El momento de Randazzo

El “centro” se está reorganizando y sigue sus pasos. Aunque todavía no ha dicho una palabra definitiva, emitió señales de querer participar de la elección de medio término como candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires por una fuerza nueva

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Otra vez el “centro”, la “tercera vía” o como se prefiera llamar empieza a aparecer en un costadito de los medios, tan encolumnados como están. Se acercan las elecciones parlamentarias y algo tienen que decir de lo que ocurre en un lugar que no es el propio ni el de los adversarios.

En 2019 algunos le achacaron a Roberto Lavagna responsabilidad en la baja performance del centro, por su negativa a participar de una PASO con quienes se insinuaban como precandidatos de la denominada Alternativa Federal, cuyas cabezas eran Sergio Massa, Miguel Pichetto y el entonces gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey. Por ahí andaba también el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, pero sin pretensión manifiesta de ir por la Presidencia.

La figura de Lavagna al frente de Consenso 19 era la que concitaba por lo menos el mayor interés entre quienes rechazaban a las fuerzas mayoritarias, el kirchnerismo y el macrismo.

La perspectiva del espacio era inicialmente auspiciosa. Entendidos estimaban que en una eventual segunda vuelta podía imponerse tanto al Frente de Todos como a Juntos por el Cambio. Más si se instalaba la idea de que la oferta exclusiva de estas dos fuerzas era una afrenta a la sociedad, dado que significaba elegir entre dos fracasos: el kirchnerista del pasado y el macrista que transcurría. De allí solo podía alumbrar otro fracaso, cualquiera hubiera sido el resultado, como hoy se aprecia. Así lo auguraba el encono mutuo. Ninguna de ellas estaba dispuesta a facilitar la gestión de la otra.

Ambas fuerzas, como se descontaba, dispusieron sus candidaturas sin elecciones internas. El oficialismo, por razones naturales, ofreció la reelección de Mauricio Macri. El kirchnerismo, en su caso mediante gesto contra natura de Cristina Kirchner, sindicó por sorpresa a Alberto Fernández y ella misma se autopostuló para la vicepresidencia.

Eso determinaba la razonabilidad de que el centro también fuera a las PASO con una sola cabeza, Así evitaría la dispersión del voto del espacio y también -descontando que las fuerzas mayoritarias iban a ubicarse en primero y segundo lugar- impediría que el kirchnerismo y el macrismo impusieran la falsa idea de que la primera vuelta, un par de meses más tarde, sería la definitiva.

En ese caso, ¿quién debía ser el candidato del centro? Massa acreditaba una elección en la presidencial de 2015, que le dio algún sustento territorial. Pichetto, por su parte, nunca tuvo buenos resultados electorales en su provincia.

Ya se sabe en qué terminó aquello. Massa y Pichetto decicieron no hacer la PASO entre ellos. Massa emigró hacia el FdT, Pichetto se fue del centro hacia el otro extremo, como impensado candidato a vicepresidente. Así facilitaron la estrategia de los dos protagonistas mayoritarios para enviarle un mensaje confuso a la sociedad: que sus pases significaban que tanto el FdT como JxC estaban moderándose, cuando, en realidad, extremaban la polarización.

En rigor, por diversos motivos, Lavagna era el indicado para encarnar la candidatura: el más prestigioso entre los aspirantes, el que cargaba –y hasta hoy- el mayor éxito de gestión económica con impacto en la sociedad que se recuerde en décadas; por ende, el menos resistido. Era y sigue siendo un hombre que inspira confianza en la sociedad por su coherencia. Él se instaló en 2007 en el espacio con la candidatura por Una Nación Avanzada (UNA), asociación de radicales, peronistas, socialistas, desarrollistas, demócratas cristianos y sociedad civil, que obtuvo 16% de los votos, registro aceptable en un contexto donde el kirchnerismo estaba en la cresta de la ola. Desde entonces, acudió con su consejo cada vez que lo consultaron los presidentes Macri y Alberto Fernández. Nunca Cristina.

Así lo entendió Urtubey, que de forma plausible perseveró en el centro y aceptó la candidatura vicepresidencial en la fórmula con Lavagna como un paso importante en su carrera política, que todavía tiene mucho por delante. El salteño sigue allí; también exhibe coherencia y espera su momento, que tal parece, no será este. Ni Lavagna -que está atento a todos los temas y se siente cómodo en el papel de inspirador- ni Urtubey presentarán candidaturas este año.

Los medios apuntan que ahora el “centro” se está reorganizando y siguen los pasos de Florencio Randazzo, quien todavía no ha dicho una palabra definitiva, pero emitió señales de querer participar de la elección de medio término como candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires por una fuerza nueva, si se quiere continuadora del pensamiento que inspiró a Lavagna y Urtubey: “Ni Macri ni Cristina”.

Con quienes habla, que son muchos, Randazzo manifiesta la necesidad de construir una fuerza nueva , que incluya con injerencia a individuos de la sociedad civil y de los vecinalismos. Un armado que permita avizorar la salida del microclima tóxico que ha envenenado a buena parte de la sociedad.

El ex ministro del Interior y Transporte no exige pertenencia peronista, sino voluntad de concurrir a la solución de los problemas para avanzar hacia un estado de prosperidad, con justicia social e igualdad de oportunidades. La eficiencia que evidenció en gestión y la distancia que tomó del kirchnerismo lo favorecen.

Habla sin tapujos con sus contertulios sobre una agenda amplia que incluye la modernización de las relaciones del trabajo, la renovación de la dirigencia, el estímulo a la inversión para la generación de empleo; derechos humanos básicos, de la niñez, la mujer, el género, el respeto al medio ambiente; de poner el acento en la tecnología como forma de reinsertar a la Argentina en el mundo y obtener divisas a través de su reconocida capacidad para construir dispositivos de última generación mediante la consolidación de un cluster entre el sector público y el privado; de la ciencia, donde el país tiene personalidades con historia y con presente.

Pero un capítulo especial de su ocupación, en el que Lavagna tiene particular interés e incidencia, es el de trabajar para el armado de fuerzas espejo, por lo menos en la Capital, en Córdoba, Santa Fe y Mendoza, para que el esfuerzo en la provincia de Buenos Aires no se agote en sí mismo, sino que constituya el basamento de una nueva coalición con expectativas de dar pelea en 2023. Lavagna confía que la relación tejida con el socialismo de Santa Fe continúe firme tras el lamentable fallecimiento de su líder, Miguel Lifschitz.

Mientras, Randazzo continúa moviéndose en el terreno tratando de no hacer ruidos inoportunos, tal su estilo. Eso sí, no le gusta escuchar que anda por “la ancha avenida del medio”, porque ya se sabe adónde la encaminó su mentor.

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