Somos pobres: no hay nada que festejar

Pasamos de ser el granero del mundo a prohibir la exportación de carne, de ser la envidia educativa a no tener clases presenciales y ostentar la peor caída del nivel de educación de toda Latinoamérica. Nos hemos transformado en un universo de promesas incumplidas

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Gente en situación de calle en Buenos Aires
Gente en situación de calle en Buenos Aires

Argentina se encuentra apartada del camino del mundo, o al menos alejada del grupo de países prósperos que dominan esta era. Estos últimos 100 años lo han cambiado todo: hemos entregado la prosperidad a cambio de miseria, el trabajo por el asistencialismo, el sector privado por el sector público, la seguridad por la inseguridad y la honorabilidad por la eterna corrupción.

Pasamos de ser el granero del mundo a prohibir la exportación de carne, de ser la envidia educativa a no tener clases presenciales y ostentar la peor caída del nivel de educación de toda Latinoamérica, de atraer inversiones a ahuyentarlas sin piedad, del respeto por la propiedad privada a intentar estatizar una agroexportadora, de no tener inflación a estar entre los países con mayor inflación del mundo, de ser una máquina de sacar gente de la pobreza a ser una máquina generadora de miseria. Llegamos a representar el tres por ciento del comercio internacional: hoy tenemos la mitad de empresas exportadoras que hace apenas una década. Fuimos una tierra de oportunidades y nos transformamos simplemente en un Estado asistencialista: cada tres personas existen dos planes sociales. El algún momento tuvimos una moneda que (hasta que la destruimos) sobrevivió prácticamente nueve décadas, hoy estamos a punto de enterrar para siempre un peso argentino que ha perdido un 99% de su poder de compra en apenas diecinueve años.

Los últimos 100 años lo han cambiado todo: hemos entregado la prosperidad a cambio de miseria, el trabajo por el asistencialismo, el sector privado por el sector público, la seguridad por la inseguridad y la honorabilidad por la eterna corrupción

Osamos tener una República, hoy estamos intentando modificar la justicia por la necesidad de impunidad de algunos pocos. Hace tiempo fuimos un país que se hizo con inmigrantes y los hijos de éstos, hoy nos transformamos todos en padres de emigrantes, que buscarán una vida donde se les permita crecer, desarrollarse y obtener dignidad sin primero tener que perderla.

Transformamos los sindicatos defensores del trabajo en destructores de la producción, el empleo y la inversión. Convertimos al Estado en un empleador precario y al sector privado en un cúmulo de cenizas de lo que fue en algún tiempo prosperidad y bonanza.

Fuimos ricos, transformándonos con el tiempo en poseedores apenas de un buen pasar, luego en pobres sin presente y finalmente, en miserables sin futuro. Desconocimos la pobreza, hoy desconocemos la riqueza. Incentivábamos la inversión y el trabajo, hoy la militancia por un cargo y el voto por un plan. Alguna vez tuvimos próceres, luego políticos equivocados y/o corruptos, hoy simplemente destructores del futuro.

Prometieron no tener 10.000 muertos por coronavirus y ya tenemos más de 75.000. Prometieron vacunas y parte de las pocas que han llegado, las utilizaron para amigos, familiares y militantes políticos

Quisimos distribuir la riqueza y nos olvidamos de generarla, logrando que solo hayamos podido distribuir pobreza. Quisimos sustituir importaciones y destruimos comercio, quisimos ser primermundistas y terminamos abrazados a Venezuela y Cuba. Nos asociamos con Rusia y China e intentamos con éxito tener chispazos diplomáticos con buena parte del resto del mundo.

Nos excedimos gastando, siempre. No hemos comprendido jamás que esto significaba vivir por encima de nuestras posibilidades. Hace 197 años que nos endeudábamos por primera vez. A partir de allí, 73 de esos años estuvimos en default y sin honrar nuestros despilfarros lo que equivale a haber estado un 37% de nuestro tiempo en cesación de pagos. Por suerte lo solucionamos: la culpa es de quienes nos prestaron el dinero o del gobierno anterior o incluso tal vez, de cualquier otro. El endeudamiento no es más que impuestos futuros, mayor presión impositiva por delante y un sector privado (único generador de riqueza) cada vez más escuálido.

Desconocimos la pobreza, hoy desconocemos la riqueza. Incentivábamos la inversión y el trabajo, hoy la militancia por un cargo y el voto por un plan

Para finalizar: nos hemos transformado en un universo de promesas incumplidas. Prometieron salarios dignos: solo desde que asumió el último gobierno perdieron un 20% de su poder de compra. Prometieron hacerlo todo para sacar al país de la recesión: aumentaron la cantidad de impuestos y sus alícuotas, cada vez cierran más empresas, cada vez hay menos empleo y la hostilidad a la inversión es cada vez más virulenta. Prometieron no tener 10.000 muertos por coronavirus y ya tenemos más de 75.000. Prometieron vacunas y parte de las pocas que han llegado, las utilizaron para amigos, familiares y militantes políticos: eso sí, si se te ocurrió buscar en el mundo tu vacuna a tu propio costo te habrás transformado en la derecha golpista. Entre tantos desengaños, una promesa cumplida: no les importaba un 10% más de pobres, y finalmente cumplieron: realmente no les importó.

Fuimos grandes, luego fuimos algo y hoy nos transformamos en nada. Argentina merece otro presente y con él, otro futuro.

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