El actual gobierno argentino surgió de una exitosa alianza electoral. Después, se convirtió en una desventurada alianza de gobierno. La razón es simple: son como el agua y el aceite. El kirchnerismo es antisistema y Alberto Fernández fue contratado para atraer a quienes desencantados con Macri querían votar en su contra aunque no necesariamente para cambiar el sistema, nuestro contrato social, la Constitución.
Los roces resultaron inevitables. El Instituto Patria convocaba a no pagar la deuda el mismo día que Fernández se comprometía en contrario con Angela Merkel y nuestro ministro de Economía poroteaba las cuentas con el Fondo y el Club de París al mismo tiempo que la clerecía kirchnerista anunciaba que el inminente desembolso extraordinario del FMI no debe ir a pagar deuda sino a más planes sociales. En medio de delicadísimas negociaciones con potencias occidentales que compiten por el muy estratégico 5G, Sabino Vaca Narvaja, nuestro superembajador “sanguinis causa”, sale muy suelto de cuerpo a declarar que “el despliegue del 5G posiciona a China al frente del liderazgo tecnológico mundial, a la vez que le confiere un lugar de supremacía dentro del tablero geopolítico mundial”, y por lo tanto “Argentina debe aceptar la tecnología 5G propuesta por China.”, comprometiendo a su Cancillería desde su puesto en Beijing. El posterior silencio del Canciller parece avalar que la política exterior se defina en una embajada, no en su despacho. Tal vez con la base en la Patagonia no esté resultando suficiente.
En sus primeros pininos el canciller Solá declaró que era conveniente quedarnos en el Grupo de Lima pero en marzo, desde niveles superiores, le explicaron la conveniencia de retirarnos. Antes de marzo, para nuestro gobierno en Venezuela había una dictadura que violaba los derechos humanos. Ahora no: Fernández considera que “el problema de los derechos humanos en Venezuela fue desapareciendo”. Retiramos nuestro endoso a la demanda contra el régimen de Maduro en la Corte Penal Internacional y pasamos a votar declarando que no se trata más de una dictadura. Las piruetas son tan desconcertantes que hasta buena parte de los exiliados venezolanos en Argentina comienza a deslizarse a Chile , Paraguay o Uruguay. Cuando el río suena.
Ninguna política exterior es creída por el mundo si no guarda coherencia con la política interior. Y como la política interior en Argentina se inclina crecientemente hacia los militantes antisistema, la política exterior rola inevitablemente en la misma dirección: al voto a favor del dictador Maduro se acaba de sumar la condena a Israel con gravísimo silencio a la impunidad de Hamas. Y las consecuencias son parecidas: cuanto más fanatismo interno más pérdida de apoyo de quienes los votaron no siendo antisistema. Y cuanto más fanatismo externo, más posibles aliados o amigos retraen su buena voluntad ante los monumentales problemas argentinos. A vivir con lo nuestro!
Los que navegan a vela saben que si los vientos son fuertes y contrarios, la capacidad de los timones se reduce drásticamente… En la alianza que nos gobierna, el viento corresponde a los antisistema que cada día acorralan más a un presidente que manotea el timón con maniobras cada día más acotadas. Suponer que estamos navegando con viento de cola configura, por lo menos, un error de imprenta.
Prácticamente todos los países occidentales -región y cultura a la que pertenecemos- califican a Hamas como terrorista, al igual que las más importantes organizaciones mundiales de derechos humanos. Uno tras otro lo están ratificando ahora luego de estos atentados. Estados Unidos y la Unión Europea hace tiempo que la consideran una organización terrorista. En cambio, Rusia e Irán, tan cercanos a algunos corazones argentinos, no lo hacen. En nuestra región, los gobiernos populistas, con Venezuela a la cabeza, tampoco. Esas compañías elegimos.
A la sabiduría popular del “dime con quién andas…” Ortega lo inmortalizó con que uno es uno y su circunstancia. Así, para juzgar a una persona o un gobierno, conviene fijarse en sus compañías.
A favor de Maduro votamos junto a Cuba y el chavismo y a favor de Hamas lo hicimos acollarados con Venezuela, Cuba, Irán, China y Rusia, amén de titanes de los derechos humanos que gobiernan en Costa de Marfil, Libia, Senegal, Uzbekistán, Somalia y Sudán. Hamas es financiada por gobiernos cruelmente autoritarios, que votaron como la Argentina del kirchnerismo, incluyendo al de Siria, de Bashar el Asad, habiendo sido por segunda vez reelegido, con el 95% de los votos, algo más que la última vez, cuando apenas obtuvo 88%. Ya tiene asegurados 28 años de gobierno, uno menos que su padre, otro gran constructor de consensos, como los Castro. Allí no hacen falta las PASO, esperemos que en Argentina sí.
Después de derrotar al anarquismo, a los socialismos, al fascismo, al nazismo y al marxismo, Occidente enfrenta hoy a un nuevo enemigo corrosivo, nihilista, que no negocia ni tolera discrepancias y niega la totalidad de nuestros valores, laicos o religiosos. Hamas reivindica al holocausto y el terrorismo y la manera coloquial en que se refieren a nosotros es “infieles”. Aplauso, medalla y beso a nuestras progresías!
Eso en el mundo. Y en Argentina, consecuentemente, en octubre o noviembre, Dios sabe, no votaremos solo para ocupar rentables poltronas legislativas: va a ser otra dura batalla para que los argentinos, tan intoxicados por la falsa épica de consignas facilistas, supere su narcosis y comience a decidir en qué clase de sociedad quieren vivir. Si se mira a la triste realidad argentina, el inolvidable sketch de Alberto Olmedo vuelve a confirmar el acierto de Oscar Wilde: “La realidad imita al arte”.
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