Las lecciones que debemos aprender de la pandemia

Argentina debe prepararse para el futuro porque no puede volver a cometer los mismos errores

(Foto: Franco Fafasuli)

Estamos atravesando tiempos muy duros. Desde hace más de un año nuestros días son definidos por la incertidumbre y la vulnerabilidad. El coronavirus cambió radicalmente todo lo que conocíamos. Nos encontramos construyendo nuevas formas de vida. Lidiando constantemente con restricciones impuestas tanto por el Estado como por la enfermedad misma. Perdimos contacto con muchos de nuestros seres queridos. Hay abrazos que faltan, personas que no están más.

Es necesario hacernos preguntas que nos permitan vislumbrar un haz de luz en medio de tanta oscuridad: ¿Qué aprendimos? ¿Qué nos queda por aprender? ¿Seremos capaces de no volver a cometer los mismos errores?

En nuestro país estamos sufriendo el peor momento de la segunda ola y el final de la pandemia parece aún muy lejano. Sin lugar a dudas hoy las lecciones más importantes están relacionadas con el dolor, la muerte y la tristeza. Pasamos ya demasiado tiempo viendo a nuestros seres queridos y a nosotros mismos batallar contra el coronavirus o sufriendo sus consecuencias.

Aprendimos la verdad más dura: nuestro sistema público de salud no basta para atender las necesidades del presente de millones de argentinos. Estamos ante una situación que requiere que se refuerce de manera urgente nuestro sistema de salud. ¿Pero cómo? ¿Tenemos capacidad para hacerlo?

Hacia el final de 2020 cuando comenzó la distribución de vacunas tuvimos que lidiar, una vez más, con las inequidades entre países y ciudadanos. La Argentina no sólo fue incapaz de crear un programa de vacunación exitoso sino que además tuvimos que tolerar el escándalo del vacunatorio VIP. Nos comprometimos en compras de vacunas que no llegaron. Rechazamos adquirir vacunas producidas por el laboratorio Pfizer. Quedamos fuera de la tercera ronda de reparto del fondo Covax.

La falta de transparencia, las dificultades de la gestión y la ausencia de preparación puso a nuestro gobierno en una situación difícil para conseguir la inmunización de la población. Sólo 2.780.891 personas fueron vacunadas en nuestro país al 31 de mayo con las dos dosis. ¡Esa es la cifra del fracaso!

Frente a este escenario desolado podemos rescatar cuatro grandes lecciones que nos sirven como sociedad para, al menos, pensar un futuro mejor. En primer lugar, la posibilidad de presenciar el más veloz desarrollo de una vacuna en la historia de la humanidad. Esto prueba las inmensas posibilidades para el futuro de la salud global e implica una revolución en la comunidad científica.

La segunda lección: la pandemia ocasionó un cambio tecnológico en el modo en que nos comunicamos. Aprendimos que podemos reunirnos en salas virtuales y colaborar desde lugares muy distantes. Esto nos obliga a resolver de manera urgente el problema que hay en nuestro país respecto de la falta de acceso a la conectividad. Conocemos cifras que son muy duras: sólo 2 de cada 10 escuelas primaria públicas tuvieron clases en una plataforma virtual, el resto, fueron a través de fotocopias o vía la aplicación de Whatsapp.

La tercera lección: la salud y la economía no se pueden pensar por separado. Hoy más que nunca sabemos que una crisis de salud puede hacer un daño sin precedentes a la economía. Y que una economía cerrada no mejora necesariamente los números de la pandemia. Por el contrario, muchas veces los agrava. No se pueden tomar más medidas totalitarias entendiendo a la salud y la economía como dos áreas desconectadas.

La cuarta lección: estamos empezando a ver un aumento de casos de depresión, ansiedad, ataques de pánico y todo tipo de enfermedades mentales (a veces diagnosticadas y tratadas, pero la mayoría todavía sin diagnóstico ni asistencia). Se observan las consecuencias de la cuarentena, la soledad y los largos períodos de aislamiento. Necesitamos prestar atención y trabajar sobre eso. Es un problema silencioso, no del todo reconocido, que afecta a miles de personas diariamente.

La pandemia y el escenario de incertidumbre, dolor, enfermedad y dificultades económicas nos hicieron plantearnos interrogantes difíciles sobre el significado de nuestras vidas, la manera en que cuidamos de los demás y el modo en que nos relacionamos con la naturaleza.

Pero además creo que es necesario entender que la cooperación regional e internacional no son solo una conversación que hay que tener sino algo que debemos poner en marcha. Tenemos que trabajar en generar mecanismos que aseguren preparación para futuras pandemias y una más eficaz colaboración multilateral. Aprendimos que solos y aislados no podremos darle a nuestra población lo que necesita. Hay que entablar nuevos diálogos. El mundo, no solo la Argentina, tiene que volver a reflexionar sobre las inequidades, la transparencia y la capacidad de respuesta a los futuros temas de salud.

La pandemia del COVID-19 nos enseñó por las malas, debemos prepararnos para el futuro porque no podemos volver a cometer los mismos errores.

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