De nación en desarrollo a país cachivache

Argentina está anclada con un gobierno sin ideas, de improvisación permanente, plagado de conflictos internos y sin liderazgo

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Alberto Fernández y Cristina Kirchner comparten un acto en Ensenada

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, y tras los acuerdos de Teherán, Yalta y Potsdam, Occidente comenzó un proceso de reconstrucción y desarrollo que permitió consolidar por más de tres décadas lo que denominamos Estado de Bienestar.

Nuestro país, entre la primera y segunda guerra (1914-1945), retrocedió con los progresos logrados con la generación del 80 y volvió a tener altos déficits sociales, educativos, sanitarios e institucionales.

En 1945 irrumpe Perón y produce un cambio sustancial en la política nacional, construye el movimiento popular de masas más importante de la historia argentina -el Peronismo- y gana las elecciones de 1946.

Durante 9 años de gobierno coloca al país nuevamente en sintonía con el mundo occidental, realizando 76.230 obras públicas, miles de kilómetros de rutas, la puesta en marcha de centrales hidroeléctricas, plantas siderúrgicas, diques, gasoductos, refinerías de petróleo, usinas eléctricas, etc.

La flota mercante del Estado pasó a ser la tercera en el mundo solo superada por EE.UU e Inglaterra, con 35 buques y una capacidad total de 269.530 toneladas.

Se construyeron 9.630 escuelas, 650.000 viviendas pagadas por los trabajadores a través del Banco Hipotecario Nacional, 21 hospitales y policlínicos que representaron 22.000 camas y había 8 más en construcción en 1955.

Se estableció la Universidad Obrera Nacional de donde egresaban ingenieros, la actual UTN, se construyó la Ciudad Universitaria en Tucumán, se comenzó la construcción de la Ciudad Universitaria en Córdoba y se amplió la Ciudad Universitaria de Mendoza.

Las Universidades se abrieron a hijos de trabajadores que fueron los nuevos profesionales argentinos.

Se crean en el país 298 escuelas fábricas y las escuelas hogares y escuelas granjas, que intensifican la enseñanza agrícola ganadera.

Se realizaron 1.064 jardines de infantes y se organizaron las colonias de vacaciones. Entre los años 1946 y 1955, la cantidad de alumnos se elevó a 2.870.000.

Argentina comenzó el proceso de desarrollo nuclear con la CNEA. En 1953 ya con mano de obra calificada empieza a establecer acuerdos para la instalación de la industria automotriz en el país.

Sería interminable describir el nivel de desarrollo que tenía Argentina en 1955 y durante los siguientes 20 años los sucesivos gobiernos ilegítimos (militares y civiles) usufructuaron ese modelo de movilidad social ascendente.

Todos se alimentaron de él, ninguno produjo grandes cambios ni incorporaron nada nuevo al país, solo emparcharon el proyecto Peronista. Aún así en 1975 el PBI por cápita argentino era de USD 13.820.

Con 26 millones de habitantes, solo 950 mil eran pobres y 50 mil indigentes, pleno empleo, deuda externa que no superaba los 6.000 millones de dólares, educación de calidad y mano de obra calificada, reconocidas estas dos últimas como las mejores de Latinoamérica.

Hace algunos días, es decir 46 años después con un PBI per capita que no llega a los USD 10.000, el presidente Alberto Fernández realiza un acto para inaugurar paradas de colectivo. Un cachivache.

¿Qué nos pasó? ¿Qué nos pasa?

Varios factores influyeron: la dictadura militar de 1976 decidió terminar con el modelo de desarrollo y por ende con el Estado de Bienestar en la Argentina.

Desde el advenimiento de la democracia en 1983 sólo durante la década 1990/99 volvimos a estar en consonancia con el mundo occidental, con una economía social de mercado, con apertura e integración internacional, libre comercio, modernización, inversiones y fuerte apuesta al progreso.

Después, salvo cortos períodos de emergencia donde primó el sentido común, (2002/05), el resto de los años fuimos de crisis en crisis siempre tratando de resolverlas con los mismos instrumentos y una lógica con la que fracasamos una y otra vez.

Los resultados han sido contundentes: nos convertimos en una fábrica de pobres y de miseria, pulverizamos la educación y nos estamos hundiendo en el pozo de la resignación.

Hoy estamos inmersos en una Nación conurbanizada, con un gobierno que solo mira esa porción de la Argentina, que es importante, pero solo es una parte del país, que además está sumida en una profunda crisis social de una magnitud inconmensurable, de la cual no son responsables los millones de hombres y mujeres que viven allí.

Ese sector está en paupérrimas condiciones fruto del fracaso de malas políticas de dirigentes y actores políticos que hoy nos dicen que pueden tener soluciones para la argentina.

Son aquellos que para abordar esta compleja problemática social solo se les ocurrió crear planes y asistencialismo clientelar permanente para que el pobre siga siendo cada vez más pobre.

La pregunta entonces es: ¿el modelo que nos propone el Frente gobernante es el conurbano bonaerense?

Hay una Argentina que está invisibilizada, es la que produce, trabaja, exporta, se educa y sigue construyendo lazos de solidaridad, mantiene valores y principios, la que logra que la rueda productiva siga andando en el país.

También están nuestras tierras patagónicas con sus riquezas y sus recursos naturales de las que hoy nadie quiere hablar, sometidas al hostigamiento permanente de grupos que con la ocupación de tierras y los incendios buscan sentar posiciones ilegales dentro del territorio argentino.

Ante estos fenómenos el Gobierno mantiene un silencio cómplice porque tiene funcionarios que alientan este tipo de operaciones, igual a como ocurre en muchas tomas ilegales en territorio bonaerense.

Conclusión: la Argentina está anclada con un gobierno sin ideas, de improvisación permanente, plagado de conflictos internos y sin liderazgo.

Con la pandemia la única estrategia fue encerrarnos en una eterna cuarentena en el 2020, que pretenden repetir ahora con sus groseros “errores” en la compra, administración y distribución de vacunas. El Resultado: 65.000 muertos y una economía colapsada.

Hace unos días los madrileños le dieron un espaldarazo a una líder que administró la crisis del coronavirus con protocolos, clases presenciales, bares y restaurantes abiertos bajo los slogans “vivir a la madrileña” y “todo abierto”.

La confrontación permanente que propone como estilo político la coalición gobernante, pone en crisis la institucionalidad, condiciona al Poder Judicial, debilita el sistema democrático y anula las posibilidades de consenso.

Pero hay un elemento preocupante y es la conurbanización de la comunicación social, las grandes cadenas nacionales de noticias, gráficas, radiales y televisivas solo cubren el nuevo territorio “virtual” denominado AMBA.

El sistema de medios de comunicación masivos, algunos ligados al aparato oficial, pero otros no, está abonando una desculturización progresiva de la sociedad.

La resolución de nuestra crisis requiere de políticas contundentes y de shock, y para realizarlas necesitamos una masa crítica de pensamiento, ideas, voluntad política, gestión pública y liderazgo.

El verdadero cambio es cultural debemos salir de la chatura, la mediocridad, el pesimismo, no hay proyecto viable sin audacia, no se sale con medias tintas y facilismos electorales de corto plazo, para ser una Nación grande hay que pensar en grande.

Desde el Peronismo Republicano estamos convencidos que podemos salir del País Cachivache y volver a la Nación en Desarrollo, con Unidad, Federalismo, Libertad, Trabajo y Producción.

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