Es habitual sostener que hay suficientes diagnósticos, desde variadas perspectivas, sobre los males que aquejan a nuestra Argentina. También es compartida la idea acerca de que disponemos de un correcto inventario de nuestros recursos para curarnos. Es decir, supuestamente, sabemos todo lo que hay que saber. ¿Qué explica entonces tanto fracaso?
Quienes eso creen, finalmente concluyen que el estancamiento o la decadencia, dependiendo del punto de partida, en que estamos no se debe a la ignorancia de los males o a la falta de conocimiento del potencial para resolverlos, sino a la incapacidad de ejecución, a la incapacidad operativa de quienes administran.
Siendo así “los políticos” aquellos que están fuera de los cargos dan la idea de decir salvíficamente “dejame a mí”. Una afirmación propia de la pedantería porteña que, lamentablemente, se hizo modelo para el resto de la Nación.
Los políticos, aquellos que están fuera de los cargos, dan la idea de decir salvíficamente ‘dejame a mí', una afirmación propia de la pedantería porteña
Esa conclusión llevó, por ejemplo, al lamentable periplo del PRO a presentarse como el “mejor equipo de los últimos 50 años” y a colmar la Administración Pública con quienes se presentaban como “acreditados gerentes o ejecutivos o CEO”. El resultado fue tan espantoso que hasta los propios hoy no se animan siquiera a defender lo hecho. No pongo los números porque son aterradores.
Pero después de esos cuatro lamentables años, que se sumaron a los muy lamentables previos, llegó el equipo de “volvimos mejores”, que a ratos se autodenominó “gobierno de científicos”, ha resultado hasta ahora un fiasco, no ya por la evidente no resolución de los problemas básicos, que es lo que sufrimos, sino por la disputa entre los propios miembros del Poder Ejecutivo área por área, que es lo que agiganta el fiasco.
Es que, sin diagnóstico correcto, apropiado, el saber dónde estamos; sin inventario correcto, cuidadoso, de qué disponemos, todo viaje es un eterno no partir a ningún lado cualquiera, sea el elenco a cargo.
Pero, además, esas alianzas carecen de sentido porque es “para nada” porque es “para cualquier cosa”. ¿Se entiende? Los “jóvenes Macri” y los “jóvenes Cristina”, son distintos. Pero tienen en común la ausencia de un trabajo para contar con un diagnóstico profundo y una absoluta falta de consideración de aquello que disponemos para la cura.
En esas condiciones las aspiraciones sanitarias son pompas de jabón. Muchos de los que votaron a Macri creyeron que, nuevos elencos de la política traían conocimiento, relaciones y soluciones. No llegó nada porque nada traían. Muchos de los que votaron a Alberto pensaron lo mismo y no cabe duda de que tampoco traía nada.
Ni unos ni otros tenían un diagnóstico ni un inventario de recursos. Ninguno de los dos equipos lo creía necesario, porque “iban a la pesca”, con esa mentalidad de “déjame a mi”. Pero, atención, no todo está perdido. En este desierto de ideas y campo de batallas espejadas ocurrió un acontecimiento promisorio. Se conversaron ideas en diálogo abierto destinado a enriquecer una perspectiva estratégica con dimensiones geopolíticas.
El rol del consenso
El “Foro hacia una estrategia nacional Hidrógeno 2030” se llevó a cabo en el marco del Consejo Económico y Social. Al fin un tema. ¿Será tan difícil?
Debatir el hidrógeno ofrece una dirección magna a la cuestión de la energía que, por cierto, no se agota allí. Se dispara desde el futuro, que es el lugar que sólo puede existir por el Consenso. Sin consenso no hay futuro. El disenso es un paso que desanda el paso que sigue.
Un debate, el del hidrógeno, ha comenzado. Pero la urgencia, que es el nombre de la demora, reclama debatir el transporte, el diseño territorial y el balance demográfico, la reconstrucción industrial, la necesaria revolución de la educación para el 60% de nuestros jóvenes hundidos en la pobreza, los modos de reconstruir el capital social perdido (que incluye la ética de quienes administran justicia), el capital humano herido (que incluye la insoportable inequidad social) y el capital productivo desaparecido (que incluye la fuga escandalosa).
La Política mayúscula ha sido abandonada por décadas: el desastre del sistema de transporte, el abismo que significa nacer en las periferias y el ahogo de la concentración poblacional; el deshilachamiento de la industria; la perversidad para con los niños en la pobreza; la cuestionada moralidad de muchos jueces; asalariados en la pobreza y fortunas súbitas de jet propio; y, cerrando esos infiernos, USD 400.000 millones expatriados.
¿En qué pensaban, qué hicieron? Son cuatro décadas de traición a la política como virtud.
En materia productiva: otra vez nuestra Argentina -el territorio- se presenta como una oportunidad extraordinaria a caballo de los recursos naturales: agua, abundancia de vientos apropiados y de energía solar
Ese Foro fue una señal, un método, una apertura ¿por qué la ignorancia despectiva, el silencio de los medios en un tiempo en que los discursos hirientes y vacíos, ocupan el lugar de la palabra? El hidrógeno es la materia de una revolución de consecuencias extraordinarias en materia climática: energía limpia abundante y barata. En materia productiva: otra vez nuestra Argentina -el territorio- se presenta como una oportunidad extraordinaria a caballo de los recursos naturales: agua, abundancia de vientos apropiados y de energía solar, de punta a punta del espacio, por ahora, soberano.
El hidrógeno apunta a una gran transformación energética que ya ha comenzado con las energías limpias, y nos señala la trascendencia de definir una mirada geopolítica y una estrategia de Estado.
Chile ha avanzado en el diseño estratégico y en la producción. La “Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde” chilena cuenta con un Consejo en el que ocupa un lugar destacado un líder de la oposición, Ricardo Lagos y la presencia de expertos de Alemania, país líder en proyectos de hidrogeno verde.
El abundante hidrógeno dispara tres veces más energía que la nafta y no produce dióxido de carbono: es una herramienta clave en la descarbonización que comprometió el presidente Joseph Biden. Nos suma a las grandes lides que planteó el Papa Francisco en Laudato Sí.
Política de Estado y de gobierno
En ese Foro participaron investigadores, empresarios, funcionarios y dirigentes de la oposición y nos acercaron la palabra de Alemania, Japón y Corea del Sur que se perfilaron allí como potenciales socios estratégicos.
Primer punto, señal geopolítica. Esta vez el lobby chino -el de nuestros embajadores políticos en ese país (en la práctica los embajadores inversos) los de ambas gestiones acreditan una común raíz ideológica- no se apropió del manejo de un recurso estratégico.
Segundo tema, el diputado radical por Chubut, Gustavo Menna, destacó la inusual invitación a los opositores a participar en un Foro que se propone diseñar una estrategia para un recurso prioritario en el desarrollo y qué sólo será posible en el marco de una política de Estado.
Tercer tema: ¿qué es una política de Estado? La idea requiere distinguir “gobierno” de “Estado”. Una política de “gobierno”, lamentablemente, es de uso y costumbre, calibrarla con el calendario electoral: hacemos “esto” -que puede ser correcto- pero queremos que quede claro que lo hacemos “nosotros” porque esperamos la cosecha electoral.
Esa “calibración electoral” -potenciada a partir del error de la Reforma Constitucional de 1994 que hizo de los primeros cuatro años presidenciales la gimnasia para una reelección- en definitiva, requiere “éxitos” inmediatos que, en general, son aparentes (lo atamos con alambre) y garantizan el efecto boomerang que nos obliga a pagar.
Un error de la Reforma Constitucional de 1994 que hizo de los primeros cuatro años presidenciales la gimnasia para una reelección- en definitiva, requiere “éxitos” inmediatos que, en general, son aparentes
Gobernados por el “disenso” -estrategia electoral- lo que agiganta las urgencias, hemos cosechado sólo fracasos. No exagero.
Marcha atrás en todas las dimensiones de la vida colectiva. No hay un indicador que englobe la decadencia. Pero quién puede dudar del retroceso de nuestra marcha atrás, en términos absolutos, en educación, justicia, seguridad. O en la trama productiva, en la infraestructura, en la distribución y en el porcentaje de población que puede llevar una vida digna con el fruto de su trabajo. No hay modo de negarlo. Hay -sin duda- errores conceptuales.
Pero en el dominio del corto plazo está el ánimo que ahuyenta la reflexión y el entendimiento. Las barbaridades acumuladas en las últimas décadas se van haciendo evidente con el tiempo. Es que las consecuencias de las acciones nunca han formado parte de la mesa de las decisiones. Lo pagamos caro.
Sucesivas “Guerra de Malvinas” -un ejemplo de incapacidad, desesperación por retener el poder y apelación a la emoción- nos han traído hasta aquí.
Partamos de los 90. En el discurso no hay familias políticas más antagónicas que los Menem y los Kirchner. Las grandes decisiones de los 90, por ejemplo, el remate de la industria petrolera a manos de una gasolinera española que compró a crédito y debía repagar y por lo tanto no pensaba invertir sino explotar, fueron tomadas mancomunadamente por los Menem y los Kirchner. No fue, no es “la concepción estratégica”, la que dominó a esas familias políticas sino el sentido de la oportunidad en función del “tiempo electoral”.
Muchos dirigentes del kirchnerismo (“Carta del 25 de mayo”) han reclamado investigar la fuga de capitales y no ignoran que una, no menor, surgió de la venta de YPF. Venta y pago de regalías hicieron que las provincias petroleras recibieran enormes sumas. Néstor, gobernador de Santa Cruz, no depositó esos dólares en el sistema financiero nacional. Lo hizo fuera del país. La fuga de capitales es colocar excedentes fuera del sistema financiero nacional. Néstor Kirchner fugó dinero “blanco” propiedad provincial.
Privilegiar el corto plazo, la liviandad, es consecuencia del “gobierno-electoral”. Lo contrario al pensamiento de Estado que ordena las prioridades en función del largo plazo.
Privilegiar el corto plazo, la liviandad, es consecuencia del “gobierno-electoral”. Lo contrario al pensamiento de Estado que ordena las prioridades en función del largo plazo
Las políticas de Estado requieren de diseños, estrategias, reflexiones, profesionales convocados para trazar objetivos de largo plazo y desarrollar instrumentos de larga maduración y alto impacto que se acumula en el tiempo.
Esas definiciones exigen la participación de todos los sectores involucrados, y -esencialmente- de todas las formaciones políticas. Requieren un acuerdo “en el Poder presente” para “poder transformar el futuro”. Ese consenso relevante no es la unanimidad sino la convergencia de las fuerzas que, compartiendo plenamente el sistema definido por la Constitución, acuerdan el sentido común, el destino de las políticas.
Pluralidad de ideas
En este Foro se convocó a un método: “la conversación” con todos los sectores involucrados y con las alternativas políticas posibles. Se abrió el escenario de un debate -incluyendo a la oposición en paridad de condiciones - para una estrategia de largo plazo que implica formular una política de Estado en un tema trascendente: la energía limpia y sus derivaciones.
Se instaló un escenario potencial de definiciones geopolíticas. Alemania, Japón, Corea del Sur, son países potentes que dominan en la “alta gama” de los mercados y con los que podemos plantear escenarios de cooperación que no requieren de políticas prematuras de apertura sino que posibilitan las estrategias de crecimiento de la productividad que son las bases para una posterior apertura benéfica.
Ese Foro abrió otro escenario, porque fue una demostración de que lo necesario (diagnóstico e inventario, con todas las voces) es posible. Por eso hay esperanzas.
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