Como a la mayoría de los hombres y mujeres que hemos decidido manifestar nuestro apoyo a Israel en esta nueva guerra impuesta por el terrorismo de Hamas, he recibido a través de las redes sociales innumerables respuestas con mensajes antisemitas, cargados de odio, impregnados de fanatismo y dejando traslucir por sobre todas las cosas una profunda y preocupante ignorancia.
Son horas dramáticas. En cada casa judía alrededor del mundo el enojo, la angustia y la tristeza ocupan todo el espacio. La atención está enfocada en las noticias que llegan desde Israel.
Los judíos tenemos un compromiso inquebrantable con la vida, la libertad, la convivencia y la paz.
Somos el pueblo del libro porque amamos la educación que es garantía de desarrollo y progreso.
Los trágicos capítulos de las persecuciones y muertes sufridas nos han enseñado a fuego que el camino es la justicia y el diálogo, jamás la venganza ni el fanatismo. Para la inmensa mayoría de los judíos, Israel es la centralidad de nuestra identidad que asumimos con absoluta libertad de conciencia, y orgullosos nos reconocemos parte de un solo pueblo.
Rechazamos el viejo prejuicio antisemita de la doble lealtad. Nosotros amamos el país donde nacimos, crecimos y vivimos al igual que amamos a Israel porque nuestras raíces identitarias están allí forjadas desde los tiempos bíblicos.
Y estamos orgullosos de nuestra argentinidad. Aquí integramos la comunidad judía más numerosa de Latinoamérica, aquí están todos nuestros esfuerzos diarios, del mismo modo que los tuvieron nuestros abuelos y padres, y los alientan nuestro hijos y nietos.
Por ello, nuestro rechazo al comunicado de la Cancillería es una exigencia ética y moral y así debe leerse. Es de rechazo al reduccionismo de igualar lo inigualable, de asimilar un Estado soberano que es atacado con una facción terrorista agresora que busca la aniquilación de su oponente.
Defendemos a Israel cuando es atacado por las armas, y también cuando es maltratado desde la política. Avalar el comunicado es dar crédito a una cultura que admita el terrorismo como buen paradigma cuando es todo lo contrario. Como judíos argentinos eso no lo queremos para nuestro país, porque dos veces hemos sido víctimas de su accionar y más de dos décadas después sufrimos la impunidad que impera al abrigo de sus defensores.
Pero el comunicado se convierte en un elemento peligroso en nuestra convivencia pacífica que los argentinos privilegiamos siempre. A su amparo el antisemitismo y la defensa de Hamas se multiplican exponencialmente en las redes y en los medios dando lugar al todo vale, donde ignorancia e intencionalidad se unen para dañar. Se destaca como ejemplo de ello los dichos del diputado Gabriel Solano: vergonzosos, humillantes y aberrantes, que osan igualar a Israel y su acción de legítima defensa con el nazismo.
Como presidente honorario del Museo del Holocausto lo invito a una visita guiada; allí junto a un sobreviviente y al presidente de la Organización Sionista Argentina estaremos para ilustrarlo.
Durante la Segunda Intifada en septiembre del año 2000 yo era director ejecutivo de la DAIA y, con el presidente Fernando De la Rúa, las comunidades judías e islámicas firmamos una declaración de compromiso de trabajo conjunto por la paz y para no extrapolar el conflicto a la Argentina. El objetivo fue preservar la convivencia centenaria que nos caracteriza y es ejemplo ante el mundo, y porque es lo que israelíes y palestinos de bien promueven día a día. Es la mejor respuesta al terrorismo.
Años más tarde lo mismo hicimos junto al presidente Eduardo Duhalde. Son ejemplos positivos a tomar en cuenta en nuestra Argentina atribulada e irritada.
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