan el 70% de la superficie del planeta, producen el 50% del oxígeno y albergan la mayor parte de la biodiversidad de la tierra… pero de los que, paradójicamente, la humanidad sólo conoce un 5% de su vasta extensión.
Tal vez sea por ello que gran parte de lo que ocurre en los océanos nos es invisible. La belleza de su superficie muchas veces nos esconde la devastación silenciosa que avanza en su fondo de manera incesante. Sin embargo, los cientos de animales que aparecen en las playas a diario con sus tractos digestivos llenos de basura o famélicos por falta de alimentos -todos cuadros de origen antrópico- nos muestran una pequeña parte de lo que está sucediendo.
El calentamiento global, la pesca indiscriminada y la contaminación por plástico, entre otros factores, están impactando de forma dramática en las distintas especies marinas. Una de ellas es el delfín franciscana (Pontoporia blainvillei), que es el cetáceo más afectado por las acciones humanas del Atlántico Sur. Este pequeño delfín, que fue noticia hace pocos años por la lamentable decisión de unos turistas de retirarlo de la orilla del mar para tomarse una selfie, se distribuye desde Itaúnas, Provincia de Espírito Santo, Brasil, hasta el Golfo Nuevo, Provincia de Chubut, Argentina.
Una de las posibles razones por las cuales este mamífero marino se encuentra particularmente expuesto es que es un cetáceo que habita sólo en aguas de zonas costeras que no superan los 30 o 35 metros de profundidad. Esto lo expone tanto a la amenaza de la pesca incidental, como a la contaminación química y acústica. Un estudio del grupo de Investigación sobre Biología, Ecología y Conservación de mamíferos marinos de la Universidad Nacional de Mar del Plata, también mostró que el 30% de los animales de esta especie analizados, varados o muertos por pesca incidental en la región bonaerense, habían ingerido basura marina.
El hecho de que la mayoría de los animales encontrados varados vivos sean cachorros implica que las posibilidades para su rescate sean bajísimas. La hipótesis más aceptada sobre los motivos por los que se dan este tipo de varamientos es que las madres de estos cetáceos lactantes mueren enmalladas en redes de pesca, lo que obliga a la separación física de ambos. El cachorro comienza con un desplazamiento errático y termina varado en la playa. Lo que ha reforzado esta hipótesis es que durante los últimos años ha sido bastante habitual hallar hembras adultas con capacidad lactante y con su útero ensanchado muertas en redes de pesca.
Entre Argentina, Brasil y Uruguay se calcula que mueren anualmente 3.000 delfines de esta especie. Frente a esta situación, desde el 2019, un grupo integrado por organizaciones y especialistas en fauna marina de Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos y Alemania, entre los cuales se encuentra la Fundación Mundo Marino, viene trabajando para desarrollar un protocolo para el rescate y rehabilitación de franciscanas en la región. En la primera etapa la intención es unificar los esfuerzos entre organizaciones en Sudamérica para centralizar criterios y aumentar la capacidad de respuesta a los varamientos con el objetivo de mejorar la tasa de supervivencia de los delfines recién nacidos.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), califica el estado de conservación de las franciscanas como “vulnerable” y estudios recientes estiman que no ha disminuido la mortalidad a escala regional y que algunas de sus poblaciones podrían desaparecer en la próxima década. Barbara Taylor, conservacionista y consultora de la UICN para la evaluación de estatus de la Lista Roja, suele decir que actuar para evitar la extinción de la Franciscana “es un imperativo moral”. Todavía tenemos una oportunidad para salvar a la franciscana, pero tenemos que actuar ya.
Así como la franciscana, son muchos los animales que aparecen en la costa y nos muestran lo que pasa en las profundidades del océano. Está en todos nosotros aprender a escucharlos.
SEGUIR LEYENDO: