En Chile se vivió una votación histórica, en la que la izquierda y los candidatos independientes se impusieron en un triunfo aplastante sobre los partidos de derecha. Un duro golpe al modelo neoliberal, que abre paso a la posibilidad de una nueva Constitución ecológica y social.
Los chilenos votaron por un cambio estructural y profundo, eligiendo el pasado domingo a los 155 representantes que redactarán la Nueva Constitución. Se dejará atrás la Carta Magna vigente desde los tiempos de la dictadura militar de Augusto Pinochet, considerada como el origen estructural de las profundas inequidades del país trasandino, que fue cuna del experimento neoliberal de los últimos 40 años.
La nueva redacción no estará en manos de políticos tradicionales o “de carrera”, ya que los independientes se quedaron con un amplio número de los constituyentes que tendrán la responsabilidad de realizar la Reforma Constitucional.
Las dos grandes listas triunfantes, representantes de los grupos independientes de la oposición, superan los dos tercios de los 155 constituyentes de la Convención: 28 constituyentes para Apruebo Dignidad y 25 para la Lista del Apruebo. La Convención Constituyente tiene 17 cupos reservados para representantes de los pueblos indígenas y como una novedad inédita en el mundo, tendrá paridad entre hombres y mujeres.
Distintos analistas se refieren a los resultados de las elecciones del domingo como un “terremoto político” que da cuenta de un gran cambio en la sociedad, con un voto castigo hacia las fuerzas políticas tradicionales, particularmente una gran derrota de los aliados del Gobierno que lidera Sebastián Piñera.
Los chilenos se volcaron a las urnas para elegir a los futuros concejales, alcaldes, Gobernadores Regionales y a los 155 Convencionales Constituyentes, que tendrán la misión de escribir una Nueva Constitución para el país.
El resultado de las “mega elecciones” que significan un gran cambio para el sistema político chileno
La reforma de la Constitución resonaba como una de las principales demandas durante las masivas movilizaciones que estallaron en Chile en octubre de 2019. Ese reclamo popular sostenido, a pesar de la feroz represión ejercida por los carabineros y el Gobierno de Piñera, obligó al compromiso de convocatoria al referéndum sobre una nueva Constitución. De tal forma que en octubre de 2020 los chilenos aprobaron por una abrumadora mayoría (casi el 80%) cambiar su Constitución.
La gran lucha del pueblo chileno apuntaba a modificar de lleno la actual Carta Magna, que data de 1980 y es criticada por ser herencia del régimen militar de Pinochet. Dicha Constitución ha servido para consolidar un modelo privatista y excluyente de las mayorías sociales y sus derechos, otorgando un papel residual del Estado para la provisión de servicios básicos. Ha garantizado la promoción de la empresa privada en todos los sectores de la economía y la vida social del país incluidos la educación, la salud y las pensiones, en un país que es considerado como uno de los más desiguales de América Latina, a pesar de haber sido señalado históricamente como el “mejor alumno” del neoliberalismo.
Ante el carácter histórico y estructural de los resultados de la elección del domingo, podemos comprobar que la derecha no ha logrado el tercio necesario para bloquear normas en la Convención Constituyente. Por lo tanto, este escenario significa un gran cambio para el sistema político chileno y anticipa un proceso de Convención Constituyente con un protagonismo de los sectores independientes que no se ha visto en la dinámica política chilena por los menos en los últimos 40 años.
El presidente Piñera acusó el duro golpe de la derrota electoral y realizó una autocrítica durante el domingo señalando que “la ciudadanía nos ha enviado un claro y fuerte mensaje al Gobierno y también a todas las fuerzas políticas tradicionales, no estamos sintonizando adecuadamente con las demandas y con los anhelos de la ciudadanía”.
Renovación y recambio generacional en la política chilena: sectores independientes, jóvenes, mujeres, indígenas y progresistas
Los claros ganadores de las elecciones del domingo son los candidatos independientes, en todos los niveles. La sociedad chilena encomendó la misión de redactar la Nueva Constitución a caras nuevas, a nuevos referentes, antes que a la vieja política.
El gran cambio es que una mayor proporción de personas más jóvenes, más feministas y más progresistas entran al escenario político tradicional en Chile. La elección logró finalmente canalizar la expresión de una renovación de la política chilena, que ya estaba latente en las movilizaciones de octubre de 2019, y que expresaban un rotundo rechazo a la clase política chilena tradicional y a las injusticias del modelo neoliberal, sostenido además por un histórico esquema de feroz represión de la protesta social por parte de los carabineros, otra institución tradicional en Chile con profundo rechazo social.
El rotundo triunfo de los independientes y la izquierda en las elecciones en Chile muestra la nueva cara de un país que quiere dejar atrás el modelo neoliberal al redactar su nueva Constitución. La sociedad chilena decidió en su mayoría votar a personas independientes, que no tenían cargos políticos ni larga trayectoria en ese terreno, y eso permitió que entraran muchas mujeres, representantes de movimientos, organizaciones o el activismo, pero no de la política tradicional; y otro rasgo distintivo es que entraron muchos más jóvenes.
Hacia una Nueva Constitución Ecológica y Social y por la recuperación del legado de Salvador Allende
Ante este triunfo histórico del pueblo chileno resuenan las palabras de Salvador Allende en su discurso del 5 de septiembre de 1972: “Que el pueblo por primera vez entienda que no es desde arriba, sino que debe nacer de las raíces mismas de su propia convicción la Carta Fundamental que le dará su existencia como pueblo digno, independiente y soberano”.
En este horizonte, la izquierda y los sectores independientes tiene claramente una capacidad de veto en el proceso de la Reforma Constitucional y una oportunidad histórica de generar propuestas de cambio que permitan tener expectativas de esperanza sobre la posibilidad de consolidar los reclamos de justicia social que han sido manifestados por buena parte de la sociedad chilena en las multitudinarias movilizaciones de protesta.
En este nuevo escenario histórico, la sociedad chilena abre el debate a la posibilidad de una inédita Constitución ecológica. Chile inicia un proceso de reforma constitucional, que podría implicar la elaboración de una nueva Constitución con la capacidad de abordar problemáticas de largo plazo, desde el manejo del agua a una completa reorganización territorial. El derecho humano al agua, la justicia intergeneracional, los derechos de la naturaleza y de acceso a la información, participación y justicia, junto a un compromiso de adaptarse al cambio climático, son algunos de los ejes principales a ser abordados en las propuestas de los constituyentes para la Nueva Carta Magna que regirá los destinos de Chile.
A partir de ahora, los próximos pasos del proceso chileno requieren encausar la Convención Constituyente y su organización. Inicialmente le toca el turno al Tribunal Calificador de Elecciones que cuenta con un plazo de 30 días para validar los comicios del domingo y luego debe notificar de los resultados al presidente de la República, Sebastián Piñera. Posteriormente el presidente dispondrá de otros 15 días para convocar la sesión de instalación de la Convención. Según los plazos establecidos, debería sesionar por primera vez a más tardar la segunda quincena de julio. En esa instancia se deberá elegir a un presidente y un vicepresidente por mayoría absoluta de sus miembros en ejercicio.
Luego, la Asamblea Constituyente contará con 9 meses para presentar un nuevo texto constitucional, pudiendo ser ampliado por 3 meses más en una sola oportunidad. Una vez que la Convención finalice su propuesta de texto, se realizará un plebiscito nacional de salida -con voto obligatorio- para que la ciudadanía finalmente apruebe o rechace la nueva Carta Magna.
De esta forma, a mediados de 2022, los chilenos se someterán a un nuevo plebiscito de salida para aprobar o rechazar el nuevo texto constitucional propuesto, que debería expresar la síntesis de un nuevo modelo de sociedad, que el pueblo chileno ha anhelado durante tantas décadas. En ese momento histórico, no sólo para Chile, sino para toda América Latina, asistiremos al entierro definitivo de la Constitución sangrienta de Pinochet, comenzaremos a escribir un nuevo capítulo para el futuro Chile, y esa gesta representará también la tumba simbólica del neoliberalismo.
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