Hamas y el humanismo

Los miles de misiles que esta agrupación palestina arrojó sobre territorio israelí, dejaron en evidencia que la ayuda económica que recibe para fines supuestamente sociales y políticos financian su actividad terrorista en Medio Oriente, con la complacencia de una cultura aturdida y cansada

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El movimiento terrorista recibe ayuda
El movimiento terrorista recibe ayuda económica para bombardear Israel (Ibraheem Abu Mustafa)

La hostilidad de Hamas (Harakat al-Muqawama al-Islamiya) hacia los enemigos del Islam salafista es doctrinaria y existencial. Desde su nacimiento, en 1987, cuando enfrentó a la OLP de Arafat -menospreciada por secular y decadente-, hasta nuestros días, en los que ha alcanzado el control de la Franja de Gaza, promueve una guerra santa radical contra todos aquellos que no forman parte de la comunidad religiosa que ha sido bendecida por el Profeta: “He creado a los genios y a los humanos solo con el propósito de adorar” [...] En todo, temen a Alá y levantan el estandarte de la Jihad en la cara de los opresores, para que libren a la tierra y al pueblo de su inmundicia, vileza y maldad”, señala el artículo 3 del estatuto de su constitución.

Consecuente con esa visión del mundo, esta agrupación palestina ha asesinado a centenares de civiles y militares en territorio israelí, sin importar si eran judíos, cristianos o musulmanes.

El terrorismo de Hamas expresa, en definitiva, aquello que Hegel llama la “libertad del vacío” (Freiheit der Leere), un ejercicio orientado a la destrucción del orden existente y a la necesaria expulsión de aquellos que quieren sostenerlo o restaurarlo. La consecuencia es la negación ética de la diferencia que represento, de mi extrañeidad, de mi particular modo de vida.

Paradojalmente, frente a este incontrastable cuestionamiento a mi identidad, hemos ido construyendo en occidente un humanismo desustancializado. Se trata de una cultura que falsifica la realidad de los conflictos humanos desde la neutralidad técnica propia de un normativismo extraviado. Un pacifismo distorsionado que prefiere huir de aquellos que niegan mis valores y mi propia configuración social. Es la cobardía políticamente correcta de los dirigentes que quedan paralizados ante la polémica que genera la violencia extrema, en pos de mantener ficticios equilibrios o aparentes consensos. En este humanismo afectado, que traiciona sus propias raíces clásicas, no hay enemigos, ni amigos, ni aliados; no hay diferencias humanas irreconciliables; solo existen personas acartonadas y huecas, unidas por el igualitarismo universal de una sociedad ya completamente desencantada.

En este camino tortuoso, hemos construido arquitecturas legales que requieren una determinación distinta de la voluntad para que no se conviertan en otros tantos legalismos esqueléticos. La sanción por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Convención para la Represión de la Financiación del Terrorismo (1999), así como el dictado de las Resoluciones del Consejo de Seguridad 1267 (1999) y 1373 (2001), obligó a todos los miembros de la sociedad internacional organizada a congelar sin dilaciones los fondos destinados a financiar actos de terrorismo, entidades y organizaciones terroristas. Los países, para hacer efectivo este mandato, deben tomar posición sobre los financistas públicos o privados del terrorismo actual, como sucede con Hamas y los otros agrupamientos que encarnan el fanatismo islamista.

Militantes del Hamas en el
Militantes del Hamas en el sur de Gaza (Ibraheem Abu Mustafa)

Debilitar o destruir las finanzas que alimentan a estos grupos, parece una medida apropiada e inteligente que permite retardar la confrontación física de la amenaza terrorista -evitando el espanto que esto produce en la mala conciencia contemporánea- sin caer en la parálisis que supone el humanismo superficial y sin fronteras.

Sin embargo, esta ideología que vacila frente al destino trágico de la modernidad, ya ha hecho estragos. La Europa cansada por las guerras lo sabe, y lo sufre en su propia interioridad. La América Latina de las utopías progresistas se muestra distante y esquiva a este problema. En el reciente episodio conflictivo con el Estado de Israel, Hamas demostró lo útil que le ha resultado mostrarse como una representación política y social legítima del pueblo palestino. Desactivando los controles obligatorios que supone el combate global de la financiación del terrorismo, ha recibido cuantiosos fondos para su supuesta tarea humanitaria y asistencial, destinándolos sin más a su aparato militar y subversivo. El resultado es que mientras más del 56% de los habitantes en Gaza están sumidos en la miseria, viviendo en una urbanización precaria al extremo, los líderes de Hamas cuentan con un arsenal de cohetes cuyo valor representa un presupuesto millonario (de fabricación propia, como los Qassam con alcances de 3 a 40 km., e importados vía Irán, como los Grad, de 20 km., o Farj-5, de 180 km.)

Uno de los principales financistas estatales de Hamas es Qatar, quien, de acuerdo a informes recientes, ha transferido al grupo palestino más de 1.500 millones de dólares como ayuda caritativa. En un reciente pronunciamiento de un tribunal de distrito americano se muestra la implicación de Turquía, nada menos que un miembro extra-Otán, en la financiación de Hamas: el Kurveit Turk Bank, con sede en Estambul, quien mantiene abiertas cuentas de terroristas, no ha sido fiscalizado, así como tampoco se ha controlado a la Fundación para los Derechos Humanos, la Libertad y la Ayuda Humanitaria (IHH), un recurrente fundraiser de Hamas.

El pronunciamiento es importante porque muestra cómo estos circuitos ilegítimos utilizan la cobertura de entidades educativas, como la Universidad Islámica de Gaza, conocida por ser la principal fuente de reclutamiento de jóvenes para las filas de las Brigadas Al-Qassam. A estos dos países de raigambre sunita, hay que sumar a Irán y a su brazo ejecutor en la región, Hezbollah, que, como lo han demostrado Karmon y Azani o -entre nosotros- Chaya y Sierra, pese a propalar el predominio de la vertiente chiita del Islam, constituyen un proveedor estratégico de sunnies extremistas, acorde a su convergente odio a Israel y los judíos.

La actividad terrorista de esta organización no tendría el vigor y la jactancia actuales sin la compleja y extendida red de contribuciones y donaciones (Zakaat) que operan en torno a la Dawa, es decir, al llamado que todo musulmán de fe siente para militar por la transformación y mejora de la sociedad diseñada en el Corán. Como han demostrado los estudios pioneros de Levitt, ello se traduce en un entramado de organizaciones sin fines de lucro, sociedades pantalla y otros mecanismos de cobertura a lo largo y ancho del mundo, que permite que esos activos se vuelquen finalmente a la lucha armada contra los infieles.

El islamismo radical de Hamas y el humanismo sin hombres concretos, son dos rostros de la misma desgracia: dejan entrever que la amenaza a los espíritus libres excede en mucho el escenario de Medio Oriente. La lucha por una nueva sacralización de lo verdaderamente humano, aunque difícil, vuelve a aparecer como la única opción digna frente al triste y corrosivo nihilismo.

El autor es profesor titular regular de Criminología y director del Centro de Estudios sobre Seguridad Hemisférica, Terrorismo y Criminalidad Financiera (UBA).

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