A lo largo de los años, los informes sobre antisemitismo que elabora la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), desde 1998, dan clara cuenta de cómo las expresiones y comportamientos antisemitas y antisionistas, que en definitiva son dos lados de la misma moneda, se incrementan en nuestro país cuando estallan conflictos bélicos en Medio Oriente que tienen a israelíes y palestinos como protagonistas.
Estos 11 cruentos días no fueron la excepción, por el contrario, ratifican este comportamiento con un aumento exponencial que se expresó en las redes sociales, en los grafitis en la vía pública, en pintadas en instituciones de la comunidad, comercios cuyos propietarios son judíos y agresiones a personas que eran identificadas en su identidad judía.
Pero quizás lo más grave que hemos visto en esta oportunidad fue el desparpajo con el cual personajes públicos que ejercen cargos que la democracia les otorga se manifiestan abiertamente en su pensamiento antisemita, ignorando los hechos para sostenerse sólo en los vectores ideológicos que dan lugar al relato que construyen y con el cual envenenan a la sociedad.
Israel es el único país al que se le niega su derecho a defenderse e incluso a existir. No encontraremos en los medios de comunicación alusiones de este tipo hacia ningún otro Estado soberano. Las críticas no se satisfacen hacia las acciones o decisiones de un gobierno, el ataque es abarcativo y sistemático a un país y a todos los judíos. Las pintadas, evocadoras del pasado más ruin de la Argentina, “Haga Patria mate a un judío”, o “Judíos asesinos”, o las comparaciones al Estado de Israel con el régimen nazi, son la expresión más rancia del antisemitismo.
No discuto con fanáticos, es una pelea inútil a la cual desistí hace tiempo, no tiene sentido. Sabemos que estos padecen de una enorme ignorancia, incluso cuando se quiere presentar como ilustrado. Es que su formación, cuando la poseen, está sostenida en el prejuicio que obstruye todo aprendizaje y mucho menos posibilita el pensamiento crítico.
Los dichos del diputado del Frente de Izquierda y los Trabajadores, Juan Carlos Giordano, abogando por la desaparición del Estado de Israel, es quizás el ejemplo más claro y paradigmático. No le pido al diputado, como tampoco al Sindicato de Docentes Amsafe en Rosario que confeccionó una guía para alumnos absolutamente antisraelí, que se interesen e investiguen, lo que si me pregunto es si sabrán quién gobierno Gaza desde 2005: por si no lo saben es Hamás, una organización terrorista. Y como dato adicional, allí no vive ningún judío.
Acaso sabrán que no podrían ir libres por la calle si vivieran allá como individuos de la democracia y de la izquierda pregonando el aborto, luchando por la igualdad de género, defendiendo la libertad de prensa y opinión, por los derechos de los trabajadores, reclamando educación, servicios, oponiéndose a la censura y la violencia.
Sabrán que allí ni siquiera podrían pronunciar las palabras “derechos humanos”. Sabrán que no podrían hacer marchas y piquetes en la vía pública contra el poder y menos aún denunciar abusos o represión.
Es lamentable, pero la respuesta es sí, lo saben.
Pero como todo fanático, cuyas inseguridades y debilidades son mayores que sus fortalezas, necesitan sostenerse en el relato que les de credibilidad a sus pensamientos. Que sean la justificación hacia dónde dirigir sus sentimientos de desprecio, señalando y poniendo en un otro las culpas de sus propias insatisfacciones.
Es como dice la periodista y escritora británica Melanie Phillips, “se trata de una patología que les impide ver los hechos y las evidencias”.
Es una mala noticia, los argentinos convivimos con el antisemitismo. Los esfuerzos, los programas, los compromisos asumidos, las declaraciones institucionales formales y llenas de contenidos no han sido suficientes. El silencio de tantos ante la escalada antisemita ha aturdido. La pasividad de muchos ha sorprendido. El mutismo del Congreso Nacional ayer y de los partidos políticos en todos estos días es frustrante.
La Argentina respetuosa y plural que la mayoría de los ciudadanos anhelamos es una construcción permanente que exige compromiso con el verbo y con la acción.
Comienza hoy un alto al fuego sin condiciones. Que sea duradero.
Ojalá comencemos aquí en simultáneo un análisis de nuestros comportamientos.
Una vez más el antisemitismo que subyace en vastos sectores se ha vuelto a manifestar con fuerza, y que nos convirtamos en una sociedad indolente e indiferente es muy peligroso.
Estos días nos han hecho ver que hay mucho trabajo por delante y para ello se necesitan voces firmes e instituciones fuertes.
*Claudio Avruj es Presidente Honorario del Museo del Holocausto ex secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación