Israel, Hamas y la lección de Golda Meir a Joe Biden

El presidente norteamericano condenó el ataque realizado por el movimiento islámico y disipó algunas suspicacias sobre un posible regreso a las rispideces de la era Obama con su histórico aliado

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La Primer Ministro Golda Meir junto al presidente Richard Nixon y el secretario de Estado Henry Kissinger en 1973
La Primer Ministro Golda Meir junto al presidente Richard Nixon y el secretario de Estado Henry Kissinger en 1973

Como explicó el embajador Martin S. Indyk -ex representante de los Estados Unidos en Israel y enviado especial para las negociaciones entre israelíes y palestinos- Washington puede procurar darle la espalda a Medio Oriente, pero Medio Oriente nunca termina de darle la espalda a Washington. Las últimas dos semanas parecieron darle la razón.

El último viernes se alcanzó un acuerdo para sellar un cese del fuego entre Israel y Hamas, como resultado de gestiones diplomáticas de Egipto y otras potencias con el objeto de detener el que fue uno de los más graves conflictos que tuvo lugar desde el retiro israelí de la Franja de Gaza, decidido en 2005 por el entonces premier Ariel Sharon.

Analistas coinciden en que la tregua alcanzada tiene las características de la fragilidad derivada de la persistencia de un conflicto que por momentos aparece insoluble y en el que en este último episodio provocó que perdieran su vida más de doscientos gazatíes y doce israelíes.

Naturalmente, los hechos no se despliegan aislados de las circunstancias históricas en las que se producen. Casi sin solución de continuidad, incontables incidentes tienen lugar en la frontera entre Israel y la Franja. En el verano de 2014, una violenta guerra se extendió durante casi sesenta días dejando un saldo de muertos de setenta y tres israelíes y unos dos mil doscientos palestinos. Cuatro años después, un sangriento enfrentamiento entre Hamas y las Fuerzas Armadas Israelíes (IDF, por sus siglas en inglés) fue el resultado de la llamada “Marcha del Retorno” con la que los palestinos quisieron evocar la “Nakba” (“catástrofe”), en conmemoración de lo que consideran el despojo de sus tierras a partir de la creación del Estado de Israel en 1948.

Este último conflicto demostró que el arsenal de Hamas ha adquirido un número y sofisticación nunca visto y que, en rigor, gracias al escudo antimisiles conocido como “Iron Dome”, las víctimas israelíes no superaron la docena. Atilio Molteni, ex embajador argentino en Israel entre 2003 y 2010, explicó que si bien las fuerzas israelíes lograron destruir buena parte del arsenal de Hamas, éstos “fueron capaces de disparar más de 4300 misiles hasta último minuto, algunos contra Tel Aviv, Jerusalén y el Aeropuerto Ben Gurion” y consiguieron su objetivo de “intimidar y causar una gran conmoción en la población israelí”.

Los acontecimientos, además, exteriorizaron un primer desafío a la Administración Biden. Los principales miembros del nuevo gobierno buscaron conscientemente evadir cualquier enfrentamiento público con Israel. La actitud de la Casa Blanca pareció buscar diferenciarse de la que en su día tuvo la Administración Obama (2009-2017) en la que Biden sirvió como vicepresidente y que fue observada por el gobierno de Benjamín Netanyahu como francamente hostil hacia Israel.

El secretario de Estado Antony Blinken y el primer ministro Benjamin Netanyahu
El secretario de Estado Antony Blinken y el primer ministro Benjamin Netanyahu

Durante la campaña electoral de 2008, el entonces senador Obama se había expresado sobre el conflicto israelí-palestino en términos que parecían sugerir una simpatía por los puntos de vista de los árabes, al tiempo que en un promocionado discurso en la Universidad de El Cairo hizo un llamado a una nueva aproximación al mundo islámico. A su vez, en aquel verano de 2014 Obama criticó a Israel durante el conflicto que enfrentó al gobierno de Netanyahu con Hamas (Operation Protective Edge). Al año siguiente, su gobierno alcanzó el acuerdo nuclear (JPCOA) con el régimen islamista de Irán, tras arduas negociaciones del entonces secretario de Estado John Kerry con los jerarcas persas y sus colegas miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania. Fue entonces cuando las relaciones entre los gobiernos de EEUU e Israel descendieron al punto más bajo en siete décadas. Una profunda desconfianza se había instalado entre las partes. Probablemente el momento culminante de ese alejamiento haya tenido lugar el 3 de marzo de 2015 cuando, al borde de la insolencia, Netanyahu “puenteó” a Obama al viajar a Washington para dirigirse a los miembros del Congreso denunciando las negociaciones con Teherán. Aquel día Netanyahu fue ovacionado en el Capitolio. La escena proporcionó una humillación para el Presidente.

Meses más tarde, el ex embajador israelí en EEUU Michael Oren expuso en una columna en el Wall Street Journal ”Cómo Obama ha abandonado a Israel”. Oren relató que un año antes, Israel había “descubierto” que su principal aliado en el mundo había estado negociando durante meses con su peor enemigo. Y describió a Irán como “un régimen irracional y genocida” al que Obama había calificado como “racional” y “potencialmente una potencia regional exitosa”. Oren -autor del Best-Seller “Six Days of War: June 1967 and the Making of the Modern Middle East” (2002) y más tarde miembro de la Knesset- aseguró que los tiempos de Obama habían estado caracterizados “por una serie sucesiva de crisis en el vínculo israelí-norteamericano”.

Pero nada es para siempre. En 2017 llegó a la Casa Blanca el que quizás haya sido el presidente más pro-Israelí de las últimas décadas: Donald Trump. Cuatro años de satisfacciones en la relación con Washington esperaban al premier Netanyahu. Durante la estadía del magnate en el poder, Netanyahu vería cómo Trump y su yerno Jared Kushner cumplirían uno a uno sus anhelos. Al traslado de la Embajada norteamericana a Jerusalén seguiría el abandono del acuerdo nuclear con Irán, el reconocimiento a la soberanía sobre los Altos del Golán -un territorio disputado con Siria- y el impulso a los “Acuerdos de Abraham” que desembocaron en una serie de tratados de paz entre Israel con Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahrein, Marruecos y Sudán. Una política que siguió a los arreglos diplomáticos que en su día Israel firmó con Egipto (1979) y Jordania (1994).

Entendimientos que no podían celebrarse sin implicar necesariamente un abandono de la causa palestina por parte de los países árabes. Transformando en una pieza de museo a la fórmula de las “Tres No” adoptada por la Liga Arabe en 1967 en la legendaria cumbre de Khartoum: no a la paz con Israel, no al reconocimiento del Estado de Israel, no a las negociaciones con Israel.

Estas realidades permiten suponer que es altamente probable que la derrota de Trump haya decepcionado a Netanyahu, una pena que pudo hermanarlo con el príncipe heredero de Arabia Saudita, el controvertido Mohammed bin Salman (MBS). De inmediato la llegada de Biden a la Casa Blanca alimentó especulaciones sobre qué curso de acción adoptaría en relación al dinámico escenario de Medio Oriente. ¿El nuevo mandatario encabezaría la Administración Biden I o la Obama III?

El pasado 11 de mayo, Biden reafirmó que los EEUU mantienen su respaldo al legítimo derecho de defensa del Estado de Israel y condenó el ataque realizado por el movimiento islámico Hamas contra su territorio soberano. Las palabras del Jefe de la Casa Blanca confirmaron la especial relación de su país con el estado hebreo al tiempo que certificaron sus antecedentes personales. La actitud del Presidente lo alejó de algunas posiciones críticas al Estado de Israel que coexisten en las filas del Partido Demócrata pero traería alivio en Jerusalén dado que pareció disipar algunas suspicacias sobre un posible regreso a las rispideces de la era Obama.

Durante su larguísima temporada de casi cuatro décadas en el Senado, Biden fue un firme aliado de Israel. Acaso estos recientes hechos pudieron traer a su memoria un encuentro clave sucedido en 1973, cuando viajó a Israel pocos meses después de asumir su banca por Delaware. Fue allí cuando la entonces primer ministra Golda Meir le regaló una lección que nunca olvidaría: “Nosotros los judíos tenemos un arma secreta en nuestra lucha contra los árabes: no tenemos otro lugar a donde ir”.

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