Además de contar con el apoyo de la enorme mayoría de los argentinos, la recuperación pacífica de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur es un mandato constitucional. La pregunta entonces es cómo alcanzar este objetivo.
Ante la falta de una estrategia consensuada, han surgido algunas propuestas. Entre estas se encuentran un acercamiento a los isleños para disminuir su férrea oposición a las negociaciones entre Londres y Buenos Aires. También se suele citar la necesidad de trabajar dentro del marco que ofrece las Naciones Unidas -con instituciones como la Asamblea General y la Corte Internacional de Justicia, etc.- y lograr que las grandes potencias ejerzan presión sobre Gran Bretaña. En esta columna quiero proponer otra acción posible: influir sobre la opinión pública británica.
En primer lugar, algunos antecedentes. En al menos dos ocasiones, la Argentina hizo progresos en torno a la negociación por la soberanía de las islas. Esto sucedió principalmente durante los 1960, pero también a principios de los 1980. En estas ocasiones la Cancillería británica vio con buenos ojos la posibilidad de alcanzar un acuerdo que, luego de una larga transición, nos permitiese recuperar la soberanía. Es más, si uno revisa la prensa británica de aquellos años, se encuentra con apoyos editoriales a esta alternativa. ¿Por qué nunca se concretó? En parte debido a la oposición de un Parlamento Británico que a la vez reflejaba a la opinión pública. En definitiva, los opositores al acuerdo fueron más eficientes que los argentinos tanto en los pasillos de Westminster como en los medios de comunicación.
El principal aprendizaje de esta experiencia es que debemos superar los malentendidos sobre la posición argentina. De hecho, nuestros argumentos no sólo son sólidos en términos jurídicos, sino también comunicacionalmente. Poner un fin al colonialismo, el costo económico que implica sostener la presencia militar británica en las islas y la necesidad de respetar los llamados de las Naciones Unidas a iniciar negociaciones son tan sólo algunos de los mensajes que podríamos difundir.
En este sentido, existe un antecedente que merece ser mencionado. Durante el gobierno de Carlos Menen se realizaron una serie de estudios de opinión pública en el área metropolitana de Londres. Estas encuestas, realizadas por la consultora MORI, buscaron comprender la posición de los británicos respecto a una posible negociación con la Argentina y mostraron una leve mejora a lo largo de los años. A esto debemos sumarle otra iniciativa: la creación de una cátedra argentina en la Universidad de Oxford para de esta manera fomentar el diálogo con los miembros de la clase dirigente británica.
Andrés Cisneros, que junto con su antecesor Fernando Petrella fue vice canciller de Guido Di Tella y uno de los principales impulsores de este proyecto, sostiene que la opinión pública se ha vuelto fundamental a la hora de moldear la agenda internacional. En este sentido, Cisneros señala que la Argentina debe aprovechar el hecho que tanto la población mundial como la británica en particular valoran la resolución de las disputas internacionales mediante el derecho y no a través de la imposición de una postura por parte del actor con mayor poder.
Pensando en el futuro, creo que la clave está en ponernos en los zapatos de los gobernantes británicos. Entender cómo piensan. Y la realidad es que ellos sólo estarán dispuestos a sentarse en una mesa de negociación cuando consideren que cuentan el apoyo de su población para hacerlo.
¿Qué piensan los británicos sobre la Argentina? Es probable que su percepción sea menos favorable de lo que existió en los 1960, pero mejor de la que prevaleció inmediatamente después de la Guerra de Malvinas. ¿Qué efectos tendrá el Brexit? Si bien el haber abandonado la Unión Europea le significó a Londres una pérdida de apoyos diplomáticos también es cierto que se observa un crecimiento de las posturas nacionalistas -especialmente en Inglaterra- que pueden dificultar las relaciones con la Argentina. Dados estos cambios, es un excelente momento para comprender qué piensan los británicos y, al saberlo, utilizar los argumentos que mejor respalden nuestra posición.
Pero más allá de esta acción en particular, lo primordial continúa siendo elaborar una estrategia de largo plazo para recuperar Malvinas. Una estrategia que debe contar con el apoyo de nuestra clase dirigente. De esta manera pondremos fin a las políticas pendulares que han prevalecido en las últimas décadas.
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