El trágico siniestro vial en Tigre volvió a dejar en evidencia la vulnerabilidad de los jóvenes argentinos frente a los siniestros viales. Ellos son las principales víctimas y victimarios. Quienes más desconocen u omiten las responsabilidades que implica la correcta conducción de un vehículo, exponiéndose y exponiendo al resto. Ante esto, nos preguntamos por qué, y qué hacer.
En el 2017 la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) realizó un estudio cualitativo con jóvenes de entre 16 y 35 años para develar por qué 3 de cada 10 confesaban haber manejado bajo los efectos del alcohol, aún sabiendo que hacerlo aumentaba las posibilidades de ocasionar un siniestro. En la investigación se demostró que manejar bebidos no es una preocupación para ellos porque creen poder controlar los efectos que la bebida ocasiona en sus cuerpos, además consideran inevitable el consumo de alcohol en las salidas nocturnas; y porque sienten que no van a ser controlados y/o sancionados por conducir en infracción. Sin embargo las estadísticas y los hechos demuestran lo contrario.
Los hechos viales son la principal causa de muerte en jóvenes en la Argentina. Y aunque no podamos saber con exactitud cuántos siniestros con jóvenes involucrados son consecuencia del alcohol, un estudio realizado por la ANSV y Sedronar en 2018 concluye que quienes manejan después de haber bebido son en su mayoría hombres menores de 35 años. En este relevamiento hecho en 32 hospitales públicos, se concluyó que el 25,1% de los conductores había bebido, siendo el porcentaje de alcoholemias positivas casi el doble en hombres (10%) que en mujeres (5,3%). Además los resultados según rango de edad evidenciaron que el consumo de alcohol previo a la conducción se concentraba principalmente en jóvenes.
Un dato importante, que suele no tenerse en cuenta al tomar la mala elección de beber y conducir, es que el alcohol genera efectos en el organismo humano desde el primer trago, y aumenta hasta en 30 veces el riesgo de causar siniestros. Según detalla la Organización Mundial de la Salud (OMS), una sola gota de alcohol produce disminución de reflejos y visión, acelera la frecuencia cardíaca y respiratoria. Es decir que solo beber una gota de alcohol es incompatible con el hecho de conducir de forma segura. Por eso la legislación debe ser clara: alcohol cero para conductores, tal como lo expresa el proyecto presentado en el Congreso de la Nación.
Los siniestros viales son una epidemia, así los define la OMS, y los debemos abordar como tal: con leyes más severas, mayores controles, educación vial obligatoria en todos los niveles de enseñanza y la incorporación de tecnología en el transporte.
El hecho ocurrido en Tigre vuelve a demostrar que los jóvenes son los más vulnerables por no dimensionar ni comprender que el alcohol al volante mata, por conservar la falsa creencia que “una copa no hace nada”. Debemos cambiar esta mala costumbre, e instalar la premisa que el alcohol al volante mata. Ni una copa, ni una gota: si se toma, no se maneja. No podemos seguir siendo espectadores de esta triste realidad cada fin de semana. Debemos tomar las riendas del problema, asumir que los siniestros viales son en un 90 por ciento consecuencia de errores humanos, y por lo tanto se pueden prevenir. Prevenir más familias destruidas es responsabilidad de todos.
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