Uno de los grandes errores que ha cometido sistemáticamente la Argentina ha sido el de atribuirle al resto del mundo la responsabilidad de cada uno de nuestros fracasos. Alguna vez hemos culpado a las empresas extranjeras en el país que transferían legítimamente sus beneficios a sus casas matrices, otras veces les hemos asignado la responsabilidad de todo a los acreedores y “buitres” que nos prestaban dinero aprovechándose de nuestra bondad y buena fe, e incluso hasta nos hemos atrevido a achacar cada uno de los males domésticos al campo, a los empresarios, al precio de los commodities y hasta a los que (luego de décadas de degradación constante de nuestra moneda) buscan ahorrar en dólares. No hemos dejado a nadie sin culpar.
Con la misma lógica que hemos mantenido a lo largo de los tiempos, hemos emprendido una misión a Europa encabezada por el Presidente de la Nación, Alberto Fernández, junto a una destacada comitiva, entre los que se destacan la Primera Dama (quién ha demostrado interesantes dotes en materia de jardinería) y su estilista, Martín Guzmán (el Ministro de la Deuda) y una veintena de acompañantes como el Canciller Felipe Solá, el Secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz, demás personalidades políticas y un pequeño puñado de comunicadores. Los objetivos fueron claros: recolectar apoyos en virtud de las negociaciones que se encuentran en marcha por la refinanciación de la deuda con el FMI y con el Club de París. Con el primero de ellos tenemos el triste récord de no haber logrado cumplir ningún acuerdo desde nuestro comienzo de relación allá por 1958 (año que Argentina firmó su primer crédito con el organismo). Con el segundo, también tenemos mención especial: fuimos los responsables de su creación cuando no podíamos pagar allá por el año 1956 un total de 500 millones de dólares, deuda ésta que nos transportó a través de 65 años de conflictos con el Club de París.
En la gira por el viejo continente se visitaron Portugal, España, Francia e Italia en búsqueda de “consensos” y apoyos a los deseos nacionales. Cuando uno analiza en detalle a los países que conforman el FMI y el Club de París se focaliza en sus respectivas participaciones en cada uno de los organismos, el viaje presidencial empieza a perder parte de sus razones.
En el FMI, las participaciones de los países que se incluyeron en la gira son: Portugal 0,43%, España 2%, Francia 4,29% e Italia 3,17 por ciento. En total hemos intentado seducir al 9,89% del FMI. Quienes más participación ostentan en el Fondo Monetario Internacional son EEUU, con el 17,44%; Japón, con el 6,18%; Alemania, con el 5,6%; y el Reino Unido, con el 4,24 por ciento. Entre estos cuatro miembros se concentra un tercio del poder dentro del organismo. Aún más: sólo Estados Unidos tiene entre sus manos el poder de veto a cualquier decisión relevante que pueda tener el Directorio del Fondo. A pesar de lo dicho, parece que el plan de seducción no incluye a ninguna de estas potencias.
Cuando uno analiza en detalle a los países que conforman el FMI y el Club de París se focaliza en sus respectivas participaciones en cada uno de los organismos, el viaje presidencial empieza a perder parte de sus razones
En cuanto al Club de París, las participaciones de los países visitados son: Portugal no pertenece al selecto grupo de miembros, España posee el 6,68%, Francia el 3,62% e Italia el 6,29 por ciento. El total de nuestros anfitriones de esta semana es de 16,59%. Los países con más participación son: Alemania (37,37%), Japón (22,34%) y Holanda (7,98%). Estas tres naciones concentran el 67,69% del organismo. Parece que estos dos tercios del total tampoco resultaron relevantes para nuestra comitiva en estos momentos de definiciones.
Quizás el viaje no tenía la intención de sumar fuerzas con nuestros organismos acreedores sino tal vez fue la verdadera motivación de cruzar el océano atlántico fue la de mostrar nuestros avances en materia económica, sin embargo a las preguntas acerca de nuestra hoja de ruta, el silencio fue protagonista. Tampoco tuvimos respuestas en materia cambiaria, ni de apertura comercial, ni acerca del respeto por las reglas del juego. Menos aún hemos atinado nuestros esfuerzos en materia geopolítica: el mundo condenando al grupo terrorista Hamas y su reciente ataque a Israel mientras en paralelo nuestra Cancillería intimaba a Israel por más contemplación y menos reacciones “desmedidas”.
Argentina ha pasado de ser una nación rica a ser un país con una clase media pujante. De ostentar una clase media pujante a transformar a buena parte de ella en una clase pobre. Ahora, a ese país pobre nos estamos empeñando en transformarlo en una tierra miserable. Hay que reconocer que los problemas son absoluta responsabilidad nuestra como primer paso para salir de la decadencia crónica. Por ahora, mientras el mundo avanza, nosotros seguimos buscando quién será nuestro próximo culpable.