La estrategia en tiempos de COVID-19: el equilibrio entre “sálvese quien pueda” y construir a largo plazo

Hoy se nos presenta una oportunidad para retomar el pensamiento estratégico, para analizar y definir si teníamos la estrategia correcta o si debemos reformularla para afrontar los nuevos desafíos y tendencias que nos trae el mercado

(REUTERS/Agustín Marcarian)

Luego de trece meses desde que la pandemia desembarcó en la Argentina, nos llega el momento de la reflexión y el aprendizaje en el ámbito del management y los negocios.

No es novedad mencionar que las empresas pertenecientes a las industrias más afectadas por las restricciones no solo tuvieron que enfrentar una caída vertiginosa en sus ingresos, en la mayoría de los casos de dos dígitos comparando contra el 2019, sino que la con la promulgación del DNU nº 34/19 que deja sin efecto despidos y suspensiones, les dejó poco margen para ajustar sus estructuras de costos y no tener que enfrentar una quiebra inminente.

Parados en el día de hoy, vemos que una buena porción de aquellas que lograron sobrevivir a los embates del 2020, lo hicieron a través de políticas, decisiones y ajustes de contingencia que, por la duración de la crisis, las afectó culturalmente instaurando una mirada hiperfocalizada en el corto plazo, en el flujo de caja, en vender lo que se puede y no lo que el cliente pide, en jornadas extenuantes y en el sentido de que “dejar todo por la camiseta” es la competencia principal que necesitamos de nuestros colaboradores... En otras palabras, todos los recursos económicos destinados al “sálvese quien pueda”.

Habiendo pasado más de un año del inicio de la crisis sanitaria y su consecuente impacto económico y con gran incertidumbre respecto a cuando llegará su fin, el interrogante que nos viene a la mente, al menos a quienes estamos en el mundo organizacional, es qué hacemos con la estrategia. ¿La dejamos en el cajón donde fue a parar en el 2020 o la desempolvamos para reformularla de cara a los años venideros? ¿Es momento de pensar en el largo plazo o la crisis nos sigue agachando la cabeza para ver solo el hoy?

Comúnmente creemos que la estrategia está vinculada estrechamente con el horizonte temporal, que es una construcción abstracta que solo tiene funcionalidad en la cima de la estructura organizacional, que es algo que se presenta al consejo directivo o que es solo una bonita declaración para mencionar en una conferencia o entrevista. No obstante, la estrategia es mucho más que eso. La estrategia nos traza el camino, nos limita el campo de juego, nos permite definir de forma rápida que cosas sí y que cosas no debemos hacer. Una buena estrategia es capaz de aunar esfuerzos, simplificar procesos decisorios, usar más eficientemente los recursos, generar compromiso y tener sentido de propósito. Cuando una estrategia está bien diseñada todos sabemos el impacto de nuestras acciones en las finanzas de la organización, en sus metas de corto y largo plazo, en cómo contribuimos a lograr su misión y como afectamos tanto su reputación como la percepción que tienen los clientes.

En los entornos hostiles y de alta incertidumbre, a contramarcha de lo que solemos creer y hacer, es la estrategia la que nos ayuda a atravesar la tormenta. Es la luz que nos trae el orden, a través de objetivos consistentes y vinculados. Es la que nos permite dejar de direccionar nuestras energías al factor externo para enfocarlas en nuestro locus de control. Es la que nos permite decidir de forma más fácil y rápida como alocar recursos que se vuelven cada vez más escasos.

Hoy se nos presenta una oportunidad para retomar el pensamiento estratégico, para analizar y definir si teníamos la estrategia correcta o si debemos reformularla para afrontar los nuevos desafíos y tendencias que nos trae el mercado. Es el momento de reflexionar qué elementos de ese plan queremos conservar, cuáles necesitamos soltar y qué cosas nuevas hay que incorporar para le etapa que se viene. También es el momento de reflexionar que tipo de cultura organizacional será la que viabilice de forma efectiva la ejecución estratégica y si tenemos el talento adecuado, capaz de construir las capacidades competitivas que la organización requiere, tanto para competir en el presente como para hacerlo exitosamente en el futuro probable.

Independientemente de que necesitemos ajustar nuestra estrategia, de que con desempolvar la anterior sea más que suficiente o que el camino sea una reformulación total, lo que no podemos permitirnos es seguir bajo el lema de “sálvese quien pueda”.

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